junio 2004 | ||||||
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Ni comer, ni trabajar
Acudir a un almuerzo de trabajo y llevar corbata vienen a ser lo mismo: rituales incómodos y poco elegantes por los que casi todos tenemos que ir pasando. Son cosas que se hacen sólo porque deben hacerse, es decir, trámites cuya existencia no es más que un fastidio. Un fastidio además absurdo: en muchos de estos encuentros ni se almuerza, ni se trabaja. Sí, a veces se come bien en un almuerzo de trabajo, del mismo modo que hay corbatas que son bien majas. Pero ¿qué sentido tiene cualquiera de estas dos cosas cuando sólo se recurre a ellas para quedar bien con quien a su vez sólo quiere quedar bien con nosotros? ¿No sería mejor pasar por casa a mediodía, quitarse la corbata y estirarse en el sofá? Total, más tarde se puede organizar una tranquila reunión con café incluido. No lo digo por menospreciar el café, pero es que se acaba antes y uno incluso puede tomar notas en caso necesario. En definitiva, las comidas de trabajo, para los cocineros.