martes, 3. febrero 2004
Jaime, 3 de febrero de 2004, 16:50:10 CET

La hormiga anémica


Siguiendo con el tema del trabajo, me gustaría dejar claro que a mí me encanta. No hay nada que me cause mayor admiración que ver a una persona que le echa un vistazo a su nómina a fin de mes y sonríe como diciendo "me he ganado hasta el último céntimo". A pesar de mi exiguo sueldo, yo no puedo decir lo mismo. Y cómo me gustaría. Y es que suscribo por entero las palabras que a la encomiable empresa del trabajo le dedica Jerome K. Jerome en Three men in a boat: "I like work: it fascinates me. I can sit and look at it for hours. I love to keep it by me: the idea of getting rid of it nearly breaks my heart. You cannot give me too much work; to accumulate work has almost become a passion with me: my study is so full of it now, that there is hardly an inch of room for any more. I shall have to throw out a wing soon. And I am careful of my work, too. Why, some of the work that I have by me now has been in my possession for years and years, and there isn't a finger-mark on it." Que conste, pues, que no soy un zángano ni una cigarra, como insinuaba Javi, sino más bien una hormiga anémica. Una hormiguilla que lucha con todas sus fuerzas (que no son muchas) para ser la obrera que más trozos de hoja traiga al hormiguero. Pero es que no es tan fácil. No todos hemos nacido con las mismas aptitudes. Unos valen para sudar, mientras que los demás nos tenemos que conformar con tumbarnos a ver el espectáculo, con una tacita de café y un par de libros a mano, a ser posible con algo de música de fondo, pero suave, por favor. Terrible destino el nuestro, que no podremos contribuir a que nuestra nación alcance a las locomotoras europeas, a que nuestro país reactive su economía -signifique eso lo que signifique-, a que podamos mirar al futuro con la cabeza bien alta. Cuando España sea una primera potencia mundial, yo apenas podré reprimir una lagrimilla y confesar que no he colaborado en tal gesta. Pero, eso sí, os daré las gracias a todos por haber trabajado tan duro y por no haberme obligado a imitaros. Porque no me obligaréis, ¿verdad?


 
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