miércoles, 19. febrero 2003
Jaime, 19 de febrero de 2003, 0:04:29 CET

Egoístas


Aunque aún es pronto para juzgar, parece que la iniciativa de cobrar cinco libras a quienes quieran ir en coche por el centro de Londres está reduciendo el caos circulatorio en la ciudad británica. No es extraño que tenga éxito esta resolución, no sólo porque por tal cantidad no serán muchos los que se atrevan a agarrar su vehículo, sino también porque difícilmente encontrará una respuesta negativa mínimamente organizada por parte de los conductores, como explica Zoe Williams en The Guardian. Un ejemplo que pone la propia periodista: la misérrima manifestación de doscientas personas, que ni siquiera llegaron a cortar el tráfico. Williams no duda en asegurar que el motivo de que los usuarios de motocicletas y automóviles no sean capaces de organizarse para protestar contra dicha medida es que éstos son unos bastardos y unos egoístas. Básicamente. Y es que, explica, que un individuo use el coche a pesar de que pueda recurrir al transporte público significa que el tipo en cuestión siente asco ante la posibilidad de viajar cerca de otra persona, que no tiene remordimientos de conciencia por contaminar y que, además, no duda en anteponer las ganas de no mojarse en caso de lluvia a cualquier sentimiento de responsabilidad y civismo. "Si conduces un todoterreno -añade, inmisericorde-, eres todas estas cosas, sólo que diez veces peor". Sin duda, exagerado. Y, en parte, discutible (sólo en parte). Pero pone de manifiesto ciertas actitudes de los conductores, que hace temer a los no londinenses por la posibilidad de que en sus ciudades se tomen resoluciones parecidas. Total, las quejas no van a ser importantes y tocará pagar. O, peor, ir en metro. Eso sí, los políticos barceloneses, con el alcalde Joan Clos a la cabeza, ya han declarado que esta medida es exagerada, que es mejor fomentar el transporte público y que, en todo caso, Londres es una ciudad más grande y con mayores problemas de tráfico que Barcelona. Menos mal que ellos no parecen estar por la labor, porque en Barcelona los conductores son igual de incapaces de unirse para defender sus derechos. O lo que puedan creer que son sus derechos. Y eso a pesar de que Cataluña es un país de asociaciones. De hecho, casi parece que haya más asociaciones que socios. En lo que se refiere al transporte, las hay en defensa del transporte público, de los usuarios de bicicletas, incluso de patinadores. Pero los conductores de automóviles no tienen ni una sola que les defienda de nuevas calles peatonales o de rotondas impracticables, por no hablar ya de posibles tasas por circular por el centro de la ciudad. No me extraña que los conductores no hayan logrado crear tal asociación. Posiblemente ni han pensado en ella. Sobre todo teniendo en cuenta que, como dice la propia Williams, "ni siquiera son capaces de ser amables los unos con los otros", sobre todo, como añade, si perciben cualquier signo de debilidad, como la L que llevan los conductores noveles. Y es que, así las cosas, en caso de formar esta asociación, ¿qué harían en las reuniones? ¿Soltarse bocinazos y cagarse los unos en los muertos de los otros?


 
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