mayo 2006 | ||||||
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Negrodóvar
Se está levantando cierta minipolémica acerca de los negros de Almodóvar. Los lectores más devotos de La decadència de l'enginy ya sabrán qué frase viene ahora: Yo fui negro de Pedro Almodóvar durante una época. (Aplausos.) Fue durante los años ochenta. Almodóvar quería explicar la cruda historia de un transexual que descubre que su padre fue sargento de la guardia civil y su madre también. Necesitaba a alguien que desarrollara algunos de los diálogos y pensó en mí. No era extraño, ya que yo por aquel entonces era el letrista de un conocido grupo de la movida madrileña: "Cómete un churrasco poco hecho y que la sangre te resbale por la barbilla, cacho perra". Pedro o, como le llamábamos por aquel entonces, Pedro, me dio un borrador del guión y me pidió que lo puliera siguiendo sus ideas y su estilo. Por desgracia, yo jamás he servido para tal cosa, ya que mi talento siempre desborda cualquier empresa que me proponga, como le expliqué a mi jefe cuando me hice dentista y le practiqué una jaimedoncia a aquella pobre mujer... Bueno, no nos desviemos. El caso es que a aquella historia le faltaba cierta sustancia, así que decidí cambiarla. A los diez minutos, Carmen Maura conoce a sus padres. A los once minutos, un camión conducido por Alaska los atropella a los tres. Flashback. Estamos en Londres a finales del siglo 19 y Sherlock Holmes investiga la muerte de dos guardias civiles y de una conocida actriz española. Los patanes de Scotland Yard y el torpe de Watson creen que ha sido un suicidio, pero no cuentan con la astucia de Holmes, que viaja de incógnito a Montecarlo. Allí pide un martini con vodka agitado, no mezclado y se acuesta con la mujer de uno de los capos de la KGB, que está vendiendo secretos militares británicos a los chinos. Ante la posibilidad de que el arma secreta nombre en clave "fish and chips" caiga en manos de Sadam Hussein... Y no pude seguir porque a Almodóvar no le acabó de convencer. Eso dijo. Porque es evidente que lo único que quería era ahorrarse mi sueldo, ya que Tacones lejanos tiene un argumento similar. Demasiado similar como para que alguien pueda pensar que se trata de una simple coincidencia. Como decía Sherlock al final de La huida del deseo: "Me encanta que los planes salgan bien".