noviembre 2024 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
abril |
Una reclamación
A quien corresponda:
Les enviamos este mensaje en representación de un consorcio de aseguradoras de un planeta situado no muy lejos del suyo. Nosotros llamamos a nuestro planeta con la palabra que en nuestra lengua corresponde a su palabra "planeta". Es decir, el planeta Planeta, apelativo no muy distinto de su "planeta Tierra". Nos ponemos en contacto con ustedes, de momento a modo general y esperemos que más adelante directamente con alguna comisión que pueda representarles, en relación con unos hechos ocurridos en Planeta hará veinticuatro años terrestres. Tendrán que disculpar el retraso en ponernos en contacto con ustedes, pero cuando les expongamos estos hechos comprenderán que nos ha resultado complicado encontrarles. Como ustedes saben mejor que nosotros, hace ya más de cien años (también terrestres) se produjo lo que en sus libros de historia se llama "el intento de atentado Destrucción Global", en el que un grupo terrorista ocultó una potentísima bomba nuclear que sus fuerzas de seguridad lograron localizar. Dado que se trataba de un artefacto muy peligroso y muy difícil de desmantelar, se decidió cargarlo en un cohete que sería enviado al espacio. Aquí tengo que hacer una aclaración: el planeta Planeta se alegra por ustedes. Sin duda. Nosotros hemos vivido hechos similares y podemos solidarizarnos con los terrícolas y con los héroes que evitaron la masacre y tienen calles a su nombre y estatuas honrándoles por todo el planeta Tierra. Bien por ellos. Pero también tiene que comprender nuestra situación. Nosotros somos un planeta con nuestros problemas, pero relativamente pacífico, que un día vio cómo lo que parecía basura espacial, que al parecer llevaba unos cuantos decenios danzando por el espacio, entraba en órbita con nuestro planeta, atravesaba la atmósfera y caía encima. Estábamos preparados para algo similar a un meteorito pequeño. Evacuamos la zona y contábamos con dispositivos que podían hacer frente a la posible onda expansiva. Pero no sabíamos que se trataba de un arma nuclear. Por lo que hemos averiguado, ustedes calcularon en su día que esa bomba hubiera matado a decenas de millones de terrícolas, tanto por la primera explosión como por los efectos de la radiación. Y eso por no hablar de los daños ambientales. Para nosotros ha resultado ser aún más mortífera, principalmente porque soportamos peor la radiación. En el primer impacto murieron más de veintisiete millones de personas. Desde entonces y por esta radiación, han muerto doscientos cincuenta y nueve millones más. Más de setecientos millones están afectados por mutaciones de todo tipo. Ya les enviaremos el informe completo. No sólo eso, sino que los daños materiales y ambientales han sido valorados en el equivalente a todas sus reservas de oro. Insisto: no les culpamos. Ustedes hicieron lo que creyeron correcto. Nosotros hubiéramos hecho lo mismo. Pero comprenderá que no es justo que sólo nosotros carguemos con las consecuencias de sus actos cuando ni siquiera sabíamos de su existencia. Y comprenda que las aseguradoras del planeta Planeta no pueden hacerse cargo solas de todos estos daños. Imagine el desastre económico que supondría. Creemos por tanto que es justo pedirles alguna compensación, alguna ayuda que pudiera paliar al menos parcialmente la desgracia de la que no son culpables, pero sí responsables (imagino que entienden la diferencia). Obviamente, no les vamos a pedir dinero. Aunque usamos un método similar a sus monedas, sus euros y dólares o incluso sus piedras preciosas no nos sirven de nada aquí. Así que después de estudiarlo detenidamente, creemos que lo más justo sería que nos proporcionaran las siguientes dos cosas:
