jueves, 12. enero 2006
Jaime, 12 de enero de 2006, 9:13:08 CET

La entomología, una profesión de riesgo


La entomóloga Ruth Johnson falleció el pasado martes devorada por las termitas asesinas del Sudán. Se trata de la tercera entomóloga muerta en el ejercicio de su profesión en lo que va de siglo. La número ochenta y tres de la que se tiene conocimiento. El primer caso conocido de muerte de un entomólogo en el ejercicio de su profesión es el de Johannes Ants, científico del siglo 16 que enfermó de tifus tras clasificar las cucarachas de Baviera en tres grandes familias. Una a una y con sus propias manos. Su trabajo se consideró obsoleto y asqueroso ya antes de su muerte. Desde entonces, los entomólogos trabajan con guantes o se lavan muy bien las manos antes de comer. También desde entonces son considerados, no sin razón, unos enfermos. Más respetado fue Sebastian Belle, parisino que falleció en 1784. Estaba examinando con lupa un avispero que colgaba de un nogal y, al ver los bichos tan grandes y tan de cerca, se asustó, se cayó y se rompió la nuca. De su pluma nos queda el famoso De avispas y abejas. Cómo distinguirlas antes de que sea demasiado tarde. Su discípulo Jean-Luc Jobar añadió un epílogo acerca de la mejor manera de sujetar una escalera a un árbol. Mary Pickford fue la primera mujer entomóloga y la primera en morir en el ejercicio de su profesión. Estadounidense y por tanto obesa, escribió un interesante tratado que ha llevado a muchos niños y niñas a interesarse por el pequeño y animado mundo de los insectos: Los bichos son asquerosos y por eso nos gustan. Actualmente sus métodos de estudio son considerados "innecesariamente sádicos y crueles" por los pusilánimes, pero gracias a ella sabemos que cuando los escarabajos arden, hacen un ruido así como fiusssshhh. Murió en su laboratorio en 1887. En extrañas circunstancias. Algunos dicen que hubo un motín entre sus experimentos. Su vida inspiró la película La mosca. La labor del británico Robert Inglond era más agradable. Se especializó en mariposas y murió en 1923. Dio nombre a veintinueve especies distintas y se ganó comprensiblemente fama de homosexual: la robertiana, la inglondiana, la robertesa, la inglondesa, la albis inglond, la robertia volatoris, etcétera. Murió al capturar con su red la que se conocería como robertia matadora. Saltó para cogerla y olvidó que estaba al borde de un precipicio. Su cadáver fue hallado semanas más tarde. En él se encontraron larvas de una especie de gusano no conocida hasta entonces: el robertino devorantis. Sin duda, la entomología es una profesión de riesgo. Y los entomólogos son probablemente unos desequilibrados que no maduraron de forma adecuada, cosa que les hace sentir verdadera fascinación por unos animales que no son más que crueles errores de la creación, y que Dios me perdone. Aunque menos mal que existen los insectos y los arácnidos y demás, porque, de no ser así, toda esta gente estaría probablemente asesinando a personas inocentes.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us
enlace directo