lunes, 8. febrero 2010
Jaime, 8 de febrero de 2010, 20:36:41 CET

Corazón de cerdo


Un señor que juega a fútbol ha asegurado que el "corazón de un catalán no es español". Desconozco si al decir "un catalán" se refiere a un catalán en concreto o si por el contrario ese pronombre es indeterminado y se refiere más o menos a todos, pero lo cierto es que en mi caso esa frase es perfectamente aplicable. Yo, Jaume Rubió i Ancoc, català ya que vivo y trabajo (poco) en Cataluña, no tengo corazón español. Y es que hace ya cuatro años y medio me trasplantaron el corazón de un cerdo inglés y por favor, que nadie haga chistes con la palabra "cerdo" porque era un cerdo de verdad, con rabo en espiral y todo. En vida fue una bestia parda de más de cien kilos de peso que ganó varios concursos del condado y que a su muerte inundó Kent de jamón; mi cuerpo, de sangre, y a los que se veían ya como mis herederos, de desdicha y desazón. Sé que es material de chiste fácil, pero al ponerme este corazón de cerdo, no hubo rechazo ninguno. Y no es sólo que me encuentre bien, es que me siento cada día mejor. Puedo correr más de diez kilómetros sin resoplar, subo las escaleras de dos en dos, las bajo de tres en tres y además, puedo fumarme mi cajetilla diaria de Ducados sin apenas toser más de veinte minutos seguidos, escupir algo de sangre, limpiarme y encenderme otro si me apetece. Todos deberíamos contar con un corazón de cerdo. Sea catalán o no. Resulta gracioso pensar en cómo llegué a necesitar un trasplante. Resulta que un día noté una quemazón en el pecho. Como un picor ahí, cerca del pezoncillo izquierdo. Y me empecé a rascar. Ya se sabe cómo es esto de rascar: empezar es fácil, pero decir "basta" es casi imposible. Cuando me di cuenta, la sangre me llegaba a los nudillos y aun así no podía parar, rasca que te rasca, ay, es que no se me va, no puedo parar, al principio daba gustirrinín, pero ahora duele un poco, sí, porque ya hasta escocía, pero no podía parar y venga, sigue ahí. Suerte que estaba en un bar: cuando comencé a salpicar sangre, la gente se dio cuenta de que algo fallaba. Desde entonces procuro tener algo de talco a mano. Es fascinante cómo funciona de bien la sanidad pública en España. En menos de dos semanas llegó una ambulancia que contaba con un bote nuevo de aspirinas y con un tipo que casi era médico --sólo le faltaban ocho o nueve años de estudios-- y otro que se había tragado varias veces todos los episodios de House. Me llevaron al médico de cabecera, que me dio un volante para el cardiólogo. Ojo: un volante urgente. Si no llega a ser por eso, no hubiera podido ir a visitarme en apenas veintiséis días. Nada más verme, el cardiólogo dio muestra de su buen ojo y gritó: "¡Cielo santo, si está sangrando! ¿Cómo es posible que siga vivo? ¿Quiere dejar de rascarse?" Yo aún no lo sabía, pero mientras yo pedía entre estertores un justificante para el trabajo, en una granja inglesa, un cerdo de cien kilos estaba a punto de morir. Se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Llevaba dos años sin ganar nada en las ferias y claro, después de haber sido el ídolo de los cerdos y porcófilos, el pobre cerdo se sentía abandonado, ignorado, ninguneado, triste y solo. Lo cual era francamente bueno para mí. Al fin y al cabo, era un cerdo. No nos vamos a poner ahora tontos. Un cerdo es menos importante que cualquier persona y más sabroso que la mayoría. A ver si no. Ya sé que los de Peta dirían otra cosa, pero bueno, no es plan, ¿no? O sea, ¿un cerdo tiene los mismos derechos que yo? ¿Tengo que sentirme mal porque muriera? ¿Vamos a acabar donando corazones humanos a los cerdos? ¿Nos estamos volviendo locos? Desde aquí voto NO. No la Constitución Europea. Nada de intervencionismos. ¡Abajo la SGAE! Ahora, publicad esto en Menéame y que alguien vote "irrelevante" si tiene valor. ¿Irrelevante? Hay dos consejos valiosísimos en este texto: 1) lo importante no es que el corazón sea catalán o español, sino de cerdo y 2) ten talco a mano, que rascarse puede ser muy peligroso. Ay, me pica un ojo...


