noviembre 2003 | ||||||
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Encadenados a la poltrona
Las elecciones catalanas son una nueva muestra de un aburrido vicio político al que somos muy dados en España: confundir años con lustros. Así, los partidos y los políticos permanecen en sus cargos el doble o el triple del tiempo justo y necesario. Y eso, con suerte. En definitiva, parece que los votantes nos acercamos a las urnas acojonados ante la terrible perspectiva de que quienes llevan más de diez años en el poder, lo pierdan. Pobres, si ya se habían hecho a la idea de ir mandando, para qué les vamos a quitar la ilusión. Así, el Psoe mantiene virreyes vitalicios en Extremadura, Castilla La Mancha y Andalucía. El PP se agarra a Galicia y a Castilla León, además de a España, donde lleva ocho años gobernando y cuenta además con todos los números para seguir en el poder cuatro más, como mínimo. Eso sí, todavía está por debajo de los catorce años que costó levantar a Felipe González de la butaca. CiU se ha metido Cataluña en el bolsillo. Y, cuando nadie miraba, ha cosido este bolsillo. 23 años con Pujol y ahora otros cuatro, para empezar, con Artur Mas, ese funcionario repeinado. Por no hablar del País Vasco y el PNV, donde además se llegó a dar la ridícula situación de que el Psoe ganara unas elecciones y le cediera el gobierno al partido nacionalista de Arzalluz. Por supuesto, la no alternancia es tan democrática como la alternancia, ya que, al fin y al cabo, es el resultado de votar. Pero me da que los relevos, al igual que la ausencia de mayorías absolutas, son más higiénicos. El cambio de partidos y de personas trae ideas nuevas, evita los caciquismos y los clientelismos, aporta cierta frescura. También decepciones y fracasos, claro, pero las elecciones no sólo sirven para aupar a alguien al poner, sino también para apearlo. Imagino que el miedo a los cambios políticos no es más que una variante del clásico "que me quede como estoy" que acostumbramos a manifestar en casi todas las facetas de nuestra vida. Uno no cambia de empleo, porque ya le conocen y no le van a echar; no cambia de peluquería, no le vayan a hacer un desastre; no se compra esa camisa roja, porque no se ve con ella. Hay excepciones, claro: todo el mundo quiere tener siempre un ordenador, un móvil y un coche nuevos. Pero supongo que da lo mismo insistir con este tema. Después de todo y por mucho que protestemos, imagino que nos esperan otros treinta años de Convergència en Catalunya, treinta más del Psoe en Andalucía y un Fraga que, casi como el Cid, seguirá gobernando en Galicia después de que lo hayan embalsamado.