Cómo fomentar el transporte público


Tengo unas cuantas ideas para fomentar el transporte público, sin necesidad siquiera de recurrir a las modelos conductoras desnudas. Porque esta idea es sexista, aunque la culpa no es mía, sino de las modelos que se desnudan, que me hacen tener estas ideas. Malditas machistas sin escrúpulos. Deberían limitarse a enseñarnos lo bien que les quedan —y podrían quedar a otras personas— los abrigos y los jerseys de cuello de cisne, y no ir desnudándose por ahí, ofreciéndose voluntarias para conducir autobuses y fomentar así el transporte público. Deberían estar todas en la cárcel. Siguiendo con el tema del transporte público, yo creo que lo usaría más gente si se utilizaran trenes (o algo parecido) que fueran bajo tierra, ahorrándose así los semáforos y los problemas de tráfico. Sí, sé que esta solución es muy similar a la que ya ofrece el metro de algunas grandes ciudades como por ejemplo Bilbao, pero yo pintaría los vagones de diferentes colores, para hacer el viaje más alegre. La gente diría: "Vamos a subirnos a esos vagones de colores". Y no como ahora, que dicen: "Oh, prefiero ir en mi coche rojo antes de montarme en ese tren blanco. Blanco. Pf. Blanco. Si fuera de colores, como por ejemplo rojo y azul y verde y amarillo, aún, pero blanco. Pf". La psicología es curiosa. Porque la gente le da mucha importancia a los colores que tienen las cosas por fuera cuando muchas veces, como en el caso de los coches, las ven sólo por dentro. Si fuera Coelho o Bucay, aquí podría introducir una reflexión preciosa sobre lo superficial y lo verdaderamente importante, pero a mí no me han practicado ninguna lobotomía. Otra gran idea que se me ocurrió a mí solito sin ayuda de nadie es la de poner pantallas de televisión en los andenes, con imágenes, música odiosa y noticias estúpidas leídas por un tipo que apenas sabe simular interés, para evitar que alguien, no sé, pueda leer tranquilamente. Todo el mundo sabe que leer es aburrido, pero escuchar a un cretino elogiando una pastelería de Barcelona es superentretenido. Así iría más gente en metro. Seguro. La gente hace cualquier cosa con tal de ver la tele. Como comprarse una y llevársela a casa, donde la conecta a la corriente y la enciende, sentándose delante y prestando atención. Cuántas molestias, pudiendo bajar al metro a hacer lo mismo. Tengo otras ideas, todas igual de buenas: cobraría más barato el transporte público que el privado. Es decir, calcularía lo que cuesta un viaje en coche o en moto, por la gasolina y demás, y cobraría el billete de metro o de autobús a un precio considerablemente inferior. El billete saldría a unos veinte o treinta euros por trayecto. Sí, ya, no sé cómo no se le ha ocurrido a nadie antes. También pondría asientos en los metros y autobuses. Para que la gente pudiera sentarse. Ésta es buena. Porque a nadie le gusta pasar veinte minutos de pie. A no ser que sea alguien muy alto y desee pavonearse de los excesos que la genética ha cometido en su cuerpo. Lo malo es que no todo el mundo podría sentarse, ya que el espacio es limitado. Pero eso se solucionaría con metros de dos pisos. El segundo sin capota. Así el tipo ese tan alto que va tan de chulo podría sufrir un accidente al entrar en un túnel, accidente del que la única responsable sería su vanidad (dijo Bucay). Hablando de espacio, este texto se está alargando hasta niveles insufribles y por favor no hagamos chistes de sexo, así que he decidido añadir otro párrafo —en concreto, éste— con aún menos contenido, para que la dura tarea de leer en pantalla sea aún más desagradable. De nada, de nada. Otra buena idea para hacer que la gente opte por el transporte público sería permitir fumar en algunos vagones o autobuses. Serían los llamados vagones de la muerte. Tendrían las ventanas selladas y las puertas irían equipadas con un sistema de no-ventilación (mediante una barrera de aire generada por pequeños ventiladores), que impediría la salida de humo cuando se abrieran para dejar entrar (casi nunca salir) a los viajeros fumadores. Cada tres horas, se retirarían los cadáveres de estos luchadores por la libertad y, quizás, se remataría a los agonizantes. Es que yo creo que todo el mundo debería poder fumar si le apetece. Pero fumar de verdad. Hasta el final. Uno cigarrillo tras otro y encima de otro hasta morir asfixiado en tres semanas. Las medias tintas son para... Er... No sé, para los calamares... Los calamares cortados por la mitad, supongo. Los llamados "cala" (o "mares", según por dónde se corten). Si todo esto fallara, se podría recurrir a las modelos desnudas, siempre aclarando que no es una medida sexista porque también habría hombres. Encerrados en las oficinas, por supuesto. Y a oscuras.


