jueves, 3. junio 2004
Jaime, 3 de junio de 2004, 11:40:46 CEST

De gestos y muecas


Me parecería muy bien que se pudiera hablar en catalán tanto en el Congreso como en el Senado. Tampoco veo qué tiene de malo que los papeles de Salamanca que deberían estar en Cataluña volvieran a Cataluña. O que en las matrículas ponga CAT. Y, teniendo en cuenta que creo que las selecciones nacionales de fútbol deberían dejar de existir, me importa un bledo que Cataluña tenga selección propia o no. En todo caso, no veo nada especialmente alarmante en todas esas cosas, ya que apenas son simbolitos, y además de los tontos. El problema es cuando se hace de ellos una cuestión de estado. Y eso se le da muy bien tanto al Partido Popular como a Esquerra Republicana de Catalunya, cuya única política parece consistir en llamar la atención para quedar bien con su parroquia. El último guiño inútil a sus electores ha sido esa supuesta bravuconada de intentar aparecer como víctima del opresor centralismo que no le deja a uno expresarse en su idioma y que sólo sirvió para que Manuel Marín se luciera, cosa que parece que además le encanta. Se suponía que entrar en el gobierno de Cataluña y tener grupo parlamentario propio en Madrid les iba a a servir a los republicanos para demostrar que son un partido político y no una asamblea de estudiantes de instituto, pero no lo están consiguiendo. Puede que Maragall esté haciendo bueno a Pujol, del mismo modo que casi todos los sucesores hacen buenos a sus antecesores, más que nada porque el tiempo nos hace olvidar sus defectos. Pero es que Carod-Rovira ya está haciendo bueno a Maragall y Puigcercós conseguirá que Montilla parezca un nuevo Cambó. Es más, me da incluso la impresión de que cuando los ya mencionados papeles salmantinos se pudran en un archivo del Eixample, cuando sea legal que uno se ponga en la matrícula las pegatinas que le dé la gana y cuando Cataluña juegue un mundial de fútbol, ERC se disolverá. Más que nada porque ya habrán alcanzado ese objetivo lejano del que hablan sus dirigentes y que no es la independencia, ni mucho menos, sino convertir Cataluña en una gran bandera, como la de la plaza Colón de Madrid. Vaya, que no veo cuál es la diferencia entre Carod, Bono y Trillo, aparte del bigote. Y más ahora, cuando Bono ha renunciado a una medalla que, qué caray, se había ganado. Como el Màgic Andreu.


 
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