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abril |
Ctrl+Z
El Doctor Jakob Adenauer ha inventado el Ctrl+Z, que permite la corrección de errores en el mundo real. Tiene fabricado incluso un prototipo de Ctrl+Y, para corregir las correcciones. Pero da igual: ha decidido destruir ambos aparatos: Adenauer considera que resultan excesiva y peligrosamente graciosos. Para probarlo, le rompió la cabeza a su ayudante con un martillo, y usó el Ctrl+Z seguido del Ctrl+Y unas cincuenta veces. "Me reí muchísimo --explica--. Al final me dolía la mandíbula de tanta carcajada. Y además creo que a mi ayudante no le han quedado secuelas. No lo sé seguro, porque le despedí antes de publicar mis experimentos, para que no me acusaran de mobbing. Lo mejor era la cara. La misma cara de sorpresa cada una de las cuatrocientas veces. Exagero: igual sólo fueron doce. No tengo tanto tiempo libre". Lo importante en este caso es que Adenauer cree que "un mundo en el que uno pudiera controlzetear y controlygriegar continuamente perdería la gracia después de diez minutos. Un poco de cachondeo está bien. Pero mucho cansa. Estas cosas se han de usar con responsabilidad. Además, igual a largo plazo generan remordimientos de conciencia por cosas que a efectos prácticos en realidad no se hicieron. La paradoja moral resultaría tan compleja que miles de filósofos escribirían libros larguísimos para no llegar a ninguna conclusión. ¿Usted ha leído a Heidegger? ¿Y? ¿Entiende lo mismo que yo? ¿Que el ser es en un sitio? ¿Qué clase de broma pesada es esa? ¿Seiscientas páginas para decir que somos ahí? ¿Dónde vamos a ser si no? ¿Aquí? ¿Esto es Barrio Sésamo, o qué? Imagine si nos metemos ya en asuntos importantes de verdad, como martillazos en la cabeza dados, pero no dados". En todo caso y dejando al margen la metafísica, la caída en la rutina, la monotonía y, en consecuencia, el aburrimiento, "nos llevaría a odiar nuestras vidas y a arrojarnos en masa desde puentes y rascacielos". Según Adenauer, resulta fundamental preservar el modo de vida occidental tal y como lo conocemos, en el que cada día nos depara nuevas sorpresas como "oh, cielos, me quedé sin mermelada" o "he ido a toda hostia con el coche y he llegado tres minutos antes a la oficina". Debemos ser conscientes de que cada uno de nuestros actos es "la última oportunidad que tenemos para hacer esa fotocopia bien o para marcar correctamente el número de teléfono que estemos marcando. El vértigo del riesgo es mucho más importante para la vida que unos cuantos martillazos, por muy divertidos que resulten al principio". El profesor de Leipzig admite que "la ciencia debería ser neutra y mantenerse al margen de los posibles malos usos, pero hay casos en los que la tentación es excesiva. Usted no lo sabe, pero ya le he apuñalado tres veces para luego deshacerlo y volverlo a hacer. Ji, ji, ji... Vale, ya paro. Bueno, va, la última".
Javier Mariscal: "Resulta que soy un pelín cabrón"
Acudo a entrevistar a Javier con el corazón encogido por la emoción, un par de nudos en la garganta y varios paquetes de pañuelos de papel. Preparado para un dramón de estos que ganan varios Oscar. Al fin y al cabo, Javier es el primer niño nacido en España para curar a su hermanito. Perdón, es que se me ha metido algo en el ojo. Ya. Resulta que Andrés tiene una rara anemia y los avances en genética han permitido que Javier nazca con una sangre perfectamente compatible para las transfusiones que necesita su hermano. Cuando Javier me recibe en su domicilio gallego, intento mantener la compostura, pero al comenzar a hablar sobre su hermanito enfermo, no puedo contener las lágrimas, mientras musito, primero, y grito, después, dos puntos comillas pero qué bonito es el mundo coma por cosas así merece la pena vivir punto. "Calla, payaso —me interrumpe y desconcierta—. Desde que nací llevo oyendo la misma tontería. Pues que sepas que mi hermano me la suda". Mis ojos se secan del susto. ¿Cómo? "Lo que oyes. Los médicos serán muy listos, pero además de haber nacido con sangre compatible con la de mi hermano, resulta que soy un pelín cabrón".
