junio 2004 | ||||||
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¿Quién es el último?
A pesar del espectáculo que le montaron al pobre John Hume, me lo pasé bien en el Fórum. Y sólo tuve que hacer cola para ver los guerreros de Xi'an. Ya sé que los hay muy susceptibles con esto de los consejos, pero me tomo la libertad de daros uno: en la cola de los guerreros, cuidado al dar la vuelta para enfilar la recta final. Allí el espacio se agranda y os intentarán adelantar por la derecha. Usad los codos, si es necesario; jugad sucio, como el Michael Schumacher de los buenos tiempos. Odio las colas. Sobre todo cuando detrás se te coloca uno de esos listillos que va poniéndose más a tu lado que a tu espalda, con la única intención de adelantarte en cuanto desvíes la mirada un par de segundos para, por ejemplo, preguntar la hora. Ya no puedes seguir leyendo el periódico o escuchando la radio. Te tienes que dedicar a vigilar y a lanzar miradas asesinas a ese impresentable. También odio a esos que se saltan a los quince que esperan, apartan al que está el primero y dicen: "Perdona, sólo quiero hacer una pregunta". Ya, toma, y yo también, y por eso llevo media hora esperando. Por cierto, nunca hacen una pregunta. El mínimo es tres. Comprobado. Y esos tipos no están en la cárcel. Eso sí, comprendo perfectamente que quienes más falten al respeto en lo de las colas sean las personas mayores. Hay quien se queja de que los ancianos, al estar jubilados, no tienen excusa para comportarse así, ya que no tienen nada más que hacer y bien pueden esperar su turno. Pero es que, mientras esperan, notan el aliento de la muerte en el cogote. Cada vez les queda menos tiempo de vida y se vuelven, comprensiblemente, unos avaros con sus días. Todo esto no es excusa, claro, sino sólo una posible explicación.