noviembre 2024 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
abril |
Una carta
A: Buenas, le traigo una carta de su madre. B: Gracias. A: Dice que se encuentra bien, pero que haga el favor de mirar lo del gato. Supongo que usted lo entenderá. B: Hombre, ¿pero la ha leído? A: Por supuesto, yo soy un profesional. B: ¿Un asesino a sueldo? A: No, ése es mi hobby. Soy un profesional del correo. No sé si lo sabe, pero cartero viene del latín miserere, que significa "el que lee las cartas ajenas". B: Eso es mentira. A: Probablemente. Lo que ocurre es que me siento tan solo. B: Eso es porque se sienta en un sillón. A: ¿Está intentando hacerse el gracioso conmigo? B: Pruebe a sentarse en un sofá. Así dejará espacio para que se siente más gente y, con un poco de suerte, se sentará acompañado. A: No tiene gracia. Es usted muy cruel. B: ¿Por qué? A: No tengo dinero para un sofá. B: Oiga, de todas formas, esta carta llega con algo de retraso: mi madre murió en 1964. A: A mí no me mire, yo sólo llevo en correos desde 1958. B: Precisamente. A: No, pero es que en aquella época contábamos el tiempo al revés. Luego los progresistas ganaron las elecciones e invirtieron el sentido del tiempo. No sé si hemos ganado algo. Piense que en aquella época, internet sólo era un mal recuerdo. B: Ya, pero se encaminaban sin remedio a la Edad de Piedra. A: Puede, pero eso no lo sabíamos. Creíamos que el futuro nos traería coches de caballos, libros escritos a mano, menos contaminación y guerras sin bombas. B: Sí, el hombre siempre sueña con un futuro mejor. Supongo que para ustedes Quo Vadis era una novela de ciencia ficción. A: Y Philip K. Dick, un reconocido autor de novela histórica. No me gustó su adaptación de Blade Runner. La película era mejor. Aunque supongo que sólo lo digo porque la hicieron antes. Aunque después resultó que la habían hecho más tarde. B: Ah, qué lío esto del tiempo. A: Está como loco. Ya no hay primavera, el invierno ha durado dos semanas y hace tanto calor como si estuviéramos en julio. B: Eso si mañana no le da por granizar, que hoy en día nunca se sabe. A: La culpa es del gobierno. B: Como siempre. Seguro que ha negociado con los etarras del cambio climático. A: Bueno, le tengo que dejar, que su vecino tiene carta. B: ¿De quién, de quién? A: No sea cotilla. Nada, un amigo que está en Oslo. Ha olvidado la contraseña del correo electrónico y le envía un vídeo del Youtube en papel. B: Si no fuera por Youtube, no sé qué haríamos. A: Trabajar, igual. B: Quite, quite, qué asco.
Esto no quedará así
De acuerdo, es cierto que en los envoltorios de muchas chocolatinas ya se advierte de que estos productos pueden contener trazas de frutos secos aunque no se hayan usado en su fabricación. Pero lo de hoy ha sido excesivo: abrí un Mars y me encontré un elefante comiendo cacahuetes de un saco. Lo que más me jodió fue que la chocolatina estaba debajo de todo y había quedado chafada. Señores de Mars, me deben una explicación. Soy alérgico a los elefantes. Si me lo llego a tragar por error, hubiera entrado en shock anafiláctico y probablemente hubiera muerto entre espasmos horrorosos. Sólo pido respeto como consumidor, además de conservar mi vida, si es posible. Aclaren que podría darse el caso de que esas trazas de frutos secos estuvieran siendo devoradas por algún animal salvaje de tamaño considerable. Sepan que espero sus disculpas, a ser posible en metálico. O en especie. Y por especie no me refiero a más paquidermos, por supuesto.