Consistencia
Aplicaba una larga serie de normas para escoger novio. Normas que siempre le habían ido bien. Normas que además se habían visto ampliadas a lo largo del tiempo, por suerte nunca por culpa de sus errores, sino gracias a la observación de errores ajenos. Esas normas eran sin duda muy restrictivas. Le impidieron por ejemplo siquiera intentarlo con un chico que le gustaba, pero que era amigo de una amiga, lo que podía traer problemas. Pero al menos todas sus relaciones habían sido duraderas y agradables, cosa que sin duda achacaba a su buen criterio. No era que no creyera en el amor ni se dejara llevar por sus emociones. Simplemente intentaba dirigirlas a buen cauce para evitarse el disgusto de verse atada a un hombre que no quería hijos o que fumaba como un carretero. Además, era atractiva y podía sin duda permitirse el lujo de escoger. En su caso, le resultaba de ayuda cualquier cosa que sirviera para cribar y seleccionar. De hecho y a pesar de que sus normas sumaban varias decenas, no le costó encontrar al hombre adecuado con el que casarse. Un chico atractivo, menos de cuatro años mayor que ella, menos de veinticinco centímetros más alto, sin síntomas de calvicie siquiera incipiente y con ambos padres aún vivos y sin enfermedades graves en su historial. Entre otras cosas. Después de unos años de matrimonio feliz, con dos niños y un perro, dos casas y dos coches, y durante un relajado desayuno de sábado, él le hizo esa típica pregunta: qué es lo que te gusta de mí. Ella no dudó ni comenzó la respuesta con un pues no sé qué se yo. Porque lo sabía perfectamente. De ti me gusta, le dijo, que no fumas, que no eres abstemio pero tampoco bebes mucho, que en tu empleo no tienes horarios exagerados, que no éramos compañeros de trabajo, que no conduces como un loco, que no estás obsesionado con el fútbol, que no has tomado drogas, que no eres de naturaleza infiel, que no… Espera, la interrumpió, ¿te gusto por lo que no soy? Ella entornó los ojos hacia arriba, durante un par de segundos, repasando mentalmente su lista. Sí, contestó. ¿Te molesta? Y él le dijo que no, que no le molestaba. Le parecía raro, desde luego, aunque prefirió no comentarle nada al respecto. ¿Y a ti?, preguntó ella, ¿qué es lo que más te gusta de mí? No sé, contestó, antes de añadir vaguedades como "tu forma de ser", "todo", "lo guapa que eres". Ante la insistencia de ella, que pedía un poco de precisión, él admitió que lo primero que le había llamado la atención, por cursi que sonara, había sido su sonrisa. Ella dejó de masticar la tostada. La dejó sobre el plato. Miró su taza. ¿Y si, dijo, y si tuviera un accidente y…? No pudo acabar la frase. Sintió un escalofrío. No escuchó sus protestas. Que no la quería sólo por eso. Que eso no era lo importante. Que le gustaba toda. Pero ella ya no atendía. Sí, le iba muy bien con él y era feliz y tenían dos hijos, un perro, dos casas y dos coches. Pero aquella relación estaba sin duda abocada al fracaso. Y desde luego pensaba tomar la iniciativa al respecto. Mejor eso que ser abandonada. No se podía fiar de alguien tan inestable e impulsivo. Cualquier pequeño detalle podía enamorarle de otra o desenamorarle de ella. Consciente de que dentro de poco tendría que volver a utilizarla, anotó mentalmente una norma más a su lista: que no le guste mi sonrisa.
El premio Nobel de Literatura (mantengamos la intriga): "Dejé de leer a los siete años para dedicarme por entero a la literatura"
El jurado que entrega el premio Nobel de Literatura conspira (¡de nuevo!) contra mí, por envidia y por cierto intento de atentado con bomba que algunos resentidos no saben dejar atrás. ¡Me disculpé! ¡Por carta! ¡Por carta manuscrita! No me refiero a que, de nuevo, el premio vaya sin duda a recaer sobre alguna otra persona. Bah. La reputación de un premio con nombre de cigarrillo y que ignoró a Shakespeare, Sófocles, Horacio, Mozart, Flaubert y Cervantes está lo suficientemente maltrecha como para que prefiera no recibirlo. Se trata de que, un año más, lo anuncian justo cuando la entrevista de Dos puntos comillas ha aparecido ya publicada en la edición matutina de Libro de notas. (Gritos de “no puede ser”, “ultraje”, “boicot”, “¿ése era el tren de las 11:42?”, “no”, “menos mal”.) A pesar de que los Nobel están sin duda sobrevalorados, la resonancia de este galardón bien merecía una entrevista. Pero su caducidad convertía en imposible esperar una semana a su publicación. Por ejemplo, ¿quién se acuerda hoy en día de Terence Grasshopper? ¡Pues fue el sastre de mi abuelo! ¡Y aún me puedo poner esta chaqueta! ¡Está como nueva! ¡No, no es de Grasshopper, me la compré el sábado en Zara! ¡No me liéis con preguntas que no vienen al caso!
Si queréis saber el nombre del premiado y leer el resto de la entrevista, pinchad justo aquí.
