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Maldito movimiento obrero
Mi ejército de monos redactores se ha vuelto a sublevar. Y con cierto éxito. Y es que escribo este texto desde la lavadora. Apagada, eso sí. Para teclear, estoy usando una calculadora que justamente hoy me han regalado en el banco. He conseguido conectarme gracias a que había dejado un router de Fon donde más servicio puede prestar: en el cubo de la basura, que por suerte está aquí al lado. Cuando consiga salir y tras lo de hoy, necesitaré unos días de descanso en mi villa de Cabo Verde. Después me iré a buscar a esos malditos chimpancés a Tanzania, adonde dijeron que irían entre gritos de "¡libertad, libertad!". Al fin y al cabo, todo esto no es más que un simple malentendido. Como gesto de buena voluntad, incluso les prometeré dejar de apagar en su cara los cigarrillos que no fumo. Pero ellos han de comprender que no puedo renunciar al látigo y al garrote. Sin mano dura, no me rinden. Y a mí me da lo mismo, pero es que me debo a mis anunciantes. Creo que a finales de agosto les habré convencido para que vuelvan. Por si acaso, llevaré dardos tranquilizantes, muchas jaulas y, para que se confíen, mi disfraz de rojo piojoso con camiseta de Greenpeace.
Respirar es malo para la salud
Se están perdiendo las buenas costumbres. Un amigo mío incluso dejó de respirar hace poco. Y hay pocas costumbres mejores que esa. Desde que le dio por ahí, el tipo está cada vez más delgado. Claro que igual es porque se apuntó a un gimnasio. Y además va. Ésa es otra buena costumbre que se está perdiendo: apuntarse a los gimnasios para luego quedarse en casa, tumbado en el sofá, como tiene que ser. Lo peor de todo es que, debido a la ausencia de aire en los pulmones, le cuesta mucho hablar. Apenas le sale un hilillo de voz. De todas formas, me contestó amablemente cuando le pregunté por qué había tomado la decisión de no introducir más aire en sus pulmones: "Esto es sanísimo. Lo dicen todos los estudios. Es la última moda después de la asquerosidad esa de la soja". Busqué por internet y es cierto: hay médicos que aseguran que no respirar es bueno para la salud. Todos citan un artículo de Hans Adenauer, publicado en el número de mayo de The nature of Science. Según Adenauer, al respirar entran en nuestro organismo gérmenes, virus y bacterias, además de polución, insectos minúsculos, extraños cuerpos no identificados y demás porquería, provocando enfermedades, agotamiento, calvicie y oxidación en general. Por tanto, es evidente que no respirar ayuda a mantener un cuerpo limpio y sano. Y para que el cuerpo reciba el oxígeno que necesita, basta con beber mucha agua, que tiene todo el oxígeno que a uno le pueda hacer falta. Y, de propina, algo de hidrógeno, que nunca viene mal. Hans Adenauer asegura que descubrió este hecho por casualidad. "Le recomendé a un amigo y paciente que dejara de respirar, con la excusa de que así aliviaría su cáncer de pulmón. Esperaba que muriera al hacerlo. Era un pesado y estaba hasta las narices de sus quejas y de sus tosecitas. A veces es un suplicio esto de ser médico". Para su sorpresa y contrariedad, la salud de aquel íntimo amigo mejoró notablemente. De hecho, vivió hasta los noventa y cuatro años, pasando los últimos treinta y dos sin respirar. "Y murió porque era un imbécil y le tuve que empujar escaleras abajo", asegura Adenauer, quien, por extraño que pueda resultar, no sigue su propio consejo y sigue respirando: "Es por lo de tener que beber tanta agua --explicó en una entrevista al Leipziger Zeitung--. Me da mucho asco el agua".
Penalti clarísimo
Una vez más, Jaime Rubio fue conducido ante el juez. En esta ocasión por no haber visto ningún partido del mundial de fútbol. Ni siquiera los de la selección. La española.
Al comienzo de la vista, el abogado de Rubio le exigió al juez que el acusado se representara a sí mismo. La petición fue aceptada por el magistrado, que también ordenó a los alguaciles que redujeran al preso. "Pero si todavía no he dicho nada", declaró el delincuente, entre golpe de porra y patada. "Pero lo ibas a decir", sentenció, y casi nunca mejor dicho, el juez.
El fiscal explicó que Rubio había preguntado en un bar y en presencia de niños "quién era el tal Zidane". No contentó con el estupor causado y después de recibir una respuesta más que educada, Rubio aseguró que no seguía "eso del fútbol". Preguntado por los motivos, Rubio afirmó no ser un cretino oligofrénico y violento, como los seguidores de dicho deporte.
Acto seguido, el fiscal llamó a declarar a un reputado psiquiatra, que explicó que Rubio no era ningún cretino oligofrénico, sino que padecía un "marcado complejo de inferioridad, además de tendencias agresivas que podrían brotar en cualquier momento, dando lugar a ataques de cólera".
En ese preciso instante, Rubio se puso de pie. "¡Eso es falso! --Gritó--. ¡Eso es mentira! ¡Malditos cerdos! ¡Os mataré a todos, hijos de puta, hijos de la gran...!"
Rubio fue nuevamente reducido. Cabe recordar que los juzgados de Barcelona cuentan desde principios de mes con una unidad de alguaciles especializados en reducir acusados. Han sido entrenados por los jíbaros. En ese momento de la sesión y tras unas decenas de golpes, el acusado apenas medía metro quince y pesaba cuarenta y dos quilos. Es decir, diez centímetros y ochenta quilos menos que al inicio de la vista.