Diario de campaña
En nuestro afán por tener bien informados a los ciudadanos barceloneses cara a las elecciones municipales, hemos (Jaime y yo) decidido seguir durante toda una jornada al número dos por Barcelona en la lista encabezada por Joan Miquel Oliva: el limón. El limón comienza la mañana saliendo del cesto de la fruta y ocultándose del padre de familia, que cada mañana se bebe el zumo de dos naranjas y un (otro) limón. Después de salvar su vida por poco, el limón se afeita y se viste con un elegante traje gris (no demasiado caro, para no llamar la atención, de la sastrería Modelo), una camisa (Furest, todo muy catalán, como se puede ver) y una corbata de Mickey Mouse (el toque simpático, regalo de una sobrina que acabó aliñando un pescado, a pesar de que eso de echarle limón al pescado sólo se hace si el pescado está podrido y, en tal caso, mejor pedir otra cosa). Su secretario le recoge a eso de las once y media (le dijeron que la jornada electoral comienza pronto y acaba tarde, pero lo entendió al revés). Su primer acto electoral es la visita a un mercado, pero como es un limón deciden cancelarla, no sea que acabe en algún carrito de la compra. Así pues, va directo a una reunión con la asociación de vecinos de Sarrià. Cuando la junta de la asociación ve entrar por la puerta de su sede a un limón que habla, cunde el pánico. Una vez tranquilizados por el mencionado secretario, que explica que el limón es un político serio y responsable, los vecinos deciden escuchar sus propuestas. Pero no pueden: el Fary irrumpe en la sala. El enemigo más peligroso de los limones está dispuesto a mordisquear al candidato. Ah, Fary, quién te ha visto y quién te ve. Desde que dejaste la música ahora te ves obligado a trabajar para partidos políticos, mordiendo a candidatos de listas adversarias, preferiblemente limones, aunque accediendo a atacar a pomelos y naranjas (mandarinas nunca; las mandarinas son de niña). El limón salta por la ventana. Es un séptimo, pero como no tiene huesos, sale indemne y rueda calle abajo. Cuando el Fary llega a la calle, el limón no está a la vista, así que decide marcharse, con el ceño fruncido y murmurando promesas de venganza. El limón nos llama por teléfono. Nos espera en un bar. El secretario y yo vamos tranquilamente para allá, contentos por saber que la gran promesa política de estas elecciones ha conseguido salvar su vida. Aunque nos tranquiliza el hecho de que, en cualquier caso, siempre nos hubieran quedado sus ideas. Cuando llegamos al bar, no vemos al limón por ningún lado. Pensamos que igual nos hemos equivocado de local, así que llamamos al candidato. No contesta al móvil. Le preguntamos al dueño, temerosos de que el Fary haya podido dar con él. "¿Un limón? --contesta--. Pues sí. Y es una suerte, porque se me habían terminado". Miramos consternados a nuestro alrededor: hay gente tomando coca-colas, fantas, tónicas, coronitas. Todos con media rodajita de candidato electoral dentro del vaso. Aún hay medio cuerpo del candidato sobre el mármol. Le pedimos al dueño del bar que nos permita darle un entierro digno. Se niega. Dice que lo necesita. Le explicamos que se trata de un político. Asqueado, nos lo da, exigiéndonos que bajemos la voz y no digamos nada a los clientes. Nos vamos, tristes, compungidos, después de una de las jornadas de campaña más aciagas de la democracia. ¿Hasta cuándo los limones van a jugarse la vida por presentarse a unas elecciones? ¿Es que acaso no tienen los mismos derechos que los humanos? No, no los tienen, pero ¿no podríamos hacer excepciones? Vaya, me dicen que no. Bueno, pues... En fin... Me sigue pareciendo mal. No es justo.
Ay
Resulta que le han prohibido a un tipo cocinar un bogavante en el teatro. El caso es que para cocinarlo como él quería, a la cántabra, el tipo tenía que agarrarlo vivo, golpearlo, cortarlo y asarlo. Sí, bueno, es un poco bestia, pero ¿por qué no se puede hacer en el teatro y sí en los restaurantes? ¿Eso significa que si se toreara en los bares, nadie protestaría por la crueldad del toreo? Por cierto, ¿cómo es posible que el toro no gane casi nunca, si es más grande y a menudo huele mejor que el torero? A ver, si el torero usara su astucia y su inteligencia, aún, pero lo único que hace es dar vueltas tontas con un trapito. El toreo es absurdo. Deberían prohibirlo por ilógico. En todo caso y de nuevo, La decadencia del ingenio se pone de parte de la libertad creativa. En una iniciativa sin parangón --a todo esto, ¿qué significa parangón?--, el chimpancé cocinero de este blog va a atontar, cortar y asar a un bogavante en directo, para protestar por esta absurda censura. Por cierto, el bogavante este es asqueroso. Es como un insecto grande y rojo. Te lo encuentras en el suelo de la cocina y vas corriendo entre chillidos histéricos a buscar el Cucal. No entiendo cómo la gente se come eso. Es repugnante. Y, en realidad, no sabe a nada. Por dónde iba... Ah, sí, en todo un parangón, nuestro cocinero ha agarrado al bogavante por la cola y se dispone a golpearlo. Los flashes se disparan, el cocinero sonríe y saluda a los fotógrafos. No en vano, uno de ellos es su primo. Un gran tipo, su primo. Tiene un parangón de los nuevos. Me lo dejó probar en una ocasión... Disculpen, el cocinero está golpeando el bicho contra el mármol... Ah, qué bruto. Ya vale, ¿no? Arg, un trozo de cáscara me ha saltado al ojo. Pero tío, para un poco. Bien, el mono agarra un cuchillo y, a pesar de que el bicharraco aún mueve sus antenas, lo corta en rodajas. Qué bestia. Me estoy mareando. Y el cabrón aún se ríe. Por si acaso, nuestro cocinero, que ya se ha vuelto medio loco, saca una pistola y dispara dos, tres veces al bogavante. Un momento, levanta el arma y dispara contra los fotógrafos. Ah, el horror, han caído tres, ahora se gira hacia mí... ¡NO! ¡QUIERE MATARME! ¡ARG, ME HA DADO EN LA PIERNA! Ah, cómo duele, ay... Agg... Ayyyy... Mierda, quema... Arffff... Duele... Ah, ah... Ay... Qué dolor... Ah... Que alguien llame... ay... a un médico... Ayyyyy... Ay... Ah... Ah... Ah... Ay... Ayayayayay... Ay... Ah, duele... Cielos, quiere rematarme. Me apunta a la cabeza... Ah, duele... Va a apretar el gatillo... Lo aprieta... Un momento, sigo vivo. Menos mal, se ha quedado sin balas. Finalmente y algo más tranquilo, el cocinero coloca el bogavante sobre la plancha y se pone a silbar alegremente mientras lo asa. Lo malo es que habrá que tirarlo. Tres fotógrafos se habían ofrecido voluntarios para comerse el bicho, pero están muertos. El que queda vivo es alérgico. Y el mono también es alérgico, pero a la pólvora. Sí, otro gran día para el arte. Ay... Duele... Bueno, ya lo dicen: crear es un proceso doloroso, que provoca sufrimi... Ay... Joder, cuánta sangre... Bueno, si eso, ya seguiré... ay... cuando vuelva del hospital.
