mayo 2004 | ||||||
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Perder el tiempo
Emereci le ha estado sacando punta hábilmente a la anotación sobre Crónicas Marcianas. En una de sus dos docenas de críticas, me pedía con una sorna impagable que le explicara a qué dedico el tiempo libre, "a ver si dejo de desperdiciar el mío". Pero me parece que no le pregunta a la persona más indicada. Sobre todo desde que trabajo ocho horas diarias, que son ocho horas perdidas, por mucho que se suponga que contribuyo a la recuperación económica global, que no es poca cosa. Y es que creo que uno pierde el tiempo cuando tiene la sensación de que podría estar haciendo cosas mejores, y entiéndase esto de "cosas mejores" con toda la amplitud posible: más divertidas, más útiles, más enriquecedoras, más descansadas, lo que sea, dependiendo de cada momento y de cada persona. Aunque, de hecho, cuando trabajo, "cosas mejores" equivale a "cualquier cosa". Es decir, no considero que uno esté perdiendo el tiempo por tumbarse en la cama y dedicarse a contar los bultitos del estucado de la pared, si es que quiere o necesita hacer tal cosa. Ni cuando uno llega cansado a casa y se pone a mirar la tele, ni cuando se cocina, ni cuando se echa una siesta, ni cuando se sueña despierto, ni cuando se hojea una revista, ni cuando uno decide quedarse cinco minutos más en la cama. Es más, a veces incluso desperdiciar el tiempo no es una pérdida de tiempo, porque eso es justamente lo que necesitamos: aburrirnos, saber que podríamos estar haciendo otras cosas. Recordar, como dice Josep, que "nos hemos organizado como si el tiempo existiera. / Y encima llueve".