miércoles, 29. marzo 2006
Jaime, 29 de marzo de 2006, 9:39:53 CEST

Éxito


Alberto Lomares nos recibe en su despacho del piso cincuenta y siete de un edificio que no tiene ni treinta plantas. "Hay que sudar mucho para llegar aquí. Y no es sólo una metáfora. Pero fíjense en qué vistas tenemos los ricos". Miramos por las ventanas y a lo lejos apreciamos la silueta de unos camellos paseando por los desiertos de la península arábiga. Lomares sabe lo que es el éxito. Y no nos referimos a formar una familia feliz o a contar con un puñado de buenos amigos. Eso son sucedáneos baratos que apenas suponen un consuelo para los mediocres. Lomares conoce el éxito de verdad, el éxito con mayúsculas: el ÉXITO, en definitiva. Este joven empresario de apenas sesenta y cuatro años heredó una fábrica de lupas que había estado en su familia durante generaciones. "Era un mal momento para las lupas --explica--, los detectives casi no las usaban y la filatelia cada vez era menos popular. Había que reconvertir un negocio que apenas me proporcionaba setecientos millones de euros netos al año. Era renovarse o ser el hazmerreír en las cenas de empresarios". El presidente de Lomasa tuvo una idea genial, de esas que sólo tienen las personas que conocen el ÉXITO: convertir aquella vieja fábrica de lupas al borde de la quiebra en una fábrica de lupas con los mangos de colores. "Tuve que trabajar duro --explica--. Había días que llegaba a la oficina a las nueve en punto y no tomaba ni un solo café hasta las once y media. Y luego seguía hasta la hora de comer. Después de almorzar, me quedaba dormido en el sofá, extenuado, con el cerebro rebosando de ideas para mi negocio y para la campaña de publicidad". Algunos igual recuerdan esta campaña. Carteles por todas las autopistas con el ingenioso eslogan: "Compre Lupas Lomasa". Las lupas de colores se vendieron menos que las negras, con lo que Lomares contó con una excusa para despedir a la mitad de los trabajadores y ahorrarse tanto dinero que desde entonces en los bancos le llaman de usted y le dejan saltarse la cola. Este humilde cronista fue testigo en una ocasión de este trato preferente, mientras era azotado por el señor bajito que está dentro de los cajeros automáticos. "¡Sólo tenemos billetes de veinte y de cincuenta! --decía, mientras me golpeaba la cabeza una y otra vez con una porra de goma-- ¡No te pienso dar treinta euros, saca veinte o cuarenta, estúpido, que has formado una cola de diecisiete personas!" Al final saqué dos de veinte, rompí uno por la mitad y volví a ingresar la parte que no necesitaba. Todo un ejemplo, el de este hijo del ÉXITO. Me refiero a Lomares. No aconsejo seguir mi ejemplo en absoluto. No aceptan medios billetes en todas las tiendas. Sí en las zapaterías. Pero sólo me dejaron llevarme un zapato. El otro lo podré recoger cuando entregue la mitad que falta del billete. Los zapateros nos extorsionan. Por eso aprietan y rozan tanto los zapatos nuevos. Para recordarnos que los zapateros son personas malvadas que quieren billetes enteros. Dejo aquí mi escalofriante testimonio por si pudiera ser de utilidad a personas que se encuentren en la misma situación que yo.


 
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