diciembre 2003 | ||||||
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Hay que continuar
Las cosas siguen mal en Iraq. Este fin de semana han sido asesinados siete espías españoles y la situación ha llegado al punto de que la muerte de iraquíes y de militares extranjeros ya no sorprende a nadie. Aclaro que no tengo ni idea de cómo solucionar los problemas por los que pasa el país. A mí ya me cuesta suficiente trabajo hacer la cama como para ponerme a reconstruir una nación. Eso sí, me parece que lo peor sería que las tropas de Estados Unidos y de sus aliados abandonaran Iraq. Creo que, en este caso, la retirada sólo empeoraría las cosas, por mucho que a mí me gusten los abandonos y las deserciones. Y lo mismo se podría decir sobre la olvidada Afganistán, que no está tan maravillosamente como la ausencia de noticias podría hacernos creer. La guerra contra Iraq fue un error. No sólo no se han encontrado ni las armas de destrucción masiva ni a Sadam Husein, sino que, además, la CIA ha reconocido que carecía de información específica acerca del supuesto arsenal iraquí. Imagino que los espías estadounidenses se fiaron de la palabra de José María Aznar, quien nos pidió confianza al respecto de las armas químicas y nucleares del dictador. De todas formas, una vez bombardeada Bagdad y puestas en evidencia las mentiras del gobierno estadounidense, lo menos que puede hacer George W. Bush es cumplir con el resto del plan: ayudar a instaurar una democracia en Iraq, para que sus ciudadanos puedan vivir de una vez en un país libre. Insisto, yo no sé cómo se puede lograr tal objetivo, pero me da la impresión de que las tropas ocupantes no lo están haciendo muy bien. Creo que Bush ha de esmerarse: no basta con comer pavo con sus soldados. Eso sí que lo sabría hacer yo.