Con las orejas rojas por la indignación
Estoy indignado. En realidad, no, pero esto va a ser lo que comúnmente se llama "columna de opinión" y las columnas de opinión suelen ser obra de ancianos iracundos. Yo no soy un anciano (legalmente me quedan tres años) y tampoco estoy muy seguro del significado de la palabra iracundo, pero cuando tengo que escribir frases muy largas acabo perdiendo el hilo y creo que eso debería servir para algo. Dicho lo cual, un inciso relacionado con el primer párrafo e incluso con los siguientes: he notado que un número considerable de blogueros (al menos un doce por ciento, según mis quizás algo optimistas cálculos) acaba colocándose como opinador y tertuliano, pero he notado que esa oportunidad no se me ha brindado a pesar de que en cámara quedo muy bien, siempre no que enfoquemos, que la nitidez es mi némesis. De hecho, María Teresa Campos, Mercedes Milà y Enrique Dans tuvieron todos un blog antes de acabar en Gran Hermano. Por eso nace "Estoy indignado", una columna de opinión de periodicidad más o menos periódica y que se publicará cada cierto tiempo (años, tal vez) en La decadencia del ingenio. El objetivo: que me contraten en un medio de verdad y me paguen una billetada por escribir esto. Y es que esto lo escribo en diez minutos. Me refiero a la palabra "esto". No sé por qué, pero tardo diez minutos en escribir "esto". Este párrafo me ha costado cuarenta minutos de mi vida. En estas columnas manifestaré mi preocupación y ofreceré sesudísimos análisis sobre temas de actualidad candente. Precisamente esta semana quería hablar de Vic. Según cuentan en los diarios, el ayuntamiento de Vic naranja escribe fino ha intentado poner trabas a los inmigrantes para empadronarse, y así ahorrarse una pasta en colegios y atención sanitaria. Sinceramente, esta medida del ayuntamiento de Vic cristal escribe normal me parecía un buen primer paso. Creo que es fundamental que los organismos públicos saneen sus cuentas. No puede ser que por culpa de prestar atención sanitaria a un montón de gente, no podamos pagar los hospitales. Sería un contrasentido. Como decían los clásicos: una conditio sine qua ad hoc. Y afirmo que es un primer paso porque yo prohibiría cualquier nuevo empadronamiento, con independencia del país de origen del empadronable. Ese sería el segundo paso. Y después desempadronaría a los empadronados (y buen desempadronador sería). Ese sería el tercer y último paso. Librarnos de todos los empadronados, esos malditos chupópteros que están dejando vacías las arcas municipales. Gracias a este recorte de gastos se podrían ofrecer unos servicios sociales impecables, cuyo uso no permitiríamos a nadie, no vaya a ser que se gasten. Ah sí, ahora nos acordamos todos de ese niño repipi que en segundo de EGB no nos dejaba su goma de borrar porque "se gasta". Con qué gusto le hubiéramos dado un collejón si no fuera porque la profesora miraba. Bien, pues ese niño no sólo tenía razón, sino que ahora es alcalde. De Vic. Entre otros pueblos. De las collejas ha pasado a las callejas, jaja, enteritis. Él, Ricardito, es alcalde, mientras que tú eres un pringao. De izquierdas, pero pringao. Reflexiona sobre el tema la próxima vez que entres en una papelería y veas una goma de borrar blanca y limpia. Dicho lo cual, aprovecho para exigir desde estas páginas (o lo que sean) que la SGAE se vaya de Iraq.
Gaspar Llamazares: "¡Los yankis quieren arrancarme la cabellera!"
