septiembre 2006 | ||||||
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Jaime y Jaime
Tengo un hermano gemelo y mis padres se creen muy graciosos. Porque mi hermano se llama Jaime y yo también me llamo Jaime. Como cualquiera con dos dedos de frente se puede imaginar, esto nos ha ocasionado problemas y confusiones. Cuando regañaban a Jaime, no sabíamos a cuál de los dos se referían; y lo mismo cuando alababan o premiaban a Jaime. En el colegio, nunca supimos quién de los dos era el que sacaba buenas notas. Decidimos ir turnándonos. Hasta que al final ya no sabíamos a quién le tocaba llevar los excelentes y a quién los suspensos, si a mí o a Jaime. Tampoco se llegó a aclarar quién había roto la radio de la abuela (ella aseguraba que había sido Jaime), quién le gustaba a la vecina, que escribió en la escalera su nombre y el de Jaime envueltos en un corazón, quién era de letras y quién de ciencias, quién estudió Derecho y quién Medicina, quién toca la guitarra y quién el violín, quién sale con Nuria y quién se casó con Teresa. No es extraño verme en un juicio del que no recuerdo nada o atendiendo a una señora gorda sin saber qué recetarle, si es que he de recetarle algo, para después regresar a una casa que no conozco, pero que me suena de no sé qué, y saludar a una mujer qué me dice "qué tal, Jaime", y a la que siempre pregunto si lleva un jersey nuevo o si ha ido a la peluquería, y luego jugar con un niño que se me parece, pero al que no recordaba haber comprado aquel juego para la consola. Harto de tanto lío, decidí mudarme a una ciudad a doscientos quilómetros. Obviamente, no arreglé nada, ya que me inscribí en el censo con mi nombre y ahora no estoy seguro de si fui yo quién se mudó o si fue Jaime quien lo hizo. Al final dejé el asunto en manos de las autoridades. Le pegué un tiro a un tendero y le di el chivatazo a la policía. Ha sido Jaime Rubio, le susurré al 091. Nos arrestaron a los dos, claro. Ni Jaime ni yo sabíamos qué iba a pasar, hasta que los testigos presenciales sacaron de dudas a la policía: --No, el pelirrojo, no. Fue el moreno. Para evitar más follones, decidimos cambiarnos el nombre. Ya no habrá más problemas: yo me llamo Jaime Moreno y él, Jaime Pelirrojo.