jueves, 8. octubre 2009
Jaime, 8 de octubre de 2009, 7:59:02 CEST

Alejandro Agag: "¡Me sobornaron para que me dejara sobornar!"


La verdad es que no he seguido esto del caso Gürtel como hubiera debido. Es cierto que gané dos Pullitzer y un Oscar por desentrañar complejas tramas de corrupción política, como el Watergate, los GAL y el vídeo de Pedro Jota, pero este humilde reportero que soy yo hablando en tercera persona, estaba ya cansado de intrigas y amenazas. Sin embargo, he de confesar que me llamó la atención ver cómo el propio yerno de Aznar (no lo olvidemos: el mejor presidente que ha tenido España entre 1996 y 2004) aparecía como posible implicado en la trama de sobornos. ¿Era posible que el propio hijo político (en varios sentidos) de Ánsar estuviera implicado? ¿Era imaginable que alguno de los vestidos que tan bien le sientan a la madre de los nietos de Mr. Trabajandoenellou hubieran sido pagados por el Bigotes, y me refiero al otro Bigotes, al que no fue presidente del gobierno? La cosa me irritaba especialmente porque Agag es amigo de mi amigo Briatore. Sólo faltaba que el pobre hombre tuviera que soportar sospechas de connivencia con un corrupto. Como si no tuviera suficiente con el paro. Dispuesto a esclarecer estas dudas, decidí dar con Alejandro Agag utilizando mi red de contactos. Es decir, puse un anuncio clasificado en La Vanguardia, rogando al señor Agag que se pusiera en contacto conmigo para desmentir o confirmar ciertos rumores referentes a su persona y a Briatore.

El resto, en Libro de notas


 
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martes, 6. octubre 2009
Jaime, 6 de octubre de 2009, 16:35:56 CEST

El sustituto


Apreciados señores: Como ya les he comunicado en dos ocasiones (20/8/2009 y 12/9/2009), considero mi sustitución injusta y no respetuosa ni con el espíritu ni con la letra de la ley. Para empezar, nadie me dio el aviso previo a mi reemplazo. En este aviso se suelen explicar los motivos del cambio y se acostumbra conceder un plazo por lo general de dos meses para introducir modificaciones que puedan revocar esta decisión. Como ya me explicaron en su primera respuesta sé que el aviso no es obligatorio, pero no considero que mi caso haya sido tan escandaloso como para que se hayan visto obligados a esta sustitución fulminante. Además, considero que mi sustituto no está a la altura de las circunstancias, cosa que demostró durante el reemplazo. Para empezar, no tuvo ninguna consideración hacia mí, a pesar de saber que no se trataba de un trago precisamente agradable. Entró en mi piso con sus llaves, dándome un buen susto. Del respingo se me cayó el café encima de la mano, abrasándomela, y del pantalón, dejándomelo perdido. Comprendan que siempre asusta que alguien abra la puerta de casa de uno y se cuele sin más, así que piensen en la impresión que me dio cuando me vi a mí mismo, o mejor dicho, a una copia descafeinada de mí mismo mirándolo todo y especialmente a mí con aire de displicencia. Admito que demostró el empuje y la energía que quizás me falten. Yo, o sea él, lucía un traje algo más caro de los que yo llevo, una corbata algo más chillona y un peinado bastante más engominado. Me dijo sin más que era mi sustituto y que hiciera el favor de lagarme de su vida, o sea de la mía, que tenía cosas que hacer. Permítanme que les diga que no me fío de él, o sea de mí. Sí, será más lanzado y más decidido, todo un tiburón de los negocios, pero se nota su inexperiencia. Al fin y al cabo, acaba de nacer. Piensen que la gomina no se toma en serio al menos desde hace quince años. Eso ya debería darles una pista acerca de sus pocas tablas. Obviamente y después del estupor inicial, le pedí la orden de sustitución y vi que se me cambiaba por él, o sea por mí, por no haber cumplido los objetivos. Por lo que he podido ver en el dossier, a mi edad ya tendría que cobrar el triple, tener una hipoteca en condiciones, una futura ex mujer y un hijo o un perro o al menos un gato. Ahí me permito recordarles que estamos en crisis y los perros no se regalan, señores, no se regalan. Asimismo, ustedes igual no lo saben, pero las futuras ex esposas no son tan fáciles de encontrar. He podido encontrar a alguna que otra señorita casadera, pero en todas las ocasiones se me ha comunicado por parte de la oficina correspondiente que la chica en cuestión no se divorciaría de mí, con lo que seguiría sin cumplir los objetivos. En cuanto a mi sueldo, qué más me gustaría a mí que cobrar el triple, pero resulta muy difícil prosperar en el mundo de la empresa privada cuando uno tiene otros intereses, intereses que ustedes no han tenido en cuenta. Y ahí está mi tercer motivo de queja: si bien no he prosperado como debiera, me permito recordarles que mi vida no se limita --o al menos limitaba-- a mi empleo. Me parece lamentable que sólo hayan tenido en cuenta mi desempeño profesional. Es más, durante mi destierro he conocido a otro de mis sustitutos, el músico fracasado, y sinceramente considero que hubiera sido un Jaime mucho mejor que ese aprendiz de Madoff. Al menos sus intereses van más allá de simplemente ganar dinero: quiere expresar cosas. Aunque cada vez que las expresa con esa guitarra desafinada, los perros de tres kilómetros a la redonda salgan huyendo. Por último, me permito señalar que lamento de forma especial su última carta, en la que explican que mi caso está ya cerrado a más apelaciones y que no contestarán a ninguna otra comunicación mía. Creo que se equivocan de forma exagerada al dejarme aquí y les rogaría que me devolvieran mi vida. Puede que no le estuviera dando el mejor uso y quizás mis promesas de mejorar no fueran del todo creíbles, pero al fin y al cabo era mía. Y sí, ya sé que mi vida era mía siempre y cuando se cumplieran las condiciones contractuales. Pero ustedes ya me entienden.