A pesar de la orden de alejamiento, Gaspar Llamazares irrumpe en mi despacho, vestido con unas gafas de estas que vienen con nariz y bigote incorporado, y luciendo gabardina y sombrero calado hasta las cejas. Amenazo con llamar a la policía y soltarle a mis monos guardaespaldas entrenados para morder orejas, pero reconozco que una frase suya me hace recapacitar. Igual sí tiene algo que contarme. “Jaime —dice, demostrando conocer mi nombre—. El FBI está tras mis pasos". Suelto un “hm” mientras retuerzo el labio. Le digo a mi fiel chimpancé asesino que nos deje solos un momento y que cierre la puerta al salir. Guardo silencio. Respiro fuerte para dar a entender que estoy analizando cuanto me está diciendo. Y le digo lo que pienso: “Señor Llamaloquesea… Insisto en lo que le he dicho en todas las ocasiones en las que ha venido aquí exigiendo una entrevista: no sé quién es usted ni a qué se dedica, y desde luego no entiendo qué interés podría tener el FBI en su persona, suponiendo que usted sea una persona”. Llamaetc asegura ser diputado por un partido llamado Izquierda Unida del que jamás he oído hablar. Me explica que era el partido de Víctor Manuel “hasta que se vendió al de la ceja por las comisiones de la SGAE”. Ante mi ignorancia, asegura que Víctor Manuel es “un cantante muy famoso” e insiste en poner una cinta de cassette que trae consigo. La cinta resulta ser una copia y se persona un interventor de la SGAE al cual tenemos que pagarle con dos latas de atún (claro). Tras escucharla, aseguro que jamás había oído al tal Víctor Manuel y además preferiría no haberlo hecho, pero que sigo sin tener claro qué es lo que quiere el FBI de Llamazoras.
El resto de la entrevista a Limazarras, en Libro de notas.
Un grillo: "¿A quién le importa lo que haga yo en la intimidad de mi hogar?"
La portada de El Mundo (punto es) hace que mis pupilas den un pequeño brinco rabioso sobre el iris. Y es que leo que han aparecido unas grabaciones en las que el grillo Glomeremus se ha dedicado a polinizar una orquídea, en lugar de comérsela. Polinizar. El muy cochino. Lo peor es que el maldito hipócrita es miembro de mi club. Y allí acudo, indignado y —para qué negarlo— también morbosamente curioso. Me encuentro a ese pequeño fariseo sentado en la sala de lectura, hojeando el ABC y criticando entre trago y trago de brandy a los malditos rojos que quieren romper España y obligarnos a todos a abortar y a pagar por los discos de Ramoncín. Aparto el diario para encararme a él y le suelto así sin más que ya sabemos todos a qué dedica el tiempo libre. “¡Me tendieron una trampa! —Asegura—. Esto no es más que una conspiración de los sociatas para acabar con mi buen nombre. Además, ¿a quién le importa lo que haga yo en la intimidad de mi hogar? ¡La vida privada es sagrada! Como decimos nosotros los liberales, no se tocan ni la cartera ni la bragueta”. No deja de parecerme curiosa esa afirmación, viniendo de alguien que critica los matrimonios entre homosexuales. “No compares. Cada cual que haga en su casa lo que le apetezca. Yo no voy por ahí montando desfiles sobre el amor a las orquídeas, ¿verdad que no? Y sabemos que no podremos casarnos porque el matrimonio es algo que se hace entre grillos macho y grillos hembra, o en todo caso entre peras y manzanas, siendo las peras los hombres y las manzanas las mujeres. O al revés, nunca me acuerdo”.
