Cataluña, el universo y todo lo demás. Incluidas mis gafas


Cientos de miles de catalanes han salido hoy a las calles a pedir la independencia de Cataluña. El hecho de que Cataluña siga o no formando parte de España es un tema importantísimo, fundamental, que puede sin duda cambiar nuestras vidas. Es tan importante que he estado pensando sobre el tema durante casi doce segundos y luego he caído en la cuenta de que no sabía dónde había puesto las gafas.

Es curioso porque hoy en día se considera que la ciencia tiene respuesta para todo y no. Hay muchas preguntas que los científicos no pueden responder. Por lo menos tres:

Está claro que la teoría del Big Bang tiene muchos cabos sueltos. Y la ciencia no puede permitirse una situación así. Ni los cuarteles del ejército. Ahí, un montón de cabos saliendo desperdigados en todas las direcciones. Con los sargentos corriendo detrás para atarlos y devolverlos a la caserna. Sería totalmente ridículo.

Hay más cosas que no tienen sentido en la astronomía. Por ejemplo, la expansión del universo. Si el universo se expande, yo ya debería medir dos metros treinta, al formar parte del universo. Y sin embargo aquí sigo, atascado en el metro cuarenta y dos, cuarenta y seis con alzas. ¿Es que el universo no me deja expandirme porque soy negro? ¿Es el universo RACISTA?

Puede.

Hablando de racismo, ¿qué clase de sinsentido son los agujeros negros? Supongamos que el universo es un calcetín. Así son mis símiles: sofisticados. Si el calcetín es, por ejemplo, gris, y tiene un agujero, ¿de qué color es ese agujero? Exacto. De ninguno. Porque es un agujero y los agujeros no tienen color. Por lo tanto, a los agujeros negros habría que llamarlos agujeros. O tomates.

Por otro lado, creo que sería buena idea contar con algún planeta cúbico. Serían mucho más prácticos porque podríamos ponernos todos en la parte de arriba y así no resbalaríamos. Y además no haría falta que algunos estuvieran bocabajo, como los pobres argentinos.

Una última cosa a la que no le veo sentido es la velocidad de la luz, que según los físicos es de casi 300.000 kilómetros por segundo en el vacío. En teoría, siempre. Pero lo dudo mucho: cuando se están gastando las pilas de la linterna seguro que la luz va mucho más lenta.

Espero junto al teléfono a que me llamen de Estocolmo para lo de mi premio Nobel. Es un móvil, pero lo pongo en la mesa y lo miro, que queda mucho más teatral. Además, ahora tampoco me voy a ningún lado.

Anda, mira, mis gafas. Si después de esto no me dan el Nobel, yo ya no sé qué más hacer.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us

Siempre quise ser músico


Me hubiera encantado ser músico, pero por culpa del racismo y de las ideas preconcebidas por parte de la sociedad, mi carrera se vio frustrada desde el comienzo. Y es que nadie creía que alguien como yo, un cáncer con ascendente escorpio, pudiera realmente dedicarse a la música.

Lo dicho, racismo.

No todos los cáncer hemos nacido para limpiar cochiqueras. NO AL DETERMINISMO ASTROLÓGICO.

Dicho lo cual, intenté meterme en el mundillo musical ya muy joven. Cuando cumplí 47 años decidí que quería aprender a tocar la guitarra, para poder emular a grandes virtuosos de este instrumento, como Paco de Lucía, Slash y Torrebruno. Acudí a una tienda de instrumentos del barrio y pedí que me dejaran probar una.

Pasé tres noches en la cárcel.

Fue un claro ejemplo del racismo policial que tanto vemos en las películas americanas. Y lo de acordonar la zona y que vinieran expertos en antiterrorismo con trajes para protegerse de peligros biológicos fue un tanto exagerado. Puede que mi versión de Greensleves no se ajustara del todo a los cánones, pero hay que tener en cuenta que era mi primer contacto con el instrumento y seguramente el dueño de la tienda ya tenía problemas psiquiátricos de antes. No tiene sentido que le ingresaran sólo por esos tres minutos de nada.

Después de aquella experiencia desagradable, pensé que sería buena idea probar con el canto. Tengo una voz muy delicada y con un timbre muy bonito. Suena como un cencerro pequeño rascándose contra una superficie metálica y rugosa. Además tengo una tesitura muy amplia. Puedo entonar cualquier nota que esté entre el do y el re bemol. Aunque admito que me cuesta llegar al re bemol.

En todo caso, me apunté a clases. Y casualmente aquella tarde todos los perros de Barcelona corrieron Ramblas abajo y se arrojaron al mar. Además, mi profesora pilló al mismo tiempo una enfermedad terrible que por algún motivo hacía que le sangraran los oídos. El caso es que corrieron rumores absurdos por culpa de estos hechos sin ninguna vinculación entre sí ni conmigo, y mi profesora no quiso volver a verme, además de alertar a todos sus colegas acerca de mí.

