noviembre 2024 | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
dom. | lun. | mar. | mié. | jue. | vie. | sáb. |
1 | 2 | |||||
3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 |
17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 |
24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
abril |
Cien años
Los vecinos de la calle Guerra número 4 se reunieron en el ático alrededor de la gotera que iba cayendo más o menos a un metro del ascensor y cuya actividad, según había podido averiguar el presidente de la comunidad, había comenzado en noviembre de 1907. Su abuelo, presidente de la misma comunidad por aquel entonces, había recogido en los libros de ese mes un apunte de gastos por la reparación de "una persistente gotera en el ático, cuyo origen ha quedado indeterminado por el profesional contratado". A lo largo de los años se habían sucedido las reformas y los intentos de reparación, pero la gotera había sobrevivido a capas de pintura, cambios de tuberías, la instalación del ascensor, la reforma de la escalera e incluso a un pequeño incendio, sin variar su metódica actividad, calculada por el padre del presidente, también presidente de la finca, en unos "escasos dos litros diarios, con poca variación". Esta persistencia obligaba a que las tres familias del ático se fueran turnando a la hora de ir cambiando y vaciando los cubos, recurriendo a la fregona en caso de despiste. Más o menos la mitad de los vecinos creía que la gotera aguantaría lo mismo que durara en pie el edificio, pero la otra mitad confiaba en que terminaría aquel mismo día, dado que experiencias similares habían llevado a la formulación de una ley universal según la cual no hay mal que cien años dure. Así, de acuerdo con la sabiduría popular y si los registros del abuelo del presidente eran tan meticulosos como parecía, aquella gotera tenía que cesar antes de que terminara el 30 de noviembre de 2007, y eso como muy tarde. Como ya eran las once de la noche pasadas y la tensión y los comentarios habían ido en aumento a lo largo del día, allí no faltaba ni el bebé de los del tercero, quien, seguramente imitando a sus padres y al resto de los adultos allí congregados, aguantaba la respiración entre gota y gota, lanzando un quejido de decepción cada vez que, por mucho que la pausa pareciera alargarse, finalmente otra gota siguiera a la anterior. Cuando una gota cayó a las once y cincuenta y nueve, el presidente de la comunidad --contrario por cierto a la validez literal y universal del refrán-- creyó que se le iba a salir el corazón por la boca. Le latía tan rápido y tan fuerte que ni siquiera pensaba en la gotera que había causado esa excitación, sino sólo en la angina de pecho que había sufrido el año pasado. Ya no estaba en condiciones de aguantar aquellas emociones tan fuertes. Pero, a pesar de lo que le diría el médico si le tomara el pulso, el presidente no se movió durante todo aquel minuto que faltaba para que terminara el siglo de gotera, con la mirada oscilando entre el techo y el cubo de plástico verde, deseando saber si aquella gota había sido la última o si esa pequeña y rítmica desgracia iba a durar más de cien años.
Mariano Rajoy: "Facebook es divertido y útil"
Hoy en Libro de notas, la entrevista más aburrida de la historia o Mariano Rajoy en un ascensor.
Sabiduría
Llevo más de tres semanas sin dormir. Por culpa de mi carácter dócil y obediente, soy incapaz de incumplir el dicho "nunca te acostarás sin saber algo más". Lo he intentado, cerrando los ojos y pensando en cosas agradables, pero los remordimientos de conciencia me impiden conciliar el sueño: ni siquiera debería estar tumbado sobre la cama sin haber aprendido algo nuevo. Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para llevarle la contraria a siglos de historia de sabiduría popular? Obviamente no me limito a quedarme de brazos cruzados, cerrar los ojos y pensar en cosas bonitas. Leo libros, veo documentales, hablo a menudo con un par de amiguetes que saben mucho, e incluso me he apuntado a un curso de cocina. Pero --y también es mala suerte--, da la casualidad de que ya sé todo lo que me explican: que el gótico se inició con la remodelación de Saint-Denis dirigida por el abate Suger, que la Cia mató a Kennedy, que la capital de Mongolia es Ulan Bator, que el parmesano se le echa al risotto ya al final. Encima, últimamente estoy tan cansado que, cuando leo o me explican algo, ya no sé si lo sé o si no lo sé y, en todo caso, ni siquiera lo entiendo. Y, claro, si no asimilo, no puedo considerar que haya aprendido algo y, por tanto, no puedo acostarme, so pena de ofender a gran parte de la humanidad con mi indiferencia hacia las convenciones sociales. He intentado engañarme: me he dicho que, en el fondo, sólo sé que no sé nada y que, en consecuencia, cualquier brizna de conocimiento es suficiente para dormirme. Incluso, ya más desesperado, he intentado creer que no tenía ni idea de que Mercutio muriera en la primera escena del tercer acto de Romeo y Julieta, o de que Brahms hubiera compuesto cuatro sinfonías. Ya no tengo ni sueño: sólo miedo. ¿Y si ya lo sé todo? ¿No voy a poder dormir nunca más? Sí, bueno, algunos me dicen que sólo es un refrán, que no haga mucho caso, pero ellos no saben que... No, no lo saben... Si al menos yo tampoco lo supiera, quizás podría... Pero yo sí que lo sé. También es mala suerte.
Una nueva y tal vez inevitable crisis económica
Como bien saben todos aquellos que me conocen e incluso personas que no me conocen de nada, pero tienen una gran intuición, mi pasión es la economía. Disfruto estudiando esta ciencia que explica por qué hay gente pobre mientras los ricos seguimos amasando fortunas gracias a ideas atrevidas e innovadoras que la sociedad demanda, como los Segway o los móviles con cámara. Mis conocimientos y mi capacidad analítica me han permitido llegar a una conclusión aterradora: el sistema económico actual está al borde del colapso. Si no hacemos algo pronto para remediarlo, probablemente moriremos todos entre terribles dolores. Fijémonos en el fundamento de la economía: básicamente consiste en el intercambio de bienes y servicios a cambio de dinero. Y ahí está el problema. Una persona puede obtener un buen solomillo de buey a cambio de un mísero trozo de papel. No sólo eso, sino que es probable que además reciba lo que comúnmente se denomina "cambio": es decir, piezas de metal labrado. Recapitulando: carne y medallas a cambio de un mísero papel mal pintado. ¿Soy el único al que este intercambio le parece absurdo? Por supuesto que no. Mi primo también lo considera irrisorio, incluso a pesar de que desconoce el significado de esta palabra. Pero el caso es que la sociedad, irracional hasta el ridículo, sigue propiciando estos trueques, prefiriendo el papel a la carne. La consecuencia lógica de todo esto es que la gente acumulará papel despreciando la carne HASTA QUE SE MUERA DE HAMBRE, dado que el papel NO SE COME o, en todo caso, NO ALIMENTA. Es indispensable y urgente que las autoridades relativamente competentes tomen medidas al respecto y emprendan la emisión de carne moneda y pescado moneda, en lugar del pernicioso papel moneda, que lleva al hambre, a la anorexia y a la muerte. Parece mentira que se siga promoviendo este ideal estético de delgadez extrema, cuando podríamos estar pagando las cosas con filetes, incluidos el papel y los propios filetes.
¡Todos a cubierto!
Hoy desvelo en Libro de notas las verdaderas (y loables) intenciones del gobierno catalán y su proyecto de traer el Ave a Barcelona: José Montilla: "Nuestro objetivo es tirar abajo la Sagrada Familia".