Los cada vez más elevados índices de criminalidad
Si me hubieran hecho caso, todo esto no hubiera pasado, no señor. Pero claro, la policía ya no está para servir al ciudadano, sólo sirve para cobrar multas. Insisto: no quisieron escuchar mis advertencias. Sí, de acuerdo, cuando les llamé para decirles que me habían entrado en casa a robar, vinieron un par de ustedes, me acompañaron a poner la denuncia y fueron muy amables. Pero luego ¿qué? Nada. Incluso los señores del seguro fueron más efectivos: hicieron honor a su palabra y me pagaron lo estipulado en las condiciones de la póliza. Ustedes, en cambio, no movieron ni un dedo. Lo peor de todo es que les avisé. Les llamé varias veces preguntando si habían apresado a los ladrones y advirtiéndoles de que este era el primer golpe de una banda que sin duda estaba extendiendo sus operaciones por el barrio. Porque este barrio ya no es lo que era. La degradación es más que evidente, como ustedes sabrían de haber leído mi blog y mis cartas a la prensa. Cada día que pasa, las calles están más sucias y hay más delincuentes, no necesariamente extranjeros. El caso es que ustedes me dijeron que no había tal oleada de robos, a pesar de que se me habían llevado la tele y el portátil, y en el ayuntamiento me dijeron que no pensaban reforzar los efectivos policiales, a pesar de los peligros que les expliqué en el detallado informe de actividades sospechosas que les hice llegar. Dado el estado de la situación, no me quedó más remedio que acelerar los acontecimientos, con la única intención de poner de manifiesto el peligro que corríamos todos los vecinos. Además, siempre he dicho que en mi finca es muy fácil entrar de balcón a balcón en el mismo piso y yo sigo conservándome bien, ya que voy al gimnasio casi cada semana. La pena es que la tele se me cayó, por suerte a mi balcón y no a la calle, y se rompió. Pero eso era lo de menos, porque yo no quería una tele nueva y el vecino también estaba asegurado. Lo que yo quería era provocar una reacción policial antes de que fuera demasiado tarde, antes de que actuaran los criminales de verdad. Pero no sirvió de nada. Ustedes me ignoraron cuando vine aquí con mi vecino a poner la denuncia. Los diarios se negaron a publicar mis cartas. Y mis textos en el blog apenas si recibieron comentarios de apoyo. Tuve que extender mis actividades de protesta, para que ustedes se dieran cuenta del peligro que corríamos todos. Una horda de mafiosos probablemente rumanos o rusos, armados con kalashnikov, se preparaba para tomar al asalto nuestro desmejorado pero aún decente barrio. Así las cosas, no tuve más remedio que entrar en casa de una señora que es amiga de mi mujer y que nos dio una copia de las llaves. Por culpa del perro (no me acordaba del perro), el televisor se me cayó escaleras abajo y creo que un vecino me vio salir. Pero ustedes de nuevo ignoraron las evidencias: era necesario aumentar la presencia policial en las calles para evitar que los ladrones de verdad entraran en nuestras casas a robárnoslo todo, como ya habían hecho conmigo, y quién sabe si también a cortarnos el cuello mientras dormíamos. Volví a intentarlo en casa del farmacéutico, porque vive en el entresuelo y tiene una obra al lado y es muy fácil entrar trepando por el andamio. La pena es que bajar con la tele a cuestas no resultó nada fácil y acabé cayéndome yo, pero encima del cacharro. Las hacen demasiado grandes, creo. Pero en fin, insisto, era una forma de protesta y no de avaricia. Como ustedes y los politicastros siguieron ignorando mis sensatas quejas, me vi obligado a entrar en casa de mi hermano. Yo no soy un ladrón profesional, comprenderá que no puedo ir forzando cerraduras, y mi hermano también nos había dejado una copia de las llaves, por si las perdía. Lo que no recordaba era que la tele de plasma de mi hermano era tan grande. Cincuenta y tantas pulgadas. Colgada de la pared como si fuera un cuadro. Menudo bicho. En fin, yo ya tengo más de cuarenta años y no estoy para según qué esfuerzos. Por eso se me resbaló. Lo que no entiendo es cómo dejaron al crío solo en casa. Seguro que fue cosa de mi cuñada. Es buena persona, pero descuidada e irresponsable. El niño me asustó con su "hola, tito". Y, claro, di un respingo y perdí el control del cacharro. Fue totalmente accidental. Y culpa de mi cuñada, insisto. Además, yo creo que el niño ya debió nacer con el cráneo mal puesto porque el golpe no fue para tanto. En todo caso, ahora me harán caso si les digo que estos asesinos podrían matarnos a todos mientras se llevan nuestras posesiones, ¿no? Quiero decir, ¿qué más tengo que hacer para que me crean?