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Códigos
Nadie esperaba que muriera. Aunque lo cierto es que, echando la vista atrás, creo ver ciertas señales, mensajes que nos enviaba, no sé, Dios o la naturaleza para, quizás, avisarnos. Claro que seguramente no son más que imaginaciones mías. El primero de esos mensajes que no supe interpretar fue que nos dijera que tenía cáncer y que ya no había posibilidad de tratarlo. No sabía de qué hablaba. ¿Qué enfermedad era esa? ¿Que no se pudiera curar significaría que la iría arrastrando toda su vida? Le pregunté a una amiga médico. Me dijo que no estaba segura, pero que creía que "cáncer" era otro nombre para esa enfermedad conocida como "una larga enfermedad", contra la que se lucha durante años hasta que se acaba en los periódicos. Cuando ya había olvidado ese asunto, le ingresaron en el clínico. Pero ya me dirás, a mí también me ingresaron también una vez y no me morí ni nada, por lo que tampoco supe interpretar ese código que me apremiaba discretamente --casi secretamente-- a despedirme de él. Por si alguien le interesa, fue por un problema de riñones. Mi ingreso en el hospital, digo. Nada serio, una infección de estas raras. En dos días estaba en casa. No fui a trabajar hasta la semana siguiente, pero nada grave, ni mucho menos. Bueno, a lo que iba. El caso es que la tercera señal tampoco fue muy clara: fui a visitarle y me dijo que se moría, que le habían dado unas semanas de vida. Tanto sus familiares y amigos como yo mismo entendimos que hacía una reflexión acerca de la muerte, que nos acaba llegando a todos tarde o temprano, por lo que hay que vivir como si nos fuéramos a morir pasado mañana. Siempre le habían gustado los libros sesudos de filosofía, no sé, Bucay, Coelho, gente de esta de pensar. Finalmente se murió. Un terrible accidente de tráfico. Esto de los coches es un peligro. Les llena el depósito el diablo. En fin. Lo que es la vida. Un día estás aquí y al día siguiente estás atrapado en un amasijo de hierros, oliendo gasolina y goma quemada.
Las advertencias de la abuela
Alfredo Sostres es probablemente la única persona en quien se han ido cumpliendo las amenazas de su abuela. "Todo empezó de niño. Corría con los cordones desatados, mi abuela gritó '¡que te vas a tropezar!' y, en efecto, caí rodando. Me rompí la pierna por tres sitios". Así, a lo largo de los años, Sostres ha sufrido varias indigestiones por beber un vaso de leche y otro de zumo demasiado seguidos, le han tenido que rescatar en la playa en dos ocasiones, al darle un corte de digestión por bañarse sin haber esperado las preceptivas dos horas después del bocadillo, y siempre que ha tenido que acudir a urgencias lo ha hecho con la ropa interior sucia. "Mi abuela murió hace un par de años --explica--, y me alegré porque creía que todo eso iba a acabar. Es horrible estar haciendo cualquier cosa y oír esa voz en el cerebro, aunque ella no esté presente, advirtiéndome, por ejemplo, de que si no echo la siesta, tendré migraña. Porque luego ocurre. Es... paralizante... Me siento bloqueado... Cualquier cosa supone un peligro... ¿Sabe que tuve que regalar mi walkman porque me estaba quedando sordo? Sólo lo usé dos veces y desde entonces llevo audífono". De todas formas, su muerte no acabó con las profecías: "Al revés, su pérdida me infundió un exceso de confianza que pagué muy caro: al no tener presentes sus palabras y creer que mi vida sería normal, perdí un ojo por culpa de un paraguas ajeno al que no prestaba atención". Así, aún tiene que regresar a casa antes de que anochezca, si no quiere que le atraquen los drogadictos, y se siente débil y apagado si no almuerza al menos un buen cocido, acompañado de su media barra de pan y sus dos piezas de fruta de postre. "Pero lo curioso es que si me tomo aunque sea un caramelito una hora antes de las comidas --explica--, se me pasa el hambre. Y si tomo un café más tarde de las siete, ya no pego ojo en toda la noche. Y tengo que dormir con manta incluso en agosto porque si no, me resfrío. Y la semana que viene me hacen un escáner... Tengo dolores de cabeza muy fuertes... Ya me dijo que eso de usar tanto el móvil no podía ser bueno..."
