lunes, 20. febrero 2006
Jaime, 20 de febrero de 2006, 10:07:39 CET

El coleccionista


Es curioso esto de perder cosas. Sin ir más lejos, no sé dónde he dejado El grito, de Munch. Estaba redecorando, lo descolgué y ahora no sé si lo guardé en algún armario o si lo he tirado sin querer con unas cajas que tenía amontonadas en el altillo. Digo que es curioso porque mientras buscas lo que has perdido no lo encuentras y cuando dejas de buscar, aparece. Ya encontraré el cuadro, imagino. Estará donde menos te lo esperas, ahí a la vista, pero qué tonto, si has pasado cincuenta veces por delante. Es una pena, de todas formas. Con lo que me costó robarlo. Porque me daba pereza, más que nada. Una vez estás allí, no, pero eso de levantarse del sofá, coger un avión, alquilar un coche... En fin, un agobio sólo de pensarlo. Me sobrepuse a mis pocas ganas de salir de casa porque yo soy un amante del arte. Tengo una pequeña, pero destacable colección: una reproducción del Guernica que me regaló la Caixa, una última cena que me regaló la Caixa y uno buenísimo que compré en Sitges con unos perros jugando al póquer. Es superrealista. Parece que vayan a decir de un momento a otro: "¡A mí dame tres!" o "¡Las veo!" Me gusta el arte que representa cosas de verdad. Por eso, debajo del cuadro de Munch tenía una grabadora. Cuando contemplaba el cuadro le daba al play. Había una cinta llena de gritos míos. Noventa minutos de gritos. Así la cosa era más realista porque el cuadro muy real no es. ¡Aaaahh! ¡Aaaaahhh! ¡AHAAAHAAHAA! Que sensación. El Guernica tampoco es realista, pero es que es Picasso, qué esperabas, se le rompió la muñeca y por eso le salían todas las caras de lado. O igual se quedó en primero en la carrera de arte y no pasó de los egipcios. Con lo que se ha avanzado desde entonces. Ahora no hace falta que los edificios acaben en punta, por ejemplo. Y hay ventanas. Las ventanas son un gran invento, y no sólo en verano.


 
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