 
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jueves, 1. octubre 2009
Jaime, 1 de octubre de 2009, 8:48:01 CEST

Flavio Briatore: "Las empresas no valoran a las personas mayores"


Flavio Briatore es el hombre que todos queremos ser algún día: trabaja dos horas cada dos semanas, tiene algún que otro barco, está rodeado de modelos y de botellas de champán y le sienta el tanga como a nadie.

El resto de la entrevista, en Libro de notas


 
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martes, 29. septiembre 2009
Jaime, 29 de septiembre de 2009, 17:48:49 CEST

A


Y encima me suelen decir que tengo suerte de haber encontrado un trabajo tan bueno, habiendo estudiado lo que estudié. Que además es lo mío. Justo lo mío. Exacta y precisamente lo mío. Incluso demasiado lo mío. Vale que yo siempre fui de letras. Que se suponía que el mundo de la palabra escrita era, pues eso, lo mío: la lengua, la historia, la literatura, la filosofía. Por eso estudié filología a pesar de que todo el mundo me decía que nunca en la vida encontraría trabajo, porque era lo que me gustaba. Pero sí, hay trabajo. Las letras hacen falta. Son necesarias. Digamos lo obvio: sin letras, la comunicación sería imposible. Y a mí me ha ido bien. Estoy en uno de los departamentos con más negocio de mi empresa. En el departamento A. Literalmente. El A. Fabricamos la vocal A para todos los idiomas del mundo, en sus distintas variantes alfabéticas, tanto escritas como orales. Diré más: he ascendido mucho y muy rápido. Con apenas cuarenta y tres años soy nada menos que el director de A para lenguas indoeuropeas. Viajo a las diferentes delegaciones, tengo coche de empresa y cobro tanto dinero que si quisiera dedicarme a gastarlo, tendría que dejar mi empleo para poder disponer de tiempo suficiente. Además, se trata de la segunda empresa del mundo en fabricación de letras. Y sólo nos ganan porque la compañía cerró hará unos quince años la división de letras para lenguas sino-tibetanas. Pero mi trabajo no me llena. Todo el día con lo mismo. Con una sola vocal. La A. No pocas veces pienso que me gustaría buscar trabajo en una empresa de sintaxis. No sé, encargarme de las subordinadas en alemán, por ejemplo, algo complejo y excitante. Pero no es tan fácil. Mi trabajo puede que sea básico y repetitivo, pero está muy bien considerado. Las empresas de sintaxis, léxico y ortografía dependen de nosotros. Los sueldos aquí son mejores y yo además estoy bien arriba. No es fácil tomar una decisión así. Con algún amigo hemos hablado de montar algo por nuestra cuenta. Pero es difícil dar con una buena idea que podamos vender fácilmente. Hemos pensado en hacer algo en el lenguaje musical, quizás una fábrica de material para partituras (pentagramas, claves, negras, redondas y demás), pero no es fácil: necesitamos tiempo y dinero. Además, no es nuestro campo. Y no es sólo dinero y problemas empresariales. Es la consideración social. No es fácil llegar a donde he llegado. Mi familia y mis amigos no sólo están contentos por mí, sino que esperan que no les defraude, que no me vuelva loco y la rutina me lleve a olvidarme de mis responsabilidades y que por culpa de un sueño egoísta ponga en riesgo todo lo que he conseguido. Porque tengo responsabilidades. Mi mujer, orgullosísima de la casualidad de llamarse Ana. Y mis hijos, a los que insistió en llamar Alba y Àlvar. Sí, ella trabaja, claro, pero no puedo de repente volverme loco y dejarle toda la responsabilidad de mantener a la familia mientras a mí me da por tirar nuestros ahorros por la ventana. En fin. Creo que me quedan muchos años de dirigir la fabricación y distribución de la letra A para lenguas indoeuropeas. Igual hasta me ascienden y me nombran director a nivel mundial. O supervisor de vocales. O llego a ser consejero delegado para todo el alfabeto. Vete a saber. De momento y por imagino que bastante tiempo, lo único que tengo es la A. Una detrás de la otra. A. Aa. A. A. Aaaaa. Tengo mis pequeños consuelos. Por ejemplo, a veces llamo a mi secretaria y le digo cosas como: “Reserve. Dos en punto. Seremos seis. En el mesón de siempre”. O envío mails a mis jefes para decirles: “Los proyectos, perfectos. Hoy vuelo con destino Berlín. Volveré el jueves”. Y me río para mis adentros cada vez que esquivo esa maldita letra que por lo demás ocupa casi todo mi tiempo y mi energía y contra la que apenas me queda alguna que otra rabieta de niño pequeño.


 
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jueves, 24. septiembre 2009
Jaime, 24 de septiembre de 2009, 9:24:16 CEST

Juan Pablo II: "Yo hubiera preferido ganar el Nobel de Física"


Sorprendente entrevista en Libro de notas.


 
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