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Me voy a forrar
Estoy montando un negocio absolutamente genial. Es imposible que fracase, dado que combino los dos motores del mundo contemporáneo: las nuevas tecnologías y el sexo. Y no me refiero al local de alterne con robots que monté hace unos meses y que me cerraron después de que uno de mis clientes muriera cómicamente electrocutado por uno de mis aún no perfeccionados Lovots. Lo de ahora es nuevo. Y revolucionario. Además, apenas requiere una modesta inversión inicial (los interesados en convertirse en socios accionistas pueden enviarme un télex al número habitual o un telegrama a mi apartado de correos, especificando en el asunto "Canadi.an med-s"). El negocio consiste (atención, que ahora viene lo bueno) en porno por satélite. La gracia está en que no es la clásica programación cochina que se contrata a precios abusivos en plataformas de televisión digital. En absoluto: aprovecho tecnología gratuita ya desarrollada y de fácil acceso para los ciudadanos. En concreto, Google Earth. La cosa es muy sencilla, yo subiré a una azotea diferente cada día y dibujaré en ella alguna cochinada con tizas de colores. Mis suscriptores recibirán en su correo electrónico las coordenadas exactas para poder disfrutar de este material exclusivo y, ja ja, ciertamente picante. Ya tengo las tizas compradas, así que espero iniciar el proyecto los próximos días. Quienes deseen suscribirse, no tienen más que enviarme un giro postal con 50 euros (es la tarifa de bienvenida para los primeros seis meses) y un ramo de flores.
Mi amigo Jaime (yo no, el otro)
Yo siempre estoy con mis amigos en los momentos difíles. En los fáciles, no, que no te puedes reír de ellos. Por eso esta semana entrevisto en Libro de notas a Jaime de Marichalar. Con él hablo de amor, de cine y de las costumbres navideñas de la familia real. Cuando digo real me refiero a la del rey, no a la que existe de verdad. Bueno, en realidad, a las dos cosas. Cuando digo en realidad, quiero decir "efectivamente", no estoy haciendo distinción entre realidad y ficción, o verdad y mentira.
La monarquía y los osos panda
Los autores de la portada de El Jueves en la que se veía a los príncipes haciendo cochinadas han sido condenados por injurias al sucesor de la corona, que supongo que es la Coronita (risas). Por supuesto, La decadencia del ingenio no reproducirá la portada, ya que se trata de un dibujo delictivo. Si alguien la ve en el hueco en blanco de aquí abajo es única y exclusivamente por el poder de la mente, de la memoria y de la sugestión.
Dicho lo cual, no entiendo cuál es la parte injuriosa de este dibujo que no está justo aquí encima. Bueno, para Leti igual sí, al fin y al cabo, le están relacionando con el príncipe y eso es jodido, pero por lo que leo en la prensa, el delito es por injurias al sucesor y no a su señora. Y es que, en fin, recordar que los reyes cobran básicamente por follar y reproducirse no es un insulto. De hecho y aun ignorando la frecuencia de la actividad sexual de la Coronita y pareja, digo yo que los tres mil euros de multa podría ser fácilmente lo que ingresan por, digamos, ratito de pasión íntima. En definitiva, los reyes son como los osos panda de los zoológicos. Todo el día ahí tumbados y rascándose mientras la gente espera que críen y les animan a ello. Y luego cuando tienen niños salen por la tele: Milú de Todos los Santos es el primer oso panda que nace en cautividad en los últimos dos meses, etcétera, etcétera. Me imagino a los osos panda de cualquier zoo paseándose por Ceuta y Melilla, y a la gente saliendo a recibirles con banderas chinas y camisetas con el Seat Panda. ¡Vivan los osos! ¡Con los Panda sí se anda! ¡Melilla es panduna y no moruna! Y el dictador marroquí ahí, supersoliviantado: "Oigan, que esos osos españoles van por ahí provocando con sus cañitas de bambú". O a un panda haciendo callar a Chávez, en plan niñato de barrio: "Que te calles, payaso, que aún cobrarás". Y, zas, zarpazo en toda la boca. Alta y peluda política internacional. España mejoraría mucho con reyes panda. Es más, desde las humildes páginas de esta guía telefónica propongo la instauración de una monarquía pandamentaria (risas). Sí, salgamos todos a la calle a reclamar unos reyes apeluchados y con cara simpática. O mejor no, que ya comienza a hacer frío. Entremos todos a una cafetería a reclamar. Pero no a la misma, que luego igual reclamamos, pero no hay quien se pueda pedir un cortadito.
