miércoles, 17. enero 2007
Jaime, 17 de enero de 2007, 9:41:38 CET

GPS


Paró el coche y extendió el brazo para apagar el GPS, sólo que el GPS le dijo: "Abra la puerta y salga del coche", cosa que le pareció lo suficientemente lógica como para hacerle caso. Es más, decidió llevarse el aparatito, no fuera a perderse alguna indicación de estas tan sensatas que a uno le hacían ganar tiempo y llegar antes y mejor a los sitios. "Salga del garaje". Claro, cómo no. Ya era de noche. Es lo que tienen el invierno y las horas extra. "La próxima a la izquierda". Él prefería ir todo recto, siempre le había parecido que daba más vuelta yendo por la plaza, pero en fin, la máquina sabría. "Gire a la derecha". Era una voz rara, casi desagradable, muy de máquina. Claro, era una máquina. Aunque se suponía que era voz de mujer. Se llamaba Sandra. Se podía configurar para que hablara un hombre, llamado Toni. Se los imaginaba como un matrimonio más o menos bien avenido. Toni se encargaría de las cosas del hogar y, quizás, envidiaría a Sandra, que era la que salía cada mañana a trabajar, a decirle a ese desconocido las calles por las que tenía que ir. Aunque Sandra también envidiaría a Toni, que tenía todo el día para el solo y no tenía que soportar los atascos, las obras imprevistas y no programadas, o que el conductor (el jefe, ¿no?) hiciera caso omiso de sus indicaciones. En fin. "Vaya sacando las llaves, que está llegando al portal". Qué sensatez. Increíble lo que inventaban los japoneses. O los estadounidenses. O los holandeses. O quienes fuera que fuesen. Se encontró con un vecino en el portal. "Llame al ascensor". Es increíble, lo que inventan los japoneses, le dijo al vecino, que sólo dijo que sí con la cabeza y procuró no mirarle demasiado raro ni demasiado rato. "Baje, ha llegado a su piso", y bajó, dejando en el ascensor al del séptimo. "Abra la puerta. Salude a su hija, que está estudiando". Hola, ¿aún con los libros? Mañana tengo examen. "Salude a su hijo, que está con la consola". Hola, ¿otra vez jugando? Ya hice los deberes. Sí, bueno, como siempre. "Salude a su mujer, que está viendo la tele". Hola, qué tal. ¿Qué haces con ese cacharro por el pasillo? Voy a cambiarme. Yo diría que es complicado perderse por casa. No se iba a perder, pero siguió haciéndole caso al bicho. "Cene". Y cenó. "Mire la serie. No, esa no, la del otro canal". Y la miró. Pero qué te ha dado a ti con el cacharrito. Calla, mujer, que esto es increíble. Lo que inventan los americanos. "A dormir". Y, venga, a dormir. "Despierte". Eran las tres y cuarto de la madrugada. Vaya, se había olvidado de apagar el GPS. Qué cosas. "Salga de la cama". Pero baja la voz, mujer, que vas a despertar a todo el mundo. "Salga de la cama". Y salió. Al cabo de un rato ya no sabía qué más hacer. El GPS se había quedado sin batería y el cargador no funcionaba. Sandra se había callado. Decidió preparar café, a ver si se despejaba un poco y eso le ayudaba a pensar. Le salió asqueroso. Miró la taza. Lógico que el café supiera tan mal: la taza estaba manchada de sangre. Fue a la cocina. La cafetera, también. Y el cuchillo. Encima, el maldito GPS no se encendía ni a la de tres.


 
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