martes, 4. octubre 2005
Jaime, 4 de octubre de 2005, 9:39:53 CEST

Incompetentes


Al fin me llegó la última edición de la Enciclopedia Británica. Sin embargo y por algún motivo que no alcanzo a comprender, mi nombre NO aparece. Sí, un ultraje. He enviado una carta de protesta a los responsables de esta obra que con cada edición pierde calidad a ojos vista. La Encyclopaedia Britannica ya no es lo que era, desde luego que no. Reproduzco la carta por su interés.

Apreciados señores:

Con retraso respecto a las fechas anunciadas por el comercial enviado a mi casa --por cierto, sin corbata-- acuso recibo de los treinta y dos volúmenes de su enciclopedia, incluyendo los correspondientes apéndices, el libro del año 2004 y un interesante catálogo de pañuelos de seda. Observo que en el total de los 64.900 artículos han incluido términos como "stone" o "potato", pero no han encontrado espacio para añadir ni siquiera un extracto de las catorce hojas que les remití con un resumen de mi vida y obras. No hay nada ni en la R de Rubio ni en la H de Hancock (sí, también he mirado en la H, uno no se puede fiar más que de uno mismo). Este hecho me causa no poca sorpresa y decepción: ¿acaso pretenden decirme que toda mi vida y mi trabajo dedicados por entero al cultivo de la excelencia en sí (ver mis publicaciones al respecto) valen menos que una piedra y una patata, dicho sea con todo mi respeto por los colectivos de minerales y tubérculos? Quiero pensar que no se trata de un asunto de mala fe por su parte y que en modo alguno pretendían insultarme. No. Soy de natural optimista y tiendo a creer en la bondad innata de los seres humanos, dentistas incluidos. Creo por tanto que se ha tratado de un simple caso de incompetencia. Algún representante de esa nueva generación de empleados sin sentido del compromiso y de la responsabilidad habrá extraviado el documento que les envié. Puede que incluso voluntariamente, para evitarse así un trabajo que, pese a todo, es necesario. Pero no, nada más lejos de mi intención que provocar la cacería del irresponsable causante de tal estropicio. Aunque, de no hacerlo, la más que discutida calidad de su otrora excelente enciclopedia seguirá decayendo, ya que lo ocurrido servirá como ejemplo a otros redactores y asalariados que optarán también por la indolencia y la ley del mínimo esfuerzo, al no recibir esta actitud el necesario por ejemplarizante castigo. Pero ése, señores, es su problema. Por mi parte, yo me doy por satisfecho si en las sucesivas reimpresiones y reediciones de la enciclopedia incluyen el artículo que les remito de nuevo. Reciban mis más cordiales saludos, etcétera.


 
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