martes, 22. marzo 2005
Jaime, 22 de marzo de 2005, 11:45:31 CET

Me estoy haciendo viejo


Viene el jefe y me dice que cómo le he dejado entrar. Qué quieres que te diga, le digo, no podía decirle que no. Joder, y ahora hay un puto mongolo en medio de la pista. Hombre, jefe, que iba con habituales, que estaban en la lista y todo. Me cago en la puta lista, joder. Pero ¿qué querías que les dijera, que no se puede entrar con síndrome de down? No, coño, pero te inventas algo, ¿verdad que a los feos no les dejas pasar y no les dices que quedan mal ahí dentro? Jefe, no me jodas, y lo he pensado no creas, pero, coño, llevaba zapatos y todo, aunque lo de los zapatos ya no es excusa, pienso, porque ahora resulta que también se puede ir con deportivas, pero han de ser unas bambas muy concretas, claro, no de estas de correr, sino de las de pijo, y lo mismo vale para el resto de la ropa. Antes las cosas estaban más claras. Los moros y los gitanos, fuera, que sólo vienen a robar y a pelearse. Si vienen muy borrachos o colocados, se quedan en la puerta. Si venden y son conocidos, para adentro. Ahora ya no es tan fácil porque si no dejas entrar a según quién, te ponen una denuncia o el jefe te echa bronca. Joder, cómo se puso cuando no dejé pasar a no sé qué negro que resulta que era un diyei amigo del diyei. Y a mí qué me cuentas, hostia. Si es que me hago viejo y ya tendría que haber encontrado otro trabajo. De profesor de gimnasia. O de relojero con mi padre. Vendiendo relojes, no haciéndolos, claro. Esto de discutirme con guiris borrachos me está comenzando a amargar. Qué coño comenzando, me tiene amargadísimo. Bueno, dice el jefe, que sepas que no me mola nada. Bueno, pienso, y a mí no me mola tu cara de pijo encocado, con esa camiseta de nenaza, esos tejanos rotos y esa americana blanca de putero marbellí. ¿Y qué mal hace?, le digo, joder, sólo está bailando. Me cagüen la puta y si le da un mal rollo y se pone a gritar o a molestar a los clientes, ¿qué hago? ¿Llamo a la policía? Vengan, agentes, que un mongolo se ha vuelto majara. Hombre, jefe, no exageres. Además, sigue, si me pregunta alguien, ¿qué le digo? ¿Que es nuestra mascota? Joder, no te pases, y por una vez lamento no drogarme, porque con los acelerones que da el tema seguro que no hubiera podido evitar partirle la cabeza. Y bien a gusto que me hubiera quedado. Nada, que me hago viejo para esto. Pues que no se repita, dice, la próxima vez te inventas algo, que el local está lleno, que estamos pintando, lo que te dé la puta gana, pero no quiero raritos aquí dentro. Pero hombre... Pero hombre, ¿qué? Pues que con qué cara iría yo mañana a comer a casa de mis padres. Ahora te has vuelto escrupuloso, dice, pues con los ingleses borrachos no te cortas tanto, osti, cómo se nos ha puesto el gentleman de los cojones. No es eso, no es eso... Coño ¿y qué es? Mi hermano... Joder... Sí... ¿Tienes un hermano mongolo? Con síndrome de down, sí. Hay que joderse, me cagüen la puta. Y se vuelve para adentro, algo cortado, pero no dice nada más. Le tendría que haber roto la cabeza. Pero me estoy haciendo viejo.


 
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