miércoles, 19. abril 2006
Jaime, 19 de abril de 2006, 9:09:04 CEST

La fiesta de la democracia


Se acostumbra a decir que las elecciones son la fiesta de la democracia. Eso lo dicen quienes no acudieron a su cumpleaños. Aquello sí que fue una fiesta. Nos divertimos tanto con la Demo que al final resultaba ya hasta desagradable. Joder, qué bien lo estamos pasando, me dijo Justicia, toda borracha, agarrada a una bandeja con pastitas de té. Pues sí, le contesté, qué asco, ¿no? Y la Justi me miró toda triste y me dijo ni que lo digas, y se largó suspirando y tropezando con los muebles. No por borracha, que también, sino por ciega. O sea, ciega de nacimiento, de los ojos, no ciega por haber bebido. Que también. A aquella fiesta fuimos todos. Estaban Igualdad, Fraternidad, Libertad, su hermana viciosilla Libertinaje... Ahora parece que sienta cabeza y lleva un tiempo saliendo en serio con Civilización, pero no sé yo. El Civi tiene el supuesto encanto de los intelectuales, pero es un bendito y un soso, y ya sabemos todos lo mucho que le gusta la fiesta a esta chica. De hecho, aquel día ya tonteaba con Fortaleza, con quien estuvo liada hace unos añitos. Ya se lo dije al Civi, que se anduviera con ojo, que fuera con prudencia, pero él me dijo, y no sin razón, que Prudencia ya estaba liada con Templanza. Y esa pareja parece que va a durar por lo menos hasta que se decidan a romper, que, conociéndolas, no será pronto. --Se le ve enamorado --me comentó Parlamentarismo--. Si Libe la deja, eso supondrá el fin de Civilización tal y como lo conocemos. Pero, bueno, los líos de amores se dejaron bastante de lado aquella noche. La gente fue allí a divertirse. Porque vaya noche. Han pasado dos meses y aún tengo resaca. Y eso que dicen que la Demo está enferma. Hombre, desde entonces igual necesita un trasplante de hígado, pero por lo demás, no sé yo. Sí que es verdad que vivimos momentos de pánico cuando se subió a la barandilla del balcón y comenzó a gritar que era la mejor de entre todas las conocidas, pero Política la bajó a empujones y le dijo aquello que dice continuamente de "seriedad, seriedad, ante todo, seriedad". Como siempre, le dimos de collejas. Y, también como siempre, se encerró a llorar en el lavabo. Demagogia la consiguió consolar con sus habituales buenas palabras, pero al final prefirió volverse antes a casa. La idea era acabar la noche en alguna discoteca. Éramos muchos y no había forma de ponerse de acuerdo, así que al final fuimos donde siempre, a Constitución. Más vale malo conocido. Aunque al final y en comparación con la fiesta de antes, nos supo a poco. Eso sí, pusieron bastante música de los ochenta, que tiene su gracia. Acabé a las seis de la mañana arrastrando a Democracia a casita. Estaba ya la pobre a cuatro patas. --Esto sí que ha sido la fiesta de la Democracia, y no las elecciones --le dije, repitiendo por enésima vez el chiste de la noche. --Son unos hijos de puta --contestó--. Habría que matarlos a todos. Se creen importantes porque son mayoría, pero son unos mierdas y unos cobardes. --Anda, anda, vamos a dormir, que ya verás mañana. --Voy a llamar a mi hermana Dictadura y se van a cagar... --Ea, ea... --No voy a consentir más atropellos. --No, no, por supuesto. --Cientos de ancianas mueren atropelladas cada día en las grandes ciudades. Eso es impermeable. --Inadmisible. --También.


 
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