Lo único que ocurría es que me identificaban como causa de esos hechos fortuitos sólo porque soy cáncer. Con ascendente escorpio. La gente ve lo que quiere ver.

Esta cancerofobia resulta indignante.

Pero no me rendí, al contrario, decidí que probaría suerte con otro instrumento, alguno quizás más afín a mi -no lo niego- singular sensibilidad artística. Tuve que irme a Sabadell, dado que no me dejaban entrar en ninguna otra tienda de instrumentos musicales en Barcelona (insisto: racismo), pero encontré una recién abierta que no tenía ese absurdo e innecesario cartel con mi cara en la puerta y entré para que me aconsejaran. Dudaba entre el saxofón y el violoncello.

Pude probarlos, pero resultó que el dueño de esta tienda también estaba loco (los músicos son todos unos psicópatas racistas, por lo que parece) y en un ataque de ira, me cortó las manos.

En el hospital no pudieron volvérmelas a coser, ya que el dueño de la tienda las había seguido machacando con el hacha después de arrancármelas, así que me trasplantaron otras. Eran las manos de un asesino recién ejecutado. Y claro, al salir del hospital comencé a estrangular ancianas sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.

Hay que decir que el juez fue muy comprensivo. He de guardar las manos dentro de la celda durante los próximos veintisiete años, pero yo puedo hacer lo que quiera. Aunque en realidad no puedo moverme mucho y me paso el día sentado en el pasillo de la prisión. No puedo dormir dentro de la celda, claro, porque yo soy un hombre libre. Y rascarme resulta complicado. Pero por lo demás, bien.

Estoy intentando convencer a las manos para que se apunten a clases de flauta. Ya os contaré.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us

Crítica de cosas


Los Seventh Floor: Lingerie demostraron en su concierto de anoche que hay vida más allá de Sudden Death, ese segundo disco que parecía insuperable por el crescendo de emociones y la perfección de los arreglos. Sin duda, el trabajo que presentan en esta gira, llamado simplemente Three, no hace sombra, ni mucho menos, a su anterior entrega, pero la parte positiva es que no lo pretende. Es un disco para ser tocado en directo. No en vano muestra influencias de Keyhole y por supuesto de sus admirados Grey Underpants, creadores del llamado Sonido Toronto.

Sin embargo hay que decir que la segunda hora del concierto se hizo más larga que la primera. El personaje que interpreta Jean Turandot no acaba de hacernos creer su romance con el hipopótamo robado, a pesar de que la dirección del siempre estimulante Antonie Girodeau nos mantiene completamente pegados a la pantalla. Claro que tampoco hay alternativa, ya que los cines cada vez son más pequeños.

Fueron los platos doce y trece del menú degustación los que llamaron mi atención. "¡Sebastián! -le grité a nuestro camarero- ¡Estos nidos de papagayo en salsa de piña rota! ¡Estos nidos!" No podía pasar del sujeto y a modo de predicado le di un beso húmedo y largo, con entrechocar violento de lenguas e hilillo de saliva al separarnos. El maridaje era además excelente, sobre todo el vino que acompañó la última parte de la cena, un australiano cuyo episodio piloto prometía, pero que no acabó de despegar a lo largo de la temporada. Así pues, no tuvo nada de extraño que la Fox decidiera cancelarla. Y eso a pesar de que este escritor también es autor de una tortilla de patatas decente, porque es muy apañao.

No podemos (nosotros) dejar de mencionar que este viaje en metro está siendo algo previsible. Eso sí, la conducción se puede calificar como mínimo de notable, sin frenazos bruscos y con una buena aceleración, además de una media casi perfecta de tiempo de puertas abiertas por parada. Lástima que la colección primavera verano, con unos tonos pastel poco apropiados, no tenga unas letras tan buenas como ese Sudden Death del que ya hemos hablado y que está formado por una sugerente colección de retratos con influencias de Francis Bacon.

Así, apreciamos tonos intensos que nos recuerdan a la carne, a la sangre, a esta caja. Esta caja está muy bien. Es práctica porque se pueden guardar cosas. Además, es lo suficientemente grande como para guardar una cosa grande, dos medianas o varias pequeñas. Por ejemplo, cabría un reloj de cuco. O dos despertadores. O cuatro relojes de pulsera. La escena de cama entre el protagonista y el hipopótamo es sugerente hasta incomodar. Yo me toqué. Un poco. Me gustan mis calzoncillos de Bob Esponja. Les pongo tres estrellas y media. Sobre cinco. Hace calor. Dos estrellas. Sobre siete.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us