 
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Aviso importante


Como personaje público que soy, tengo lo que se llaman responsabilidades sociales. Al fin y al cabo, sería injusto que me limitara a proporcionar una serie de textos con el único objetivo de entretener durante las duras horas de oficina a las casi siete personas (seis) que constituyen mi público lector, dejando de lado mis obligaciones como, digamos, líder mediático. Al fin y al cabo, son muchas las adolescentes que se dejan influir por ídolos como Britney Spears y yo, motivo por el cual cada vez llevan menos ropa y los pantalones más bajos y apretados. Pero me desvío del tema. Porque esto es sólo una introducción para un importante aviso que creo que no está de más dar, teniendo en cuenta esas responsabilidades sociales de las que hablaba: MAÑANA es JUEVES. Lo digo porque en algunos continentes como Cataluña el lunes fue fiesta, cosa que provoca que mucha gente vaya con el chip cambiado y la idea de que el lunes en realidad fue domingo; el martes, lunes; el miércoles, martes, etcétera, con lo que alguien corre el riesgo de presentarse en la oficina el sábado, pensando que es viernes. Y, por muy gracioso que sea, eso es algo que ni Britney ni yo podemos consentir. Así pues, repito: MAÑANA es JUEVES. El cuarto día de la semana. El que va entre el miércoles y el viernes. Por cierto, ya sé que he escrito que Cataluña es un continente. Es que siempre me ha parecido que los nacionalistas se quedan cortos. Visca la Cataluña Continental! Volem Placa Tectònica per als Països Catalans! Etcétera.

Actualización: Resulta que mañana es miércoles. Es que con eso de que el lunes fue fiesta, me he hecho un lío. Iba a escribir "me he hecho la picha un lío", frase alegremente aliterativa, pero Britney y yo no podemos dar esa clase de ejemplos a las adolescentes. Además, yo diría que eso tiene que doler.


 
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Apunte electoral


Quienes dicen que votan en contra del Partido Popular y no a favor del Psoe o de Izquierda Unida, deberían preguntarse si realmente merece la pena que Rajoy pierda las elecciones a cambio de que Esperanza Aguirre se convierta en la líder del PP. Quiero decir, mejor cuatro, ocho, doce o veinte años de Rajoy antes que, no sé, la posibilidad de que... Antes de... Antes de que... Buf... Es que sólo de pensarlo me entra como una cosa aquí que va como de aquí hasta aquí abajo y se me pone como un nudo aquí y empiezo a sudar y como que no. Conclusión: ¿hay que votar contra el PP o contra Esperanza Aguirre? No es lo mismo y no sé qué es peor. Dicho lo cual, el debate de ayer fue muy raro: salía Grissom resolviendo un asesinato en Las Vegas. Queda claro que la política se está espectacularizando cada vez más hasta el punto de que se está perdiendo el mínimo de seriedad y de rigor exigible. Luego me desperté y estaba Horatio poniendo cara de tipo duro.


