miércoles, 12. julio 2006
Jaime, 12 de julio de 2006, 15:43:51 CEST

Penalti clarísimo


Una vez más, Jaime Rubio fue conducido ante el juez. En esta ocasión por no haber visto ningún partido del mundial de fútbol. Ni siquiera los de la selección. La española. Al comienzo de la vista, el abogado de Rubio le exigió al juez que el acusado se representara a sí mismo. La petición fue aceptada por el magistrado, que también ordenó a los alguaciles que redujeran al preso. "Pero si todavía no he dicho nada", declaró el delincuente, entre golpe de porra y patada. "Pero lo ibas a decir", sentenció, y casi nunca mejor dicho, el juez. El fiscal explicó que Rubio había preguntado en un bar y en presencia de niños "quién era el tal Zidane". No contentó con el estupor causado y después de recibir una respuesta más que educada, Rubio aseguró que no seguía "eso del fútbol". Preguntado por los motivos, Rubio afirmó no ser un cretino oligofrénico y violento, como los seguidores de dicho deporte. Acto seguido, el fiscal llamó a declarar a un reputado psiquiatra, que explicó que Rubio no era ningún cretino oligofrénico, sino que padecía un "marcado complejo de inferioridad, además de tendencias agresivas que podrían brotar en cualquier momento, dando lugar a ataques de cólera". En ese preciso instante, Rubio se puso de pie. "¡Eso es falso! --Gritó--. ¡Eso es mentira! ¡Malditos cerdos! ¡Os mataré a todos, hijos de puta, hijos de la gran...!" Rubio fue nuevamente reducido. Cabe recordar que los juzgados de Barcelona cuentan desde principios de mes con una unidad de alguaciles especializados en reducir acusados. Han sido entrenados por los jíbaros. En ese momento de la sesión y tras unas decenas de golpes, el acusado apenas medía metro quince y pesaba cuarenta y dos quilos. Es decir, diez centímetros y ochenta quilos menos que al inicio de la vista. Rubio procedió a interrogarse a sí mismo. Se preguntaba de pie y corría a sentarse en la banqueta de los acusados para darse la respuesta apropiada. Transcribimos parte del cuestionario. ABOGADO: Señor Rubio, ¿es cierto que usted posee un cociente intelectual superior al del noventa y nueve por ciento de la humanidad? ACUSADO: Ja, ja, abogado Rubio, está mal que yo lo diga, pero sí, soy extremadamente inteligente. Fíjese en este puzzle. Lo hice el fin de semana pasado. Quinientas piezas, nada menos. ABOGADO: Impresionante. ¿Por qué no le gusta el fútbol? ACUSADO: Comprenda que nosotros, las mentes elevadas, no estamos para esos pasatiempos mundanos. Prefiero escuchar las piezas para clave de Bach, mientras leo alguna buena novela. Y si enciendo la tele no es para ver un partidito de esos, sino para degustar algunos de los devedés de mi colección de clásicos del cine.
Interrogado hábilmente por el fiscal, Rubio confesó escuchar el Caribe Mix y leer sólo la revista de Operación Triunfo. Este fiscal es un grandísimo interrogador: domina unas técnicas dialécticas prácticamente insuperables. En esta ocasión usó uno de sus métodos más renombrados: aplicar con suave presión la planta de su bota contra el cuello del acusado. El juez condenó a Jaime Rubio a ejercer de árbitro en los dieciseisavos de final de un campeonato entre colegios, partido que se celebró el día siguiente al juicio. Se espera que Rubio salga del hospital antes de navidades y que reconozca ante los padres del equipo perdedor que aquello no fue penalti y que, por tanto, su reacción fue más que lógica.


 
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