Pues hazlo


Hay actitudes que me molestan mucho. Por ejemplo, el otro día estaba en una exposición de arte contemporáneo, de este que no se parece a las cosas, y un amigo hizo el siguiente comentario. Un clásico: -¿Esto es arte? ESTO LO PODRÍA HACER INCLUSO YO. -Va, venga, pues hazlo. -¿Cómo? ¿Qué? -¿No dices que lo podrías hacer? ¿Eh? Pues hazlo, venga, hazlo y fórrate. -No, pero... -Va, venga, coge una vaca, mátala, métela en un tanque de formol y véndela a una galería. Listo, que eres un listo. -A ver, estoy diciendo que podría... -No hay huevos. -¿Cómo que no hay huevos? -No hay huevos. -Pero bueno. -No hay huevos. -Claro que hay huevos. -No hay huevos. Treinta y siete minutos después, estábamos en su coche, de camino a una granja. Tuvimos que matar a la vaca a martillazos, ya que ambos estamos en contra de las armas y de la caza, al parecernos una actitud cruel hacia los animales. Lo malo es que le destrozamos la cabeza y vimos que no quedaría bien en el tanque de formol, así que tuvimos que cargarnos a siete vacas más, hasta que nos dimos cuenta de que si golpeábamos en la nuca conseguíamos un resultado más que satisfactorio: vaca muerta sin apenas antiestéticos daños exteriores. Pusimos a la vaca en el techo del coche, inventando lo que ahora comúnmente se llama baca (de ahí el nombre). Además, la atamos con un pulpo fresco que mi amigo llevaba en la guantera (cosas de su novia japonesa), inventando lo que hoy en día se llama pulpo. Sin duda, el hecho de habernos convertido en artistas había despertado nuestro lado más creativo. Para darle emoción al asesinato y robo de la vaca, decidimos avisar al granjero de lo que habíamos hecho y huir en el coche, aprovechando que además teníamos en un CD la sintonía de las escenas de huida del show de Benny Hill. Dudábamos entre dejar la vaca en mi jardín o en la bañera, pero luego recordé que sólo tengo un plato de ducha, así que la colocamos allí, más o menos como pudimos, apoyada en la nuca y con la cola atada a la barra de la cortina. Luego fuimos a Ikea, donde compramos un enorme tanque llamado HAVSTAAARDGARDFARDARS. Al montarlo, resultó que era un tanque, pero de los de guerra y no de los de llenar de formol para meter vacas dentro, así que fuimos a cambiarlo, no sin antes aprovechar para invadir Andorra. Por hacer la broma. Tengo un tanque, invado Andorra. Jaja, qué risa. Lo malo es que un par de semanas más tarde los del Tribunal Internacional de la Haya nos enviaron una carta muy desagradable reprochándonos nuestra actitud y asegurándonos que en la ONU varias personas habían oído hablar de nosotros y fruncían ligeramente el ceño al comentar esta invasión. Que ya está bien. Que es la cuarta vez que alguien invade Andorra desde 2004. De hecho, dos días antes de nuestro ataque, la habían asaltado cuatro graciosillos con escopetas de perdigones. Se ve que era una despedida de soltero. El paintball se les fue de las manos. Pero estoy divagando. Volvimos a Ikea y compramos el tanque HAVSTAAARDJARMAAAARGARDANS, que sí era el correcto. Mientras mi amigo colocaba la vaca dentro, bajé a la farmacia a por formol. -Hola, ¿tienen solución de formaldehído al 5%? -Sí, ¿una botella? -Bueno, es para una vaca. -Ah, entonces con una no bastará. ¿Cómo es de grande? -Es como una vaca, más o menos. -Hm... A ver... Como una vaca... Yo creo que necesitará tres mil cuatrocientas setenta y tres botellas. Quizás tres mil cuatrocientas setenta y cuatro. -Bah, como vivo aquí al lado ME ARRIESGARÉ y sólo compraré tres mil cuatrocientas setenta y tres. Es que luego se me queda el frasco a medias y no sé qué hacer con él. -Ahora que lo comenta, si le sobra algo, no lo deje en el dormitorio. Imagine que lo ve una chica y se lo tira por encima. -¿Qué podría pasar? -Que formolizara su relación. Carcajadas. Palmoteo en el muslo. Lagrimilla. Suspiro. Una vez tuvimos la vaca bañada en formol y dentro del tanque, a mi amigo se le empañaron los ojos de lágrimas y, con la voz temblorosa, me dijo: -Ahora lo veo claro. JODER. Ahora lo veo. Es una reflexión sobre la fragilidad de nuestra existencia, sobre cómo sólo somos un trozo de carne, sobre cómo la muerte en realidad no nos cambia tant... -ESTO ES UNA MIERDA -interrumpí-. Entre otras cosas porque ya se ha hecho antes. -Pero... -Deja de plagiar. Imbécil. ¿Qué sentido tiene repetir lo que ya ha hecho otro? -Pero... -Además, la del tiburón es más chula. -Pero... Conservo la vaca en el cuarto de baño. Por cierto, mi amigo es imaginario y todo eso lo hice yo solo. Incluyendo las conversaciones, gracias a mi habilidad para imitar la voz de mis amigos inexistentes. Jaja, formolizar... Ahora lo pillo...