El resto, en Libro de notas
Pero el nuevo
Al parecer, todo el mundo está muy preocupado acerca del futuro del libro. El libro electrónico podría acabar con la industria editorial tal y como la conocemos, mientras que, no lo olvidemos, el cambio climático está derritiendo los polos y el índice de desempleo amenaza con subir aún más que el barril de brent en la buena época. Y en la buena época subió mucho. Pero mucho. De todas formas, esta polémica es francamente ridícula. Es decir, no sólo ridícula sin más, sino francamente. De mente franca. O sea fascista. O visigoda, según. El caso es que si se me hubiera preguntado en su momento, todo este debate no existiría. Porque, como de costumbre, yo lo tengo clarísimo. Pero también como de costumbre, se me ignora y ningunea. A mí. ¡A mí! ¡Y a ese del fondo, también, pero ahora estamos hablando de mí! ¡De mí! (El público clama a coro: ¡De él! ¡De él! ¡No, tú no, él! Un tipo del público despistado: ¿Él? El público, a coro: Sí, hombre, él. El despistado: Ah, cielos, yo venía buscando a otra persona. El público, a coro: ¡Las otras personas están en otras partes! ¡Aquí está él! ¡Como su propio nombre indica! El despistado: Bueno, disculpen, ha sido sin mala intención. El público, a coro: ¡No se tome a mal nuestros gritos! ¡Son por el entusiasmo! ¡Él! ¡Él! El despistado: No, no, en absoluto. Me voy, que vaya bien. El público, a coro: ¡Hasta otra! ¡Él! ¡Él!) Lo que está claro, al margen de intereses y desintereses empresariales es que el libro electrónico ES UN TIMO. Sí, un timo con todas las letras, pero tampoco hay por qué escandalizarse: al fin y al cabo, la palabra timo sólo contiene cuatro (4) letras; sería más complicado que fuera, no sé, una gastroenteritis con todas las letras. A la mínima te despistas y pierdes una. Lo cual es gracioso porque estamos hablando de una gastro-enteritis. Enteritis, jaja, como entera jaja… Ay, qué bueno… Disculpad, que me seco la lagrimilla que se me ha saltado mientras me carcajeaba. Lo que decíamos: el libro electrónico es un timo (te, i, eme, o) por una razón muy sencilla. Y si la gente no se da cuenta YA podría perder millones de euros con este pseudonegocio que va a dejar a más de uno con el culo al aire y eso no es sexy, no, no lo es. Bueno, depende del culo, claro, pero siempre mejor que no, aunque sólo sea por si acaso. (Enteritis, jaja…) La razón es muy sencilla, decía: ¿para qué compra uno libros? Pues para impresionar a las visitas. Llegan las siempre incómodas visitas a casa y dicen, anda, cuánto libro, y uno se encoge de hombros y dice, ¿vosotras creéis, visitas? No sé, como estos viejos amigos llevan años conmigo, ya ni me fijo. Dicho esto, se pasea el índice por alguno de los lomos, preferiblemente el de un libro viejo y bien gordote. Luego las visitas añaden, todas a coro: ¿Y te los has leído TODOS? Y uno contesta, encogiéndose de hombros, bueno, en fin, compro más de los que puedo leer, jaja, enteritis. Y da igual que se compren uno o dos al mes (como mucho y a modo de inversión) y se lean cero (0) porque las visitas ya están impresionadas. Ahora imaginemos que vienen las visitas, pasan al salón y ven decenas de estanterías vacías. Quizás con alguna figurita de la Guerra de las Galaxias. Y dos bolis, uno mordido y sin capuchón. Tirada sobre una de las baldas hay una especie de tableta con bordes blancos. Llamas la atención sobre ella como quien no quiere la cosa. Vaya, ya se me ha caído el I-reader-nano nuevo de Mac, este tan delgado de Apple en el que, fíjate, tengo chopocientos mil libros guardados, todos enteritis. Y qué dicen las visitas. Pues probablemente algo así como, ah sí, yo tengo el mismo en naranja, pero el nuevo. Pero el nuevo. Ese es el futuro de los libros: pero el nuevo. Esas tres palabras nos obligarán a comprarnos una guitarra eléctrica y dejarla tirada sobre el sofá como quien no quiere la cosa. Y como las visitas no estén de paso y nos pidan que toquemos algo, lo vamos a pasar mal, francamente (sí, otra vez francamente) mal. Porque no nos bastará con acariciar el mástil con el dedo índice y decir que esa vieja amiga lleva años con nosotros. Tendremos que tocar algo. Y no sabemos. Ninguno de nosotros tiene ni puta idea de tocar la guitarra. Las visitas se irán de casa sin haber sido impresionadas. Avisados estamos. Por tanto, preveo que la industria del libro electrónico se irá a pique en las próximas semanas, a medida que vayan llegando diferentes visitas a diferentes casas y se compruebe que todo cuanto digo es verídico y se sustenta en la más fehaciente de las razones, dada mi sensatez, mi ecuanimidad y etcétera, etcétera, que ahora mismo no sé muy bien cómo acabar la frase, aunque intuyo que ya debería haber acabado hace rato, y eso suponiendo que alguna vez debiera haber comenzado.