martes, 28. marzo 2006
Jaime, 28 de marzo de 2006, 8:59:28 CEST

Los avances de la ciencia


Para Hans Adenauer, la clonación terapéutica no tiene ningún misterio. Adenauer lleva más de quince años tratando los trastornos de doble personalidad gracias a esta técnica. Antes de que él aplicara la clonación terapéutica en estos casos, los cirujanos se limitaban a abrir el cráneo a sus pacientes para extraerles la personalidad de más. Pero las personalidades no se pueden guardar en frascos de formol como si fueran apéndices o riñones, aunque por forma y tamaño parezcan un hígado de ciervo. Hay que buscarles un receptáculo adecuado. Obviamente no vale otra persona, ya que lo único que se conseguiría es trasladar esta doble personalidad a un sujeto sano. Tampoco sirve un muerto, ya que el cadáver no puede absorber esta llamémosla esencia y rechazaría el trasplante, creando lo que se conoce como fantasma o espectro. A principios de los noventa, el doctor Adenauer, consciente de estos problemas, le creó a Teresa K. un clon modificado genéticamente para no tener personalidad. Luego le extrajo la personalidad de más, una cleptómana con delirios de grandeza, y se la implantó al clon recién nacido. Hoy en día es una adolescente feliz que quiere estudiar ciencias políticas. Como es natural, el doctor Adenauer no es un loco que juega a ser Dios. Antes de hacerle esta operación a la señora K., hizo experimentos con animales, creando su famoso ejército de ratones pirómanos y el legendario escuadrón de la muerte, un comando de perros asesinos que compró la antigua RDA poco antes de que cayera el muro. Por sus sangrientos resultados, estos experimentos descartaron la posibilidad de implantar personalidades humanas a animales. Adenauer sigue practicando estas operaciones, siguiendo los acuerdos internacionales al respecto y extrayendo la personalidad que podría traer conflictos con la ley a sus pacientes. El doctor lleva años enfrentándose al absurdo rechazo envidioso de la comunidad médica, que le reprocha los doscientos treinta y siete fallecimientos sobre la mesa de operaciones por complicaciones propias de la intervención y olvida los doce pacientes tratados con éxito. Como escribió el propio Adenauer en un discutido artículo, "si no somos osados con la vida ajena no avanzaremos nunca. Los cadáveres de hoy son los medicamentos del mañana".


 
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