jueves, 7. febrero 2008
Jaime, 7 de febrero de 2008, 10:13:29 CET

John McCain: "Sueño con ser el primer presidente calvo y con el pelo blanco, al menos que yo recuerde"


En las primarias estadounidenses, la atención se está centrando de modo exagerado e injusto en el Partido Demócrata, dejando casi olvidado el Partido Republicano. Esto es especialmente injusto si tenemos en cuenta que los republicanos cuentan con el mejor color (el rojo, frente al sosainas azul de los demócratas) y con el mejor animal (el elefante, frente al burro, o mula, o en todo caso ridículo cuadrúpedo de granja).

El resto de la entrevista a John McCain, un tipo muy amable, en Libro de notas.


 
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miércoles, 6. febrero 2008
Jaime, 6 de febrero de 2008, 15:26:56 CET

Nueva decoración


Cambiaron las sillas y nos pusieron unos taburetes. Luego trajeron los escritorios nuevos: unas mesas demasiado altas y demasiado estrechas. También quitaron los fluorescentes de toda la vida y nos pusieron unas lámparas de diseño diminutas en las paredes, a metros de donde estábamos. No se veía nada. Después de unas cuantas borracheras, nos dimos cuenta de que el dueño había vendido la oficina y el comprador había montado un bar. Lo peor era que cobraba entrada y no nos hacía descuento. Tardé casi un año en encontrar otro trabajo que me gustara. Para entonces ya tenía el hígado destrozado.


 
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martes, 5. febrero 2008
Jaime, 5 de febrero de 2008, 11:11:51 CET

Jaqueca


Desde entonces, me miran mal en la empresa. Como si hubiera sido culpa mía. Qué se suponía que tenía que hacer. Es que tampoco fue algo que hiciera, fue algo que me pasó. Igual podría haberme ido a casa antes. Pero sólo era un dolor de cabeza. Un dolor de cabeza horrible, eso sí. Uno de los míos. De estos que se van anunciando durante media hora. Que van creciendo poco a poco. Que avisan. Pero que ignoran el ibuprofeno. Total, que cuando me metí en la reunión estaba casi mareado, no podía ni hablar y me dolía hasta respirar. Pero, en fin, sólo era un dolor de cabeza. Y sólo era una de estas reuniones durante las que tomas nota para disimular y quizás sueltas un par de preguntas para no quedar mal del todo. Total, que estaba ahí, con ese dolor que me atravesaba el cráneo, intentando no ya prestar atención, sino sólo que lo pareciera. Tuve que cerrar los ojos un momento y entonces lo noté. Fue como un cloc. Y luego el peso en el párpado izquierdo. Pero no entendí a la primera lo que había ocurrido. Vamos, nunca me había pasado nada así. Además, ni siquiera me dolió. Bueno, me dolía toda la cabeza, pero ya de antes, claro. Luego abrí los ojos y vi, con el ojo derecho, cómo algo caía de mi cara, rebotaba contra la mesa y rodaba un poco, alejándose de mí. Y luego noté como un frío en, bueno, en el ojo izquierdo, sólo que no sentía el ojo. Y finalmente oí los grititos. --Señor Rubio, por favor --nadie me llamaba señor Rubio desde que iba al colegio--. No tiene gracia. Recoja su ojo. --Sí, a ver si acabamos con esto de una vez. --Que ya son casi las dos. --Siempre tienes que hacer alguna tontería. --Qué asco. --Qué manía con ser el centro de atención. Recogí el ojo, lo limpié en mi vaso de agua y me lo volví a poner. Veía borroso y se me estaba a punto de caer todo el rato, así que me quedé el resto de la reunión con el ojo cerrado y la mano encima, a pesar de cómo me miraba la gente. Lo peor fue que tenía sed y no me atrevía a beber de allí. Después fui a la farmacia y me dieron unas tiritas y un colirio.


 
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jueves, 31. enero 2008
Jaime, 31 de enero de 2008, 8:53:55 CET

Manuel Pizarro, el Piza: "Las empresas importantes tienen que estar en Madrid, al lado de las copas de Europa"


Manuel Pizarro me recibe en su taller, donde le están acabando de instalar unos espoileracos con subguófer y unas llantas de metacrilato a su Opel Kadett. "Ya ves, maqueando el coche —me dice tras el saludo y las presentaciones—. Me lo estoy dejando guapo, guapo. Esto a las niñas les mola que te cagas".

El resto, en Libro de notas.


 
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martes, 29. enero 2008
Jaime, 29 de enero de 2008, 11:58:10 CET

Carla y yo


Ya sabéis que a mí no me gusta alardear. En absoluto. Pero, bueno, en fin, aquí donde no me veis --al menos, espero que no me veáis--, yo estuve saliendo una temporada con Carla Bruni. Sí, ya sé que no os extraña, dada mi reconozco que merecida reputación de Don Juan, famoso por mis conquistas --no todas imaginarias. Carla y yo nos conocimos en un concierto. Actuaba con mi banda de jazz en París y me esperó para saludarme y darme dos besos y esas cosas que hacen las fans. No me gusta pecar de vanidoso, pero me pasa continuamente. Normal, soy un virtuoso del triángulo. Soy el único triangulista que domina tanto el equilátero, como el isósceles, como el más complejo, pero también más adecuado para mis composiciones, escaleno. Soy capaz de arrancar las más intensas emociones de ese en ocasiones menospreciado instrumento. La gente llora al oírme tocar. Los perros se arrojan ventana abajo. Los gatos se arañan los ojos. Los hospitales psiquiátricos se llenan de víctimas de ataques de ansiedad. Y eso cuando toco melodías alegres. La última vez que me dio por ponerme melancólico, Iraq invadió Kuwait. Mi relación con Carla fue larga y tormentosa. Compartimos más de cuatro años de nuestras vidas y, la verdad, no recuerdo un solo día que estuviéramos juntos y no discutiéramos. En realidad, en esos cuatro años sólo nos vimos un día y ella se empeñó en que no me conocía de nada. Ah, Carla sabía cómo herirme. Podía ser muy cruel. Decía cada cosa. De esas que con sólo recordarlas le hacen a uno llorar de dolor y de rabia. No te conozco. Voy a llamar a la policía. No me toques. Tengo un esprái de pimienta y sé usarlo. Te lo advierto, voy a usarlo si no te largas. ¿Lo ves? ¿Lo ves? Te dije que sabía usarlo, ahora grita todo lo que quieras. Sí, el amor duele. Sobre todo en los ojos. Creía que me iba a quedar ciego. Es curioso porque pensaba que, a esas alturas y después de unos cuantos malentendidos que acabaron de forma similar, ya estaría más o menos acostumbrado al maldito esprái de pimienta, pero qué va. Qué va. Os dejo, que he quedado con Leonor Watling. Que nadie se preocupe: no salgo de casa sin mis gafas de submarinismo.


 
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