lunes, 14. enero 2008
Jaime, 14 de enero de 2008, 14:26:42 CET

La segunda a la derecha


Jaime Rubio fue juzgado esta mañana por haber indicado mal la dirección de una calle. Al parecer, Rubio habría sido preguntado por un señor calvo acerca de cómo llegar a cierto cruce del ensanche barcelonés, y las señas dadas por el acusado le habrían obligado a ir en dirección contraria durante veinte minutos, a tener que preguntar de nuevo y a coger un taxi para llegar a una reunión importantísima con un retraso apenas disculpable. Nada más comenzar el proceso, el juez obligó a Rubio a defenderse a sí mismo: "Como cree que lo sabe todo --afirmó--, a ver qué tal se le da esto de la abogacía". Rubio intentó protestar, aduciendo que se consideraba demasiado honrado como para ejercer esa profesión, pero el juez desestimó su queja al considerar que "todo el mundo es demasiado honrado como para ejercer esa profesión, e incluso cualquier otra, si me apura". Nadie apuró al juez, así que el tema quedó ahí. La pobre víctima de Rubio fue interrogada mediante videoconferencia, ya que el psicólogo forense consideró que no estaba preparado para enfrentarse a la presencia de su verdugo. Rubio adujo que un forense no podía evaluar personas vivas y que en todo caso no tenía sentido evaluar la psique de un muerto. El acusado se preguntó cómo era posible que se dilapidara el erario público en pagar un sueldo sin duda sustancial a un loquero de muertos. Tras estas palabras, Rubio fue reducido a golpe de diccionario (edición de tapa dura) por los alguaciles, que actuaron de forma espontánea dado que el juez se había dormido. La víctima explicó a instancias del fiscal su dura experiencia vagando por las calles del centro de Barcelona: "Son todas iguales --dijo entre sollozos-- y todas tienen nombre de sitios. ¿Quién sabe cuál es Córcega y cual Provenza? ¿Quién? ¡¿Quién?!" En su turno, Rubio le preguntó si conocía algún bar que estuviera bien por alguna de esas dos calles, pregunta que fue alabada por el juez para pasmo del fiscal, que se consideraba desde hacía años el favorito de su señoría. Cuando la víctima respondió que no, Rubio alzó las cejas más de medio metro y guardó un silencio que se hizo eterno hasta que concluyó con un "no hay más preguntas, señoría". Cuando fue interrogado por el fiscal, Rubio reconoció que "no estaba muy seguro de adónde le estaba llevando con mis indicaciones, pero al principio creía que lo sabía y luego me fui animando". "¿Pero era necesario --preguntó el abogado de la acusación-- conducir a la víctima a una tienda de chucherías y obligarle a preguntar si tenían Chimos?" Rubio contestó que ya le había advertido que aquello era opcional y sólo por curiosidad: "El otro día me acordé de ellos. ¿Los seguirán haciendo? Ahora me compraría un paquete. O dos. Qué recuerdos. Mis favoritos eran los lila". El fiscal se mostró de acuerdo, pero aseguró que él siempre había sido más de ositos de gominola, tras lo que fue acusado por el acusado de "nenaza". Un día sin duda triste para el treinta y siete veces empleado del mes de la fiscalía. En su sentencia, el juez recordó que había pasado gran parte del juicio dormido, pero que aún así había podido presenciar el magnífico golpe de efecto del acusado --"el de las cejas"--, digno de una novela de Grisham (de cualquiera de ellas, dado que son todas iguales). El juez también explicó que "hubiera sido mejor que hubiera venido con un traje blanco de lino, ya que estos libros siempre transcurren en Nueva Orleans, pero se valora la intención". De todas formas, el magistrado consideró imperdonable que Rubio "no corriera tras su víctima para explicar su error, cosa que hacía creer en una clara premeditación del delito", tras lo que le condenaba a recibir "varios golpes de efecto en la cabeza con Google Maps". Dado que Google Maps es una página de internet y por tanto virtual, Rubio fue ajusticiado con un viejo 486 que estaba por ahí dando vueltas por el juzgado. Se consuma así un nuevo golpe --de efecto y físico-- contra el proceso de informatización de la justicia, que se retrasará otro par de años tras quedar destrozado el parque tecnológico de los tribunales de Barcelona.


 
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