lunes, 23. junio 2003
Jaime, 23 de junio de 2003, 12:59:21 CEST

Robar libros


A Stanilas Gosse le ha caído una multa de 6.000 euros por robar un millar de libros de la biblioteca del monasterio del monte Saint-Odile. Esta condena se considera simbólica, ya que Gosse no tendrá que pasar por prisión a pesar del valor de los libros robados. El juez ha considerado que no robaba con ánimo de vender los volúmenes, sino sólo por amor a los tomos en cuestión. El caso es bastante significativo, porque es otra prueba de que los ladrones de libros están bien vistos. Si uno roba un reloj de oro sin ánimo de venderlo, simplemente para lucirlo, no se le considera más que un choricete. Con ínfulas de dandy, pero choricete. En cambio, un tipo que roba un libro con la intención de disfrutarlo es un alma elevada. Es más, es habitual que los ladrones de relojes se avergüencen, mientras que todos hemos oído cómo algún conocido explicaba con cierto orgullo historias de antes de que en las librerías hubiera alarmas. Lo más típico es escucharle contar cómo robó una novela en una librería de viejo de París. Conozco como unas quince versiones de esa anécdota. Es como si los que no llegaron a tiempo al mayo del 68 se hubieran dedicado a saquear las librerías parisinas. Reconozco, eso sí, que hay diferencias entre un ladrón de novelas y un afanador de relojes. Lo que me molesta es que quienes piensan en la familia hambrienta de los relojeros (o de los vendedores de electrodomésticos, o de la señora a la que le roban el bolso) no recuerden que el librero al que le están privando de vender, por ejemplo, Madame Bovary también tiene que pagar la hipoteca, la luz, el gas, los pantalones, el almuerzo y, quizás, la ortodoncia de sus hijos. Es más, tal y como está el negocio editorial, no me extrañaría que lo pasara peor un librero al que le quitan un par de novelas que un joyero que se queda sin un par de anillos. Por tanto, si alguien tiene que robar para leer, empresa que algunos creen casi tan noble como robar para comer, que birle un reloj o una gargantilla y que luego venda lo sustraído para poder pagarse el vicio de los libros. Un poco de criterio, por favor.


 
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