 
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viernes, 5. febrero 2010
Jaime, 5 de febrero de 2010, 17:00:52 CET

Los problemas de verdad


Los políticos no se preocupan de los problemas reales de la gente. El otro día por ejemplo llegué a casa y me di cuenta de que me había olvidado las llaves. ¿Dónde estaban los políticos? Yo no vi a ninguno. Lo único que saben es estrechar manos y hablar de sus cosas y repartirse sus sillones. Pero de los problemas de verdad, nada. Si los políticos se preocuparan por estos temas, nada más enfilar mi calle hubiera aparecido un senador o el secretario general de algún partido y me hubiera dicho, "Jaime, te has olvidado las llaves, pero no te preocupes, que traigo una copia". Pero nada. O como ayer. Se me cayeron las gafas y se salió el cristal. Por suerte, no se rompieron, pero vamos. Total, que tuve que ir yo personalmente a la óptica a que lo volvieran a poner. Yo. Solo. ¿Y por qué? Porque los políticos no se preocupan de los problemas reales de las personas de verdad. Allí no había ningún diputado que me dijera, "no te preocupes, ya las llevo yo, que tú vas muy liado y tienes que pasar por el súper". Los políticos están a sus cosas. ¡A sus cosas! Y lo que nos pase a nosotros los ciudadanos y votantes les trae sin cuidado. Lo único que les interesa es el cargo y temitas tontos que les hacen ganar puntos entre ellos, como las cumbres que no sirven para nada y los estatutos europeos y bla bla bla. ¡A sus cosas! Pero de lo que verdad nos importa y nos preocupa, nada. La semana pasada, por ejemplo, me asaltaron dos matones de una mafia búlgara y me pegaron una paliza por no recuerdo qué historia de una deuda de siete mil euros. Pero eso a los políticos no les interesa. Les preocupa el nuevo logo de su partido. Las cosas normales de la vida, no. Porque hablar de la afición a las timbas ilegales de póker no es importante, qué va, lo importante es ir a la inauguración de un centro cívico, dándole la espalda a los ciudadanos a los que se golpea repetidamente en el abdomen y en la cara, ¡no, en la cara no! ¡Calla, haber pagado! ¡Ah, no, por favor, sólo necesito una semana más! ¡Se te acabaron las semanas! ¿Dónde estaban los políticos cuando Boris y Hristo saltaban sobre mis costillas? ¿Por qué no había ningún concejal poniendo paz y orden, y trayendo un sobre con siete mil ridículos euros? Pues muy sencillo: porque los sobres se los quedan para ellos; al ciudadano de a pie se le ignora, se le ningunea y si debe cuatro duros, se le da una paliza yo diría que exagerada. En serio. Se pasaron un poco. No hacía falta morder. Creo que les caigo mal. Y eso que les he pagado más de una cerveza. Luego, claro, como los políticos ignoran los problemas comunes de la gente normal de la vida, me tuve que acostar magullado, vendado y con puntos, sin que el presidente de una comisión parlamentaria me trajera un vasito de leche caliente y me arropara y me dijera ea, ea, los hombres malos no te volverán a hacer daño, intenta descansar, cierra los ojitos, ya verás cómo sueñas con cosas bonitas.


 
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jueves, 4. febrero 2010
Jaime, 4 de febrero de 2010, 8:13:41 CET

James Cameron: "Lo bueno es que no tienes que preocuparte por el guión"