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us

Ideas para películas sobre la sociedad contemporánea


Me encantan las películas comprometidas con la sociedad en la que vivimos. Y al mismo tiempo me gustan mucho las pelis de superhéroes y monstruos. Por eso estoy preparando una serie de guiones en los que intento combinar lo mejor de ambos mundos.

Inspector Man Peter Parker aprueba unas oposiciones a subinspector de hacienda, pero después de haber pasado varios años encerrado en casa estudiando, decide no optar a la plaza inmediatamente, y dedicarse a beber y a salir con los amigos, al menos por un tiempo. Un día su tío le dice que ya se lo ha pasado suficientemente bien, y que tampoco se ha tirado tantos años preparando las oposiciones como para no ponerse a trabajar ya. -Una gran plaza conlleva una gran responsabilidad -le dice-, y al menos no te pueden despedir. Mira lo que me hicieron a mí. Casi treinta años en la empresa y a la puta calle, como los perros, sin ni siquiera darme las gracias. Peter le hace caso y toma posesión de la plaza. Es más, como termina de trabajar a las tres, se monta una asesoría para las tardes. Su tío le pide dinero de vez en cuando y él ya se está cansando del tema, que no es una ONG, tampoco puede ser tan difícil encontrar un empleo, lo que pasa es que claro, el señor quiere ser gerente como antes. Pues no, pues ya no.

El hombre contable Un piloto de Fórmula 1 es mordido una noche de luna llena por un contable. Desde entonces, cada noche de luna llena se transforma en un técnico administrativo y cierra cuentas mensuales, trimestrales y anuales, además de declarar el iva de la empresa, actualizar los presupuestos, y contabilizar pagos y cobros, incluidas las nóminas. La maldición le lleva a descubrir que el balance del año anterior de su equipo de Fórmula 1 tiene un terrible error. Un error que puede costarles una multa de hasta tres mil euros. Los altos directivos de la empresa intentan ocultarlo con un "¿en serio? ¿Ahora me vienes con eso?", pero él les obliga a enviar las actualizaciones a Hacienda, y pagar la sanción y los recargos. La falta de sueño le lleva a hacer una temporada pésima y al año siguiente tiene que irse a correr carreras de turismos.

Mediocre Man Clark Kent es un atractivo periodista que ha destapado casos de corrupción y escrito vibrantes reportajes sobre los barrios más marginales de Metrópolis. Lo que sus compañeros no sospechan es que de vez en cuando se pone unas gafas de pasta Ray Ban sin cristales, una camiseta ajustada y va por las discotecas intentando ligar. Sin ningún éxito. Está enamorado en secreto de su compañera Lois Lane, que se ha liado ya con cuatro o cinco de la redacción, pero con él no, claro, porque son amigos, y la amistad no se puede poner en riesgo con el sexo, puta desgraciada, te odio, te odio, TE ODIO, y un día TE MATARÉ. Un día la mata y va a la cárcel. Sus compañeros comentan que parecía un tipo normal y sus sorprendidos vecinos recuerdan que incluso les saludaba cuando se encontraban en el portal o en el ascensor.

Barman Bruce Wayne es un huérfano millonario que por las noches trabaja en una coctelería por afición. Mucha gente no sabe que en realidad es millonario y le deja propinas que él destina a la beneficiencia. Sus padres murieron en un accidente de tráfico y está preparando una demanda a la empresa fabricante del automóvil porque los frenos no funcionaron como es debido.

El conde Drácula El conde Drácula decide viajar al sur de Francia y hacer realidad su sueño: comprar una pequeña bodega y unas tierras, y fabricar y vender sus propios vinos. La iniciativa no le va mal del todo, a pesar de algunos problemas con los que se encuentra al principio, dada su inexperiencia. La cosa mejora cuando contrata un buen gestor, porque el primero no acabó de comprometerse lo suficiente y descuidaba muchos algunos asuntos.

X Men Un señor calvo monta un instituto para jóvenes con malformaciones genéticas, a pesar de que la sociedad prefiere meterlos a todos en sacos con piedras y tirarlos al río para que no sufran más. El señor organiza un musical para recaudar fondos y conseguir el apoyo de la sociedad. Al final incluso le dan una subvención y le entrevistan en La Vanguardia.

Linterna blanca Finales del siglo 19. La dura vida del sereno, que ha de vigilar que no haya maleantes acechando y acompañar a los borrachos a su portal.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us