lunes, 24. noviembre 2003
Jaime, 24 de noviembre de 2003, 17:18:43 CET

Y ahora, ¿qué?


Barcelona se ha quedado sin símbolo: Copito de Nieve murió esta madrugada. La verdad, se nota que la ciudad ha perdido su referente. Porque es que, de momento, no tenemos reemplazo. Guardiola está en Qatar y la orca Ulises emigró hace años a San Diego. A los barceloneses nunca nos ha gustado demasiado la Sagrada Familia, que además ni siquiera está acabada. Las Ramblas, que a mí siempre me han parecido feas y aburridas, están cada vez peor: sucias, polvorientas, tan llenas de gente por las tardes que uno ha de ir abriéndose paso a empujones. La Rambla de Catalunya es un sitio agradable, sobre todo ahora que ya está libre de terrazas hasta que llegue de nuevo el verano, pero sólo es eso: un sitio agradable, nada emblemático. Y la plaza de Catalunya no es más que un enorme nido de palomas psicópatas, que parecen sacadas de la película de Hitchcock. De todas formas, no resulta difícil deducir que el ayuntamiento ya lleva tiempo trabajando en este tema. Y es que, teniendo en cuenta que la enfermedad del gorila no ha pillado a nadie por sorpresa, se entienden ciertas acciones emprendidas por el consistorio para hacerse con un nuevo símbolo. Me refiero a Woody Allen. Siempre ha habido un peloteo mutuo entre el cineasta y la ciudad. Aquí, a todo el mundo le gustan sus películas y quien diga que está sobrevalorado se expone a un merecido linchamiento. Los últimos años, el peloteo parecía haberse salido de madre y el baboseo por ambas partes ya daba cierta grima. En septiembre, con Copito agonizando, el ayuntamiento le otorgó el título de "Amigo de Barcelona". En la ceremonia de entrega, Allen aseguró que "seguramente Barcelona es la ciudad más perfecta del mundo". Sin exagerar, claro. También volvió a dar la tabarra Antoni Llorens, consejero delegado de Lauren Films, distribuidora en nuestro país de las cintas del neoyorquino. Llorens, además de creer que es la musa y el verdadero descubridor de Allen, lleva años intentando convencer al cineasta para que ruede en nuestra ciudad alguna película o, en su defecto, alguna escenilla. Ahora está claro el objetivo de todas estas iniciativas: que Woody Allen sustituya a Copito de Nieve como emblema de Barcelona. Y que aparezca en nuestros llaveros, sustituyendo tanto al simio como a Cobi, la por suerte olvidada mascota de las olimpiadas. Alguno dirá que será difícil que Allen abandone Manhattan por el Eixample, pero todo se consigue con buena voluntad, facilidades para financiar sus filmes y una casa en Pedralbes. Y si alguien objeta que el realizador es extranjero, sólo hay que recordarle que Copito era de origen guineano. Si lo de Woody Allen falla, hay otros candidatos a símbolo barcelonés en el banquillo. El más evidente: Bruce Springsteen. Cada vez que el músico viene a Barcelona, podemos leer en los periódicos acerca de la relación "especial" que hay entre la ciudad y el Boss. De hecho, en su más reciente visita hasta soltó una frasecilla en catalán en lo alto del escenario, cosa que al parecer llevó al orgasmo a muchos de sus fans. Además, su último vídeoclip estaba rodado durante uno de estos conciertos y se podía ver a un puñado de pirados del público alzando un castell. En definitiva, que hay que procurar sustituir al gorila albino por un nuevo símbolo, ya sea el cineasta neurótico o el cantante gritón. El caso es que podamos seguir pensando que nuestra ciudad es la mejor del mundo, no vaya a ser que comencemos a echar un vistazo a nuestro alrededor y nos demos cuenta -horror- de que no es así.


 
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