James Cameron me recibe en su despacho cuatridimensional (si contamos el tiempo) y me invita a tomar un Blue Tropic, como en los años 90. “Es que desde que hice Pitufar, todo lo azul me tira mucho. Mira, me he comprado una camisa verde, no te digo más”. Le pregunto por las nueve candidaturas al Oscar y me comenta que “le pareció muy frustrante que la Rae admitiera ‘nominación’ después de haber conseguido decir ‘candidatura’ con normalidad. ¿En qué se ha convertido la Academia? ¿En Gran Hermano? ¿Y quieren que encima paguemos el canon por los cedés?”. Cameron explica que visto el éxito de Avatar, ahora quiere hacer películas multidimensionales. “No cuento la dimensión temporal porque mis películas son eternas”. ¿Inmortales? “No, por lo aburridas. El caso es que tengo películas en dos dimensiones, como Titanic, y una en tres dimensiones, Avatar. También quiero hacer una en una dimensión, aunque tengo miedo de que me salga muy lineal”. Le explico que ya hice ese chiste en Twitter y me ignora, siguiendo con su discurso: “Resulta que según la física más avanzada y en especial la teoría de cuerdas, en la cual soy un experto, hay más dimensiones espaciales aparte de las tres mencionadas: podría haber seis o incluso siete más, todas ellas enrolladas a tamaños menores que los del espacio de Plank, que es el espacio que guardan entre sí los manifestantes del Partido Popular cuando los cuentan”. El objetivo de Cameron es hacer películas en todas las dimensiones posibles. En cuatro, en cinco, en seis… “Lo bueno es que no tienes que preocuparte por el guión: todo el mundo se entusiasma con la técnica, como en las porno, y sólo tienes que hacer que el chico bese a la chica, también como en las porno, aunque sí que es cierto que las porno incluyen más variantes y por tanto más riqueza argumental que mis películas”.

El resto, en Libro de notas.


 
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jueves, 28. enero 2010
Jaime, 28 de enero de 2010, 8:05:54 CET

Javier Arenas: "Los negros no nos gustan y el verdadero racismo es no reconocerlo".


Javier Arenas, líder del Partido Popular en Andalucía es un firme partidario del debate. “Ojo —aclara—, siempre que se me dé la razón”. En su continua lucha por atender a lo que dice la calle (“ojo —aclara—, la calle donde yo vivo”), ha afirmado que es necesario reabrir el debate sobre la cadena perpetua. “No es posible que en otros países haya posibilidad de meter a la gente en la cárcel y revisar la condena cada cierto tiempo y aquí no se pueda encerrar a según quien y tirar la llave al mar”. Eso sí, Arenas asegura que se le ha malinterpretado. “Yo estoy en contra de la cadena perpetua —explica—. ¿Por qué diantres voy a pagar yo con mis impuestos la residencia y la comida a un asesino en serie o incluso a cualquier otra persona que no me caiga bien? Mis impuestos deben ir a los españoles católicos y de derechas de toda la vida, como yo mismo sin ir más lejos”. Arenas apunta que él está más por pegarles un tiro entre ceja y ceja a los criminales, pero comprende “que la sociedad de hoy en día está por lo políticamente correcto”, cuando lo cierto es que “vivimos en un peligro constante. La gente de la calle, incluido Ynestrillas, se pregunta por qué los jóvenes de entre 15 y 30 años no están todos en la cárcel. Las estadísticas demuestran que los delincuentes cometen sus primeros crímenes graves en esa franja de edad. Es intolerable que haya jóvenes por la calle dispuestos a robarnos, matarnos y violarnos mientras dormimos. Luego a los 30, se les castra químicamente y se les deja salir, siempre bajo un estricto control policial, por supuesto. Otros países de nuestro entorno, como Abrufilandia, han hecho cosas similares y nadie ha puesto el grito en el cielo. Pero claro, los rojos prefieren la Rusia de Stalin”.

El resto, en Libro de notas.


 
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martes, 26. enero 2010
Jaime, 26 de enero de 2010, 19:04:13 CET

