miércoles, 18. julio 2007
Jaime, 18 de julio de 2007, 9:38:21 CEST

Y ahora los monos quieren vacaciones


Hasta hace poco, mi equipo de monos redactores usaba máquinas de escribir. Soy un romántico. Bueno, eso y que el martillear de las viejas Olivetti rescatadas del desguace disimulaba el ruido de los golpes de garrote y el restallar del látigo. Las malditas protectoras de animales, que no me dejan en paz. El caso es que mis compromisos publicitarios y mis asistencias a conferencias y congresos eran tan numerosos, que ya no me quedaba tiempo para revisar los textos y subirlos al blog, así que nombré un redactor jefe y le presté mi viejo 486 con Windows 3.1 para que desempeñara las mencionadas tareas. Algún iluso igual sugiere que un ordenador así no podría conectarse a internet, pero eso sólo es porque pocos conocen todas las posibilidades de las foneras, que permiten conectarse a través de la wifi de la Nasa y acceder a los recursos informáticos de las oficinas centrales de IBM. El problema es que nombré redactor jefe a un irresponsable que se ha dedicado a perder el tiempo con internet. Se pasaba el día bajando series y actualizando su blog, con lo que el trabajo de verdad, el que le daba de comer queso rancio y cáscaras de nueces, se quedaba sin hacer. Tuve que quitarles la conexión, pero montaron en cólera y, en resumen, el caso es que alguien se ha comido mi pie izquierdo. Suerte que no me llamo Christy Brown. Sí, este comentario sobraba. Al menos he podido llegar a un acuerdo con los monos. Verán las series que ya se han bajado (The office, Dexter, las tres temporadas de Arrested development y todo lo que hizo Hugh Laurie antes de House, incluido Stuart Little) y a mediados o puede que a finales de agosto, volverán a trabajar duramente con sus viejas Olivetti, teniendo derecho a un episodio diario de la serie que escojan. Malditos sindicatos. A saber qué será lo próximo que exigirán. ¿Comer carne una vez a la semana? ¿Agua potable? ¿Baño diario? Estos monos quieren vivir como señores. Y yo, que arriesgo mi nombre y mi dinero les tengo que dar hasta la última gota de mi sangre y encima darles las gracias. Qué asco.


 
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