febrero 2005 | ||||||
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Busque, compare y si encuentra algo mejor, etcétera, etcétera
Yo no me dejo influir fácilmente. Y menos por los anuncios. Soy un tipo independente y tal y cual. De todas formas, reconozco que la publicidad cumple con eficacia su principal función: informar acerca de los productos a los que podemos acceder para mejorar nuestra vida. Por ejemplo, siempre llevo encima un tampax. No sé bien bien cómo se ha de usar, pero no pienso prescindir de la sensación de comodidad e higiene que proporciona para esos días. Ignoro cuáles son esos días, pero imagino que será cuando uno no se siente ni cómodo ni limpio por muchas duchas que se dé y sillones por los que se desparrame. En todo caso, me siento más seguro llevando uno de esos tampones en el bolsillo. Mejor que una compresa, porque a veces asoma y uno ha de aguantar preguntas innecesarias de gente que aún no se ha enterado de que vivimos en el siglo 21. Gracias a la publicidad, también me ahorro horas de plancha: simplemente unto mis camisas con una crema antiarrugas antes de acostarme. No es que queden tan bien como tras un buen planchado, pero este sistema es mucho más rápido y cómodo. Aunque debo tener cuidado al apoyarme en una pared o en una farola, porque resbalo. Eso sí, y hablando de cosméticos, con la colonia tengo muchos problemas: por las mañanas me pongo una bien fresquita, por aquello de despertarme y tal, pero en cuanto entro en el metro me echo algo de Brummel gracias a un pequeño vaporizador que siempre llevo encima encima. Y es que que en las distancias cortas es cuando un hombre se la juega. Al salir a la calle me pongo una de Dior: una fragancia urbana para hombre, según leí en una revista. Si salgo por la noche uso Emporio Night, como su propio nombre indica, y en verano, Eau d'été, también como su propio nombre indica. Estas dos últimas son de señora, pero aún no he encontrado sustituto varonil. El problema, como alguno ya habrá adivinado, es que no siempre tengo tiempo de ducharme entre coloniazo y coloniazo, por lo que al final del día acabo ligeramente mareado y con un suave pero persistente dolor de cabeza. Confío en que pronto se anuncie un producto completo que satisfaga las necesidades de un veinteañero con diferentes compromisos a lo largo del día. Podría hablar también de la señorita rubia que venía con el coche nuevo, o de los amigos que he hecho gracias a la cerveza, pero acabaré con un ejemplo que muestra cómo la publicidad permite ahorrar dinero, que no se trata sólo de gastar, sino de gastar como es debido, informándose antes. En un anuncio decían que un televisor de plasma era como un cuadro, por lo bonito y eso, y en vez de una tele me compré una pintura, que me salió mucho mejor de precio. Es de un payaso triste, una cosa muy profunda y con mucho sentimiento. La pena es que no puedo cambiar de canal, pero al menos el payaso ya me habla. "Mata --me dice--, mátalos a todos".