julio 2003 | ||||||
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El toro de Osborne
Unos desconocidos han tirado abajo el último toro de Osborne que quedaba en Catalunya. Catorce metros de metal negro serrados por las patas. Teniendo en cuenta que el anuncio en cuestión ya había sido pintado con los colores de la bandera catalana, parece que se trata de la obra de un grupo de gamberretes con simpatías por el nacionalismo catalán. Estos tipos, como suele ser habitual, identifican los toros con algo typical spanish, y les hace tanto daño la silueta negra del bicho de Osborne como la banderaza española de la madrileña plaza Colón. Lo del toreo como algo ajeno a Catalunya no me parece más que un tópico, y los tópicos no suelen ser más que una mentira que nadie se atreve a negar. Pero, independientemente de eso, lo que no tiene sentido es arremeter contra el toro. Si la figura fuera la de un torero, pues aún. Pero el toro no tiene culpa de nada. Vamos, esto es como si los vegetarianos más violentos -alguno hay- arremetieran contra los cerdos por dejarse comer y boicotearan iracundos los dibujos animados de Porky Pig, esa serie tan rancia y que representa esos valores tan obsoletos, crueles y sanguinarios.