lunes, 8. enero 2007
Jaime, 8 de enero de 2007, 9:11:19 CET

La aventura de los dos hombres casi iguales


SHERLOCK HOLMES: Bien, les puedo decir que a este tipo le asesinó un hombre alto, de más de seis pies... Seis con tres, para ser exactos y según la longitud de su paso. Es diestro. Fuma en pipa. A ver... Lleva zapatos ingleses de cuero... Toca el violín, como se puede ver por esta huella de su mano izquierda y, dado el temblor apreciable en esta herida, es consumidor habitual de cocaína. LESTRADE: Er... señor Holmes, ¿está seguro? SH: Totalmente. Sé que esto le puede parecer pura conjetura a una mente obtusa como la suya, pero el doctor Watson, mi amigo y cronista, sabrá decirle que mis métodos son científicos y se basan únicamente en los hechos. WATSON: Sin duda, Holmes, pero igual debería considerar que... SH: No hay nada que considerar. Busquen a la persona que coincide con esta descripción y tendrán al asesino. L: Muy bien. Señor Holmes, le arresto por el asesinato de Elias Hedgehog. SH: No, un momento, ¿qué significa esto? L: Sigo sus instrucciones: he encontrado al hombre que coincide con su descripción. SH: ¡No, no! ¡Yo no he sido! L: Pero usted es así de alto y fuma en pipa y... SH: ¡Pero yo no he sido! ¡Deje esas esposas! W: Tendrá que admitir que usted es exactamente como se predijo a sí mismo que sería. L: Claro, como tenía información privilegiada. SH: No, no, busquen al otro hombre que coincide con la descripción. L: Ah, claro, al otro hombre. Son cientos como usted los que se pasean por Londres. SH: No, esperen, se me había pasado por alto que... er... el sospechoso vestía un traje de lino. L: ¿Y cómo lo sabe? No hay fibras. SH: Por el olor. Huele a lino. L: No es verdad. Se lo está inventando. W: Holmes, no me esperaba esto de usted. SH: Er... Y también cojeaba. Miren las huellas del jardín. L: Creo que usted simuló esa cojera. Es una pista falsa que dejó adrede para despistarse a sí mismo. W: Me decepciona, Holmes, me decepciona. SH: ¡Yo no...! ¡Joder! ¡Soy inocente! Ni siquiera conocía al muerto. Ah, y hay otra cosa. El asesino era azul. L: ¿Azul? SH: Sí, azul. Como los pitufos. L: Ah, entonces no es usted. W: Menos mal. Me había asustado. SH: Buf, er... Sí, busquen a un violinista cocainómano de seis pies con tres y de color azul. L: Hmm, azul, no lo encontraremos nunca. W: Yo jamás he visto a nadie azul. SH: Sí, bueno, porque ustedes no están a mi altura. L: Yo preferiría interrogarle a usted, de todas formas. SH: ¿Soy azul? No, ¿verdad? Pues, hala, a cascarla. Y ahora, si me permiten, voy a limpiarme estas manchas de sangre de las manos y a deshacerme de este cuchillo. W: Un momento, ¿y cómo sabe que el asesino es azul? SH: Amigo Watson, como de costumbre usted observa, pero no deduce. Sé que el culpable es azul por el color de su piel. W: Oh, claro. Es admirable. Una vez explicado tiene todo el sentido del mundo. Parece hasta fácil. SH: Sí, los cojones. Ahora, si me disculpa...


 
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