Yo abduje a un marciano
Como ya estaba más que harto de la insultante oleada de abducciones de terrícolas por parte de alienígenas, este fin de semana decidí vengar a los miles de ciudadanos del mundo vejados por las prácticas digamos de inspección de esos seres venidos de otro planeta a robarnos muestras de tejido y células reproductoras, de modo que por una vez fuera el humano el que humillara al extraterrestre, le hiciera olvidar varias horas de su vida y le obligara a aparecer ante sus amigos como un borracho, un loco o ambas cosas. (Se admiten propuestas para poner puntos en la frase anterior.) La captura de la nave espacial fue relativamente sencilla: salí con mi coche por una carretera oscura, en medio del campo. Al poco rato se me paró la batería, señal clarísima de que un platillo volador acechaba en busca de personas inocentes. Bajé sigilosamente del coche y gracias a una larga vara de bambú capturé al ovni, que pasó de platillo volador a platillo chino, gracias a mi sorprendente habilidad para las cosas que no sirven para nada. Jamás podría haber imaginado que me iban a servir de tanto mis horas de práctica para mantener mi puesto de suplente en el espectáculo de las 17 y 19 horas en Portaventura. De hecho, allí no me sirvieron de mucho: tanta tontería con los platos y el equilibrismo y al final resultó que me habían contratado de corista para el salón del Far West. Aun así, me atrevo a decir que las dos veces que tuve que actuar lo hice con destreza, dignidad, elegancia y buen humor. Es mentira, pero me atrevo a decirlo. Si lo llego a saber o, mejor dicho, si llego a leer el contrato antes de firmarlo entusiasmado creyendo que un fan me pedía un autógrafo, no acepto el puesto. Soy un antiamericano convencido: la historia del pueblo estadounidense está manchada de sangre. Por ejemplo y hablando del salvaje oeste, sólo hay que pensar en lo que les hacían los sioux, los apaches, los cherokees y otros americanos a los emigrantes británicos, irlandeses y holandeses que llegaban a ese inmenso país con la única intención de convertirse en pistoleros tejanos, policías neoyorquinos o cantantes de rap. Pues bien, los americanos les capturaban, les ataban a un poste y les cortaban la cabellera. Y todo a cambio del petróleo de Sadam. ¿Esa es forma de comportarse? Puede: todo depende de las costumbres de cada cual. De hecho y por lo que aprendí el otro día, los extraterrestres tienen costumbres similares. En realidad, ahora que pienso, sus costumbres no tienen nada que ver. Para empezar, como no tienen pelo (ni cabeza), les resulta complicado cortarle la cabellera a un irlandés. Es más, tampoco tienen irlandeses. Algunos pueden creer que esas carencias son una ventaja, pero otros, en cambio, también. Curiosamente sí que tienen indios americanos, sólo que ellos los llaman con otro nombre. Creo, porque la verdad es que esto ya me lo estoy inventando.
Lo que no mata, hincha y pone la piel amarilla, destrozándole a uno el hígado
Libro de notas recoge la entrevista que le hice a un tipo que se comió una amanita phalloides para demostrar que estas setas no son venenosas. Probablemente lo sigan siendo, pero lo que de verdad importa, la lección que realmente hay que aprender, lo que es fundamental, lo que todos debemos tener absolutamente claro es que cuando se escribe una frase demasiado larga uno corre el riesgo de olvidar lo que estaba diciendo.