 
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El debate


Me parece indignante que los candidatos a la presidencia vayan a debatir sólo por televisión. ¿Qué hay de internet? ¿Para cuándo un debate por Messenger o similar? Con emoticones incluidos. Y aun así eso es injustísimo que te cagas, porque hay gente que no tiene internet. Exijo debates por teléfono. Y para quienes no tengan teléfono, uno o dos debates por correspondencia. Un animado y jugoso cruce de cartas entre estos dos líderes de ideas tan opuestas. Uno de ellos apuesta por la economía de mercado mientras que el otro está por la economía de mercado. El carácter informal de "estar por" tiene implicaciones políticas fundamentales que a mí en este momento se me escapan porque estoy algo cansado. Una vez me peleé a puñetazos por correspondencia. He de reconocer que perdí. No esquivé a tiempo un directo de derecha, perdí el equilibrio y caí sobre mi colección de cactus. Cuando digo colección de cactus, me refiero a mi cactus. Uno. El singular también acaba en -s, cosa que es, como mínimo, irritante. Digo que es una colección porque justo acababa de comenzarla. Ahora ya tengo uno. Supongo que tendría que explicar que en este periodo de tiempo transcurrido entre que tenía un cactus y ahora que tengo un cactus, me he dedicado a la compra-venta de cactus. De un cactus. Maldito singular acabado en -s. ¿No hay nadie que diga cacto, que también es correcto? No quiero ser el único que vaya por ahí diciendo cacto. Me sentiría marginado y solitario. Además, dado el escasamente extendido uso del término, me vería obligado a ir dando explicaciones. No, verás, cacto es tan correcto como cactus. De hecho, más, dado que el final en -o es más habitual en español que el final en -us. Aunque también es verdad que decimos pus y no po, autobús y no autobó, repelús y no repeló. Pero imagino que todo esto tendrá una explicación perfectamente razonable. Y si no la tiene, será por algo también perfectamente razonable. Y para quienes no tengan casa, un debate a gritos por las calles. Los ciudadanos han de estar informados acerca de dos de las opciones que tienen. Lo contrario sería injusto para cualquiera de esas dos opciones. Es muy duro ser opción. Siempre tienes alternativa y a veces te dejan de lado. Y triste. Duro y triste. Aunque al menos sales por la tele. Y, con suerte, también por internet, por teléfono, por carta y por las calles. Ah, qué tiempos, cuando me dejaban salir a la calle a jugar. Pero luego cerraron la timba de póquer del parque. Póquer es más o menos como cacto, ¿no?


 
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La bolsa se desmorona y luego quién limpia, eh, quién limpia


Andrés Romano y su esposa Maite Berenguer han demandado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores por la caída de la bolsa. Según explica Romano, "la bolsa se nos cayó encima mientras mirábamos escaparates en el Paseo de Gracia. Aún suerte que sólo me rompí un brazo y mi mujer falleció. Podría haber ocurrido una desgracia". Aunque la CNMV ya ha emitido una nota de prensa explicando que "todo el mundo conoce los peligros del mercado" y que "lo mejor es aguantar en la zona de caídas hasta que la bolsa vuelva a subir o al menos lleguen los bomberos y retiren los escombros", Romano asegura que no piensa "consentir esa clase de excusas", en especial porque ni él ni su difunta esposa han invertido jamás en acciones. Romano siempre ha preferido los casinos, que le hacían sentirse "un poco como James Bond". Romano parece comprensiblemente incómodo después de haber soltado esta frase: mide metro cincuenta y dos, pesa ochenta y siete quilos, está calvo y huele a sudor de hace dos días. "Estoy a régimen... --musita, antes de añadir, sin mucho convencimiento--: Yo de joven me las tenía que quitar de encima..." No se trata de la única desgracia relacionada con las recientes caídas en los mercados bursátiles mundiales: dos muertos en Nueva York, un desaparecido entre los escombros en París y varios heridos en Frankfurt, además de decenas de automóviles, preciosos automóviles de todos los colores, completamente destrozados o, como mínimo, sucios. Muchos inversores temen otro crack. "El último crack fue horrible -- recuerda uno de los habituales del parquet barcelonés--: venía cada día en un descapotable, con el pelo engominado y peinado para atrás, y saludaba a todo el mundo diciendo cosas como 'qué pasa, campeón'. Sería un crack, pero qué tío más pesado". (Pausa para digerir el chiste.) Los analistas de las diferentes casas de bolsa esperan que bajen los tipos, pero no mucho, por si hay que agacharse a recogerlos. La mayoría opina que los mercados están bajos de triglicéridos y altos de colesterol del malo, y que no les vendría mal un suplemento de hierro. Los mercados o quizás el director general de no sé qué banco. Es que con esto de la vida moderna, uno no se puede cuidar nada. No hay tiempo de ir al gimnasio o de caminar un poco. Y casi no hay ganas ni de vigilar lo que se come, y la comida aprovecha para escaparse. Sí, hay gente que dice que me repito. Pero yo siempre respondo que hay gente que dice que me repito. Porque hay gente que dice que me repito. Es posible. Que me repita. Es posible, digo.


 
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