martes, 27. marzo 2007
Jaime, 27 de marzo de 2007, 15:57:37 CEST

Acerca del teléfono y sus ventajas


Soy consciente de que hay mucho iluso anarcoreaccionario que está en contra del progreso, a pesar de sus evidentes ventajas. A saber, el progreso avanza y lo hace con materiales cada vez más resistentes y ligeros. Esta oposición sistemática a las mejoras técnicas, científicas y sociales no suele ser más que fruto de la ignorancia. El desconocimiento provoca miedos y reparos absurdos, que obviamente desaparecerían si uno dedicara tiempo a meditar y conocer las nuevas tecnologías e ideas que revolucionan nuestra sociedad. Yo mismo he pasado los últimos veinticuatro años estudiando un invento que creo que dará mucho que hablar (ja, ja): el teléfono. Después de mis reflexiones al respecto, creo que ya estoy preparado para usar dicho aparato sin los miedos irracionales que me asaltaban siempre que lo oía sonar. Y eso es porque ya sé cómo funciona. La gente que llama no queda atrapada de por vida en la pequeña caja del instrumento, sino que sólo se transmiten las ondas sonoras mediante impulsos electromagnéticos (nota: las últimas siete palabras son pura improvisación; antes de utilizarlas en cualquier conversación, consulte la wikipedia). El caso es que, tras mis primeros escarceos telefónicos y después de repasar las notas que he reunido durante mis más de dos décadas de estudios sobre el teléfono, me permito exponer una de mis meditadas ideas al respecto. Imagino que nadie habrá llegado a tal profundidad de pensamiento, dado que la sociedad se divide en los amedrentados por cualquier cambio, incapaces de abrir sus mentes a las novedades, y los locos que usan cualquier invención sin tener en cuenta las consecuencias (que pueden ser terribles: la silla eléctrica, por ejemplo, aparte de sus indudables ventajas y a pesar de lo que dicen sus defensores, MATA A MUCHA GENTE). La cuestión es que se me ocurrió que sería fantástico que los teléfonos no dependieran de los cables y pudieran llevarse de acá para allá, permitiendo llamadas desde la calle o desde un coche averiado en mitad de la autopista, por ejemplo. Quedarían por resolver los problemas del peso y la alimentación (eléctrica, no la de comer), pero imagino que los técnicos especialistas en estas cosas podrán recoger esta modesta proposición y comenzar a trabajar en lo que sería un teléfono portátil, sin duda ventajoso tanto por lo que se refiere a los servicios como a la cuestión económica. Porque la ciencia y el progreso también pueden ser (y son) un negocio. Quién sabe, quizás dentro de veinte o treinta años disfrutaremos de teléfonos acarreables, no más grandes que una grapadora y no más pesados que el vecino del cuarto. Espero que alguien reconozca mi mérito como modesto impulsor de una posibilidad latente que seguro que ha pasado desapercibida a muchos.


 
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