Nuevo disco de El ojo del tuerto
El ojo del tuerto ha sacado un nuevo y sorprendente disco, El berrido del cretino, justo cuando todos daban a este grupo por muerto y enterrado. Nadie sospechaba que su cantante y guitarrista se recuperaría de los tres balazos que recibió en la cabeza con toda justicia, después de que su primer cedé sorprendiera a público y a crítica de forma poco agradable. El considerado peor grupo de la historia después de Mecano ha tenido la delicadeza de sacar a la venta su disco en formato cuadrado. Así al menos nadie lo podrá escuchar, ni siquiera por error, y la compañía se ahorrará un buen dinero en indemnizaciones. Aun así, lo cierto es que nada más publicarse este trabajo, las tiendas se han llenado de fans del grupo, que han acudido en masa a exigir que les devuelvan el dinero. El cuarteto barcelonés, en el que son evidentes las influencias de músicos como los Planetas, Bunbury, Dover y El mago de Oz, ha explicado que "nuestro único objetivo en la vida es hacer sufrir a cuantas más personas mejor, pero sin pasarnos". Por este motivo siempre reparten tapones para los oídos en todos sus conciertos. El cantante y líder del grupo también ha hecho frente a ciertas acusaciones que circulan por internet: "No es cierto que nuestras canciones no sean más que la grabación de torturas a animales. También torturamos a personas. Personas que en su mayoría se prestan de forma voluntaria porque valoran nuestro arte o simplemente porque no pagamos mal del todo y no suelen quedar muchas secuelas". Su nuevo proyecto es sin duda ambicioso: "Un musical. Creemos que los musicales son un martirio. Por tanto, esta clase de espectáculos es lo que mejor le va a nuestra manera de entender la música". Ideas no les faltan: el bajista del conjunto está trabajando en un argumento basado en la vida de un relojero amigo suyo, un tipo muy majo que estudió para relojero y se hizo relojero y trabaja en una relojería y tiene una novia de Tarragona que también es muy maja, pero que no es relojera, aunque tiene tres relojes, uno de ellos de los buenos, pero, claro, no los lleva los tres a la vez, que eso sería muy tonto, sino que aprovecha y va combinando.
Análisis de campaña: la esfenia del mercinaje
La supeditación de la nación a las opiniones del candidato Marnilla supone un retroceso en los valores como no se ha visto desde mil novecientos porrinta y fis. Esta actitud es obviamente imperdonable, ya que sólo provoca dispinsión y mercinaje. La paraneia de la suma nos deja transipuestos: ¿qué decir del colonetraje de la oposición? Mejor nada. La nitro es siempre positiva, a no ser que hablemos del descenso de la mitra. ¿Relojes? Efectivamente: relojes. Ya en la postguerra, se unían entre sí los mercinajes antes mencionados. ¿Supone eso un remiro? En ojos vista de la oposición, por si acaso, cosa que no quita que se trate de un general. Nada más que lo solicitado para una cuenta superior, siempre que hablemos de nunca, si se me permite la irnoria. Pero, ja, me río yo de la frita. Estos de la decherza siempre con la frita. Frita por aquí, frita por allá. Pero no se habla de lo verdaderamente azul: la consecuya de la gaja. Una gaja que siempre se descipolla y se rita. No es para coles. Más allá de la supirta, hay que estatizar que estamos ante la mirtia de lo que es un buen grafo. Y eso es intolerable. Más, diría: infarcillable, rocolectable, marmíreo, estupefacto. Dicho lo cual, queda pérreo que lo solicitudo siempre es menor que lo marcipinado, cosa que el líder del partido no acaba de rumortillar. Acabáramos. Así no hay quien farfafanice ni España ni Cataluña. Es todo un ternero. Un ternero dien y marnido, como la cote de la finora. Ya lo dicen los ingleses: the new racoon is overtiming the matter.
La verdad acerca de Franco
El historiador Jordi Bilbeny ha publicado unos libritos que en los que asegura que Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes eran catalanes o, como mucho, checos, pero jamás y en ningún caso españoles. Pues precisamente yo estoy a punto de publicar un estudio interesantísimo que demostraría que Francisco Franco también era catalán. Su verdadero nombre sería Francesc Francés, y habría nacido en Les Borges Blanques. Allí conoció a Francesc Macià, de quien heredaría su vocación militar. Al parecer, Franco bailaba muy bien la sardana y tocaba la tenora. Ganó la Flor Natural en los Juegos Florales de su pueblo con un poema titulado "El meu cor plora pels teus ulls", militó durante una breve temporada en la Lliga Regionalista e incluso publicó un artículo en La Veu de Catalunya en el que defendía más autogobierno para su país. Cuando fue destinado a Marruecos, Francés ocultó su origen y cambió su nombre. Y todo por culpa de un error absurdo. Al parecer, unos compañeros, en lo que vendría a ser una alegre novatada, le dieron una paliza "por enano, voz de pito y cara pan". Como le sangraban las orejas después de los bofetones que le habían sacudido, no entendió bien las dos últimas palabras. Se puso en pie como pudo --aunque esto no tuvo mucho mérito, ya que al ser pequeñajo, no había mucho que poner en pie-- y, después de escupir dos dientes dijo: "Jo no sóc català". Con esto esperaba ahorrarse futuras palizas, pero sólo consiguió que le llamaran "el gallego" en tono de burla. De ahí su resentimiento con los catalanes. Siempre creyó que su origen había sido la causa de aquella mala experiencia. Franco se empeñó en ocultarlo desde entonces y desde luego creyó haberlo logrado. Pero no contaba con que muchos no descansamos hasta que encontramos la verdad. (Dicho sea de paso: sospecho que Jordi Bilbeny es en realidad sevillano y que su verdadero nombre es Jorge Bilbao. Seguiremos informando.)