noviembre 2003 | ||||||
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Gente que habla
Jiménez de Parga Manuel Jiménez de Parga, presidente del Tribunal Constitucional, ha vuelto a soltar una de las suyas. Y eso que aún no nos habíamos repuesto de su ataque, hace meses, a las nacionalidades históricas que reconoce la Constitución. Certero ataque cuyo argumento principal, recordémoslo, era que en Granada había fuentecillas. Ahora ha abierto esa enorme boca que no le cabe en la cara para explicar que la "inmensa mayoría" de los españoles era franquista y que en "pocos sitios" se recibía a Franco "con el entusiasmo" con el que lo hacían los catalanes. Bueno, ¿y qué? No recuerdo que nadie haya puesto jamás en duda que durante el franquismo hubo una gran mayoría indiferente que prefería el famoso "que me quede como estoy" a posibles experimentos democráticos. Por no hablar de quienes, durante la guerra y también, claro, en Cataluña, se pusieron del lado de los militares golpistas, quizás no tanto por confiar en el fascismo como por miedo a unos republicanos a los que les dio por iniciar la revolución. Eso sí, puede que estas declaraciones que ni siquiera vienen a cuento tengan algo de confesión. Al fin y al cabo, Jiménez de Parga viene a decir que mientras Franco vivía, eran pocos los que se oponían abiertamente al franquismo, aunque, después de la muerte del dictador todo el mundo se convirtiera en demócrata de toda la vida. Es posible que De Parga quisiera confesar lo que muchos sospechábamos: que su fama de antifranquista es inmerecida y que cuando el generalísimo visitaba la Universidad de Barcelona, él era uno de los catedráticos que más efusivamente le recibía. Por aquí, Excelencia, éste es el paraninfo. Tiene que estar agotado, ¿me deja que le haga un masaje en los pies? Arriba España.
Rodríguez Ibarra Otras declaraciones que me han llamado la atención han sido las de Juan Carlos Rodríguez Ibarra. El presidente de Extremadura afirma que Aznar tiene que olvidar su "promesita" y seguir optando a la presidencia del gobierno, ya que "el país está en dificultades" y hay que defender la sacrosantísima unidad de España, no se vaya a quedar esta unidad en un puñado de decimales. Dejando a un lado el hecho de que Ibarra igual no se acuerda de en qué partido milita, creo que puede ser divertido establecer comparaciones. Con Estados Unidos, claro. Y con Franklin D. Roosevelt. Como es bien sabido, Roosevelt rompió la norma no escrita según la cual el presidente del país no debía permanecer en el cargo más de dos mandatos. Y lo hizo a causa de la Segunda Guerra Mundial. España es más pequeñita que Estados Unidos, reconozcámoslo, así que no nos hace falta un conflicto bélico universal para pasar por profundas e insalvables crisis: con un proyecto -¡no!- que propone que se celebre un referéndum -¡horror!- tenemos de sobras. Tampoco necesitamos un Roosevelt. Nos basta con Aznar, un inspector de hacienda que nació para ser un inspector de hacienda. Y no hay ningún Hitler a mano, pero sí un Arzalluz, que es la mismísima encarnación del diablo, como sabe todo constitucionalista de pro y nacionalista español no confeso. Con estos elementos tenemos suficiente para que nos entre el pánico y olvidemos que en democracia nadie es imprescindible -de hecho, la mayoría es prescindible- y nos dé por declarar todos los estados de emergencia de que uno disponga, además de, por supuesto, hacerle un masaje en los pies a Aznar, a ser posible durante alguna de sus visitas a Cataluña.