junio 2004 | ||||||
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Disimular
A pesar de los refranes, han pillado antes a los presos fugados William Clay Bohanan y Berl Keith McKinnie que a su compañero de fatigas Billy Leo Potts Jr. Digo lo de los refranes porque Bonahan y McKinnie son cojos: uno tiene un pie ortopédico y el otro la pierna. Sólo faltaría confirmar que Potts es un embustero para que quede refutado una vez más eso de que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. De todas formas, estoy convencido de que si les han pillado es precisamente por culpa de quien conserva las dos piernas, ya que es justamente el más sospechoso. Es decir, nadie creería que un par de cojos se van a fugar de una prisión. Al verles trotando por la galería fuera de su celda a altas horas de la madrugada, los guardias pensarían que simplemente daban un paseíto. Estirando la pierna un poco. ¿Cómo se van a fugar dos cojos? No llegarían muy lejos. En cambio, al verles con Potts, la alarma habría saltado. Ése tipo igual sí se fuga: ni siquiera tiene un hueso roto. Lo raro no llama la atención. Se tiende a sospechar más bien de lo normal. No sé si es que tenemos tantas ganas de salirnos de la norma, que al final lo normal se convierte en algo extraordinario, pero el caso es que lo corriente parece un disfraz. Otro ejemplo: lamento no recordar ni dónde leí esta historia, ni los términos exactos, pero trataba de un colombiano que se llamaba Juan García, José Pérez o algún otro nombre igual de vulgar. El caso era que le registraban en todas las aduanas. Con ese nombre, el pasaporte seguro que está falsificado, pensaban los agentes, y más siendo de Colombia. García tenía que viajar a menudo por cuestiones de trabajo, así que, comprensiblemente, estaba harto de perder horas sometiéndose a interrogatorios y registros absurdos. No tardó en encontrar la solución: se agenció un pasaporte falso, cuyo apellido era algo así como Barraigoetxea. No volvió a tener problemas en ninguna frontera. Y es que ¿quién va a sospechar de alguien con ese nombre? Si hubiera querido pasar desapercibido con un pasaporte falso, hubiera escogido un apellido que no llamara la atención. Como, no sé, García o Pérez. Sólo que el colombiano ya se había dado cuenta de que la mejor forma de no llamar la atención es, justamente, llamar la atención. Y viceversa: para llamar la atención, lo mejor es intentar pasar desapercibido.