febrero 2003 | ||||||
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Certificado de buena conducta
Yo creía que oponerse a cualquier guerra por sistema no podía levantar suspicacias. Es una postura que hay que matizar y explicar en algunos casos, pero nunca justificar. Y es que, vaya, no tiene nada de raro que uno quiera que los problemas no se solucionen a tiros. Pero resulta que no es así, al menos en lo que se refiere a la posible y futura guerra contra Iraq. Porque para criticarla hay que dejar bien claro antes que nada que también se está en contra de Eta, que no se está a favor de la dictadura de Sadam Husein, que no se siente animadversión hacia el pueblo estadounidense y que en 1939 (si no antes) la guerra contra Hitler estaba justificada. Así, después de dejar claro todo esto -que uno ya tenía claro mucho antes de que le exigieran un certificado de buena conducta- ya se está legitimado para expresar dudas acerca del conflicto en cuestión. Ahora, a pesar de todo, nada nos libra de que el propio presidente del Gobierno nos llame ingenuos y desinformados, con toda la tranquilidad que le da saber que tiene la jubilación a la vuelta de la esquina. Eso sí, después de llamarnos tontos y víctimas de los demagogos, nos pide que le comprendamos aunque no estemos a su altura (un hombre de Estado tiene que hacer lo que un hombre de Estado tiene que hacer) y que le creamos básicamente porque sí. Una vez llegados a este punto, yo reconozco que ya no entiendo nada. O que prefiero no entender. Total, a Aznar le quedan dos telediarios, y no merece la pena preocuparse por ese preocupante porque sí. Mejor esperar a ver quién le sustituye en la Moncloa (sea de su partido o de otro) y confiar en que no le dé también por creer que el mundo (o al menos España) es un pañuelo y que además ese pañuelo lo tiene bien plegadito en su bolsillo.