Disculpas
Buenas, sí... Ehem... Esto... Ehem... No sé cómo comenzar... Me siento tan avergonzado. Pero tanto. Y eso que no ha sido cosa mía, ¿eh? Conmigo no la tome, que yo sólo soy el mensajero. Pero, claro, me sabe mal que el cuerpo para el que trabajo haya cometido este terrible error. Aunque igual no es tan terrible. Quiero decir, teníamos un cincuenta por ciento de posibilidades de acertar. Culpable, inocente, ¿quién iba a saberlo? El caso es que, en fin, al parecer resulta que sí, que tenía razón, que usted no lo hizo. Encontramos a ese hombre manco. Comprenda que no lo teníamos fácil: como era manco, no dejó huellas. Lo que realmente nos sabe mal es, bueno, en fin, haberle ejecutado. No sé, quién iba a pensar que, en fin, íbamos a estar equivocados. Confiese que incluso usted llegó a dudar. Las pruebas eran convincentes. Un tipo dijo que le había visto en la ciudad a la hora de los hechos. El verdadero culpable era un hombre, como usted. Los dos con el pelo castaño. Bueno, usted es moreno y él es pelirrojo, pero si no tenemos en cuenta la barba, los veinte centímetros de altura y los cuarenta quilos de diferencia, ustedes dos son clavaditos. Ah, bueno, y lo del brazo. Comprendo que igual está, no sé, molesto. Enfadado, incluso. Sobre todo por la tortura previa. Pero tiene que entender que el caso había armado revuelo entre la ciudadanía. No podíamos conformarnos con pegarle cuatro tiros o colgarle de una soga. Teníamos que ser ejemplares con usted. Para quitarle a la gente las ganas de ir por ahí quemando oficinas. Bueno, en fin, esto es todo lo que tenía que decirle. Créame cuando le digo en mi nombre y en el nombre del organismo al que represento que lamentamos profundamente el error. Y que si podemos hacer algo por usted, no dude en decírnoslo. Bueno, algo hemos hecho... Está cuarto en la lista de resurrecciones. Cuando se pueda resucitar a la gente, claro, que ahora no... De momento, no se puede, no... En fin... Pero las palabras clave son "de momento", que estas cosas ya se sabe, en fin, el progreso y la ciencia, que avanzan y, bueno, en fin, qué le voy a contar que no sepa. Total, si así está mejor. Más tranquilo. No tiene que madrugar, ni nada. Su única obligación es descomponerse lentamente y luego dejar que sus propias bacterias y algún que otro insecto acaben de devorarle. Aunque entiendo que igual, no sé, le apetecía más estar vivo. Lo comprendo, sí, no crea, lo comprendo perfectamente. No lo comparto, pero lo comprendo. Ahora no puede ir al cine, si le apetece. Bueno, yo tampoco puedo, pero no es lo mismo. Es que a mí me da miedo la oscuridad. Pero eso ya son temas míos. Igual a usted también le da miedo la oscuridad y lo que le gustaría es ir al bingo, por ejemplo. Lo entiendo. Lo entiendo perfectamente y, bueno, lo siento. En fin, tengo que... Tengo que acabar un par de cosillas... Si me disculpa. Tenga, le dejo mi tarjeta... Sí, se la dejo en este bolsillo, que ahora no puede... en fin, cogerla usted mismo. Si, en fin, necesita algo... Una autopsia o, no sé, lo que sea, llámeme. Bueno, si puede. Si no, tengo una ouija de esas en casa, así que, en fin, seguimos, bueno, en fin, seguimos en contacto.