martes, 4. noviembre 2003
Jaime, 4 de noviembre de 2003, 23:18:54 CET

Otro rollo sobre el príncipe


Pido disculpas de antemano por la poca originalidad del tema, pero me apetecía comentar una cosilla más sobre todo esto de la monarquía. El caso es que estos días se ha hablado bastante del hecho de que Felipe sea el heredero cuando su hermana Elena es la primogénita. Muchos explican que el hecho de que el varón tenga preeminencia sobre sus hermanas es una medida discriminatoria y arcaica. Eso sí, las malas lenguas aseguran que esta medida se mantiene sólo porque Elena no tiene las suficientes luces para reinar y sus papás no querían hacerle el feo de pedirle que dejara jugar a su hermanito. En todo caso, lo que se pide como iniciativa democratizadora de una institución que de democrático no tiene nada, es que el heredero sea el primer hijo, nazca niño o niña. Tal cosa iría de acuerdo con la Constitución, que deja bien claro que no puede haber discriminación alguna por motivos de sexo. Pero, claro, la Constitución también afirma que no puede haber discriminación por motivos de edad. Es decir, ¿por qué ha de ser el primer hijo el escogido? ¿Por qué no el segundo? ¿O el quinto? Para eliminar esta clara situación que va en contra de los derechos de la persona, el heredero debería escogerse por sorteo: reinará el que saque la carta más alta, por ejemplo. Pero no nos detengamos aquí: en la Carta Magna también se puede leer que no puede darse discriminación por motivos de nacimiento. Es decir, no hay razón para ceñir esta lotería a los tres infantes y, por tanto, el sorteo para escoger rey debería extenderse a toda la nación, como en la novela de Chesterton. Llegados a este punto, alguno me dirá que por qué no instaurar una república y elegir por votación a un presidente. No niego que eso sí que eliminaria toda posible discriminación, además de ser democrático sin necesidad de malabarismos. Pero en este país no se puede proponer tal cosa, porque a todo el mundo le ha dado por decir que es repúblicano, pero, eso sí, pragmático y juancarlista. Esto básicamente consiste en decir tres cosas: si funciona, para qué molestarse en cambiarlo; mejor una monarquía que una república, teniendo en cuenta lo mal que fueron en España las dos anteriores; Juan Carlos es un gran tipo: fíjate en lo que hizo durante el intento de golpe de Estado. No seré yo quien juzgue estas arraigadas y populares ideas como frasecillas de cartón piedra, así que creo que no queda más remedio que admitir que la monarquía, para ser compatible con la democracia, ha de pasar por el sorteo universal del trono. Y por la elección democrática del consorte de turno, pero ésa es otra historia.


 
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