lunes, 7. enero 2008
Jaime, 7 de enero de 2008, 11:07:56 CET

Propósitos


Me he hecho una lista de propósitos para este año que, si no he perdido la cuenta, es 2008. Son bastante fáciles, ya que quiero ir poco a poco. Y es que es la primera vez que hago una lista así. El año pasado hice una lista de cosas que no quería hacer. Por desgracia y como cada año, seguí trabajando. En fin. Este año me he propuesto, primero: aprender inglés. Como ya sé inglés, la puedo tachar. Bien. Segundo: mantenerme vivo. No la tacho todavía, pero estoy sano como un roble gracias a los transplantes, así que no debería costarme mucho ver 2009. Tercero: ganar el premio Nobel de la Paz. Al Gore lo ganó con un documental sobre el medio ambiente, así que supongo que me lo darán si, no sé, escribo un libro sobre el peligro que supone dejar elefantes sueltos en medio de grandes ciudades. Incluso lo relacionaré con la paz. Lo pienso titular: El fusil de los elefantes. Es metafórico. Espero que nadie lo considere pornográfico. Porque esa no es la intención (al menos no antes de las ocho de la tarde). Creo que ya he hablado de este tema, pero no es algo a descuidar: los elefantes son animales peligrosos. Ahora con las navidades muchos padres compran crías de elefante a sus hijos porque, claro, cuando son pequeños son simpáticos. Pero luego crecen, y no poco, y se dedican a aplastar coches y a despertar a los vecinos con sus bramidos. Además, necesitan espacio para moverse y no todo el mundo dispone de una habitación de ocho o nueve metros cuadrados para su elefante doméstico. Algunos recurren al sin duda práctico corte de patas. Es cierto que los elefantes sin patas son más fáciles de guardar, incluso se pueden meter en un armario durante las vacaciones, pero también resulta más complicado sacarlos a pasear. Es sin duda cómico ver a un hombre hecho y derecho (o a una mujer hecha e izquierda) arrastrando un elefante sin patas por la calle y luego recogiendo los veinte quilos de excrementos con una pala y doce sacos. Así las cosas, muchas familias prefieren simplemente abandonarlos cuando sobrepasan las tres toneladas, sin ser conscientes de los problemas que acarrean los elefantes callejeros. Y no se trata sólo del peligro de morir aplastado o, peor, de que le aplasten a uno el coche, sino de los riesgos relacionados con la higiene y la salud. Todos hemos visto solares repletos de elefantes callejeros, alimentados por alguna viuda bienintencionada que les lleva cada día un camión con sobras de verduras. Esos solares son un nido de parásitos, ratas y enfermedades. Encima, no tengo tan claro que esto de regalar elefantes sea una mera moda pasajera. Hace ya más de diez años que se van incrementando las importaciones de elefantes indios y africanos, desde que se produjeron aquellos casos de niños devorados por sus tigres. Casos sin duda extraordinarios, ya que todo el mundo sabe que los tigres no comen carne humana si no tienen hambre. Seguramente los padres se olvidaron de darles los filetes a sus hijos y los pobres e inocentes animales se vieron obligados a arrancar alguna que otra pierna. Cuarto: dejar de fumar. Ésta también la puedo tachar porque yo no fumo. Quinto: olvidar informática. Ya aprendí cómo iban los ordenadores hace un tiempo y la verdad es que tampoco sirven de mucho. Sexto: dejar de hacer listas. Odio las listas.


 
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