Rubio procedió a interrogarse a sí mismo. Se preguntaba de pie y corría a sentarse en la banqueta de los acusados para darse la respuesta apropiada. Transcribimos parte del cuestionario.
ABOGADO: Señor Rubio, ¿es cierto que usted posee un cociente intelectual superior al del noventa y nueve por ciento de la humanidad?
ACUSADO: Ja, ja, abogado Rubio, está mal que yo lo diga, pero sí, soy extremadamente inteligente. Fíjese en este puzzle. Lo hice el fin de semana pasado. Quinientas piezas, nada menos.
ABOGADO: Impresionante. ¿Por qué no le gusta el fútbol?
ACUSADO: Comprenda que nosotros, las mentes elevadas, no estamos para esos pasatiempos mundanos. Prefiero escuchar las piezas para clave de Bach, mientras leo alguna buena novela. Y si enciendo la tele no es para ver un partidito de esos, sino para degustar algunos de los devedés de mi colección de clásicos del cine.
Interrogado hábilmente por el fiscal, Rubio confesó escuchar el Caribe Mix y leer sólo la revista de Operación Triunfo.
Este fiscal es un grandísimo interrogador: domina unas técnicas dialécticas prácticamente insuperables. En esta ocasión usó uno de sus métodos más renombrados: aplicar con suave presión la planta de su bota contra el cuello del acusado.
El juez condenó a Jaime Rubio a ejercer de árbitro en los dieciseisavos de final de un campeonato entre colegios, partido que se celebró el día siguiente al juicio. Se espera que Rubio salga del hospital antes de navidades y que reconozca ante los padres del equipo perdedor que aquello no fue penalti y que, por tanto, su reacción fue más que lógica.
El ladrón de bolígrafos
Tras siete años de investigaciones, la policía ha conseguido arrestar a Domingo Gutiérrez, el mayor ladrón de bolígrafos de la historia. Gutiérrez fue apresado en una villa cercana a Taormina. En la casa se encontraron más de cincuenta millones de bolígrafos y plumas de todo tipo. El robo y la posterior venta de estos productos le ha permitido adquirir varias casas de lujo y más de un deportivo a lo largo de los últimos años. Se dice que incluso compraba cedés originales, en lugar de bajarse canciones por internet, como todo el mundo. Gutiérrez comenzó su carrera delictiva ya en el colegio. Pedía prestado un boli o un lápiz y jamás lo devolvía. Pasó a hacer lo mismo en bancos, oficinas de correos y organismos públicos. Le daban un boli para firmar y después se lo colocaba hábilmente en el bolsillo. Se calcula que sus robos sólo en oficinas públicas han supuesto un perjuicio al estado de más de doce millones de euros. Con el tiempo fue perfeccionando su técnica. Entraba en tiendas de estilográficas de gama alta, pedía que le enseñaran alguna y terminaba colocándosela en el bolsillo. Era incluso capaz de parar a un extraño por la calle y pedirle entre risas que le devolviera su pluma o su bolígrafo. El extraño indefectiblemente le echaba la culpa a su mala cabeza y se lo entregaba, no sin excusarse por lo que Gutiérrez había hecho pasar por un despiste. Los rumores apuntan a que Gutiérrez se quedó con el bolígrafo del comisario Soria tras firmar su declaración.
En huelga
Los cincuenta y siete empresarios más ricos de España se declararon en huelga entre septiembre y diciembre de 2004. Los líderes de los diferentes sindicatos mayoritarios en estas compañías montaron en cólera en cuanto se dieron cuenta (seis días más tarde): "¡Han hecho huelga a final de mes para no firmar las nóminas!", aseguraron. En cuanto les explicaron que habían cobrado todos y que esos señores tan importantes no se encargaban de firmar esas cosas, se tranquilizaron, no sin poner cara de fiarse más bien poco de aquella gente. Uno de los huelguistas, Amadeo Rojo --¡ja, ja, Rojo...!-- explicó en una entrevista televisiva que su objetivo era que la población supiera que los creadores de riqueza y de puestos de empleo también tenían sus problemas y sus necesidades. "Yo he perdido mi hierro del siete --afirmó--, y era mi hierro de la suerte. Con él gané a Sebastián Aguado". Aguado --que aseguró que Rojo era un tramposo que movía la pelota cuando nadie miraba-- explicó en declaraciones a El País que los empresarios tenían jornadas laborales larguísimas, a veces de incluso tres horas, y eso cuando no tenían que ir a comer con clientes, "cosa que supone un claro riesgo para nuestra salud. No hay forma de mantener la línea y cuidar el colesterol". "Yo además soy mujer --declaró Eva Sigüenza en Onda Cero--. Para nosotras todo es mucho más difícil. Tenemos que vigilar que trabajen nuestros empleados de la empresa y también los del hogar. No hay forma de que Celia María me traiga los yogures desnatados que a mí me gustan". La huelga se alargó durante semanas, causando indiferencia entre los empleados y aburrimiento entre los periodistas. Al cabo de sesenta y cuatro sin trabajar, dos de los considerados líderes espirituales de esta iniciativa dieron la protesta por acabada. Lo explica Ernesto Terrón: "Estaba comiendo con García, de Chupitex, cuando le dije 'qué bueno aquello de la huelga', ¿no? Y entonces nos dimos cuenta de que aún no habíamos acabado la historia esa. Qué risa. Hicimos un par de llamadas para terminar aquello y regresamos a nuestros despachos. No echaba yo de menos ese sofá, ni nada".