Por un nuevo presidente de la SGAE


La indignación vuelve a corroer mis entrañas. Oh, ah, esto no puede ser, esto no puede continuar así, ¡basta ya! ¡Fora Van Gaal! En realidad, no es indignación. Son las clásicas molestias estomacales que me provocan mis frugales desayunos. Tengo una constitución débil (como España, ja) y tengo que cuidarme y desayunar poco y ligero: dos vasos de leche, dos tazas de café, un bocadillo de pan frito con bacon, dos plátanos encebollados y las doce o trece croquetas que hayan sobrado de la noche anterior. Pero este sentimiento (el ardor) se parece mucho a ese otro sentimiento (la indignación), así que aprovecho el impulso para sentarme a escribir una de mis airadas columnas. Precisamente la indignación que simulo sentir va dirigida contra la propia indignación. Fijémonos en la situación de la economía mundial. Vale, da pereza, concentrémonos sólo en la española: paro, empleos mal pagados, inseguridad, los pisos aún por las nubes… ¿Y dónde están las huelgas? ¿Dónde, las manifestaciones? ¿Cómo es que no estamos ahí gritándoles a los empresarios que no aprovechen para quitarnos lo que es nuestro por derecho (no sólo sus Mercedes, sino nuestros sueldos), que no aprovechen en definitiva la crisis como excusa para hacernos trabajar más por menos? Pero no. La gente no se indigna. Ni siquiera tiene acidez. Los parados se convierten en adictos a Infojobs y los que tienen empleo reciben cada nueva humillación con un “lo importante es que al menos tengo trabajo y puedo seguir pagando los treinta dos años restantes de hipoteca”. Ejemplo: JEFE: Oye, que hemos despedido a tus dos compañeros de departamento y tú harás todo su trabajo por el mismo sueldo. Estamos en crisis, es un momento difícil, hay que apechugar, vendrán tiempos mejores, etcétera, me voy, que he quedado. EMPLEADO: Lo importante es que al menos tengo trabajo y puedo seguir pagando los treinta dos años restantes de hipoteca. En casos extremos, añade: Además, me encanta mi trabajo y qué mejor que pasarme aquí un par de horitas más cada día. Esta es la crisis del miedo. En cambio, la gente se indigna hasta niveles sulfurosos con otro tema. Este empleado --a quien llamaremos Severino-- que hace horas extras con una sonrisa en los labios, llega a casa a las nueve, completamente destrozado, enciende la tele y ve que, cielos, la SGAE pretende cobrar DOCE EUROS CADA MES a los peluqueros. Pero bueno. Qué se han creído esos chorizos. Doce euros. A los peluqueros. Se han vuelto locos. Ladrones. Mafiosos. A los peluqueros. Ahora mismo voy a comentar la noticia en Menéame. Etcétera. Cuidado. A mí también me parece que la SGAE es una asociación de sinvergüenzas (¡sinvergüenzas!, aprovecho para exclamar) y también creo que esta clase de cánones y tarifas son una estafa (¡sinvergüenzas! ¡A los peluqueros!). Pero volvamos a Severino: Severino trabaja dos horas más cada día gratis y vive con miedo a que mañana le despidan y no pueda seguir dándole su dinero al banco. Y está contento porque al menos tiene trabajo. Se entera de que a los peluqueros (¡a los peluqueros, on s’es vist!) les quieren robar doce euros al mes y es entonces cuando monta en cólera. Conclusión: ahí hay mucha rabia desaprovechada. Y yo tengo la solución para aprovechar esa ira: nombrar a Gerardo Díaz Ferrán presidente de la SGAE. Díaz Ferrán es el presidente perfecto para la asociación: un sinvergüenza que ha estafado a todo el que ha podido con la esperanza de jubilarse como presidente de la CEOE con el dinero de empresas arruinadas. Es un tipo que podría haber cerrado Air Comet hace uno o dos años, pagar la mayoría de sus deudas y quedar más o menos como un señor, además de cumplir la ley, pero como no es un señor y además no cumple la ley, prefirió aguantar un poquillo a ver si podía venderle la compañía a algún incauto. Los empleados pasaron ocho meses sin cobrar y la línea aérea tuvo que dejar a un montón de viajeros tirados en el aeropuerto en navidades, pero ¿a quién le importa eso? Lo importante es que aún tenemos trabajo. Ah, estoy salivando de placer al imaginarme la unión entre el empresariado más abyecto y la asociación más ridícula. Estoy viendo a Díaz Ferrán diciendo que al igual vamos a cobraros tres euros cada vez que insultéis a Ramoncín. Y la gente saliendo a la calle gritando ya está bien, a ver si se enteran de quién mantiene a quién, panda de vagos, vosotros sí que nos queréis robar y otra serie de exaltadas frases que lo mismo valen para la SGAE que para la CEOE.


 
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