viernes, 26. marzo 2010
Jaime, 26 de marzo de 2010, 11:15:14 CET

Sangre medianamente fácil


Hay gente que no lo sabe, como mis padres y mis suegros, pero yo estuve casado durante dos meses. Fue hace muchos años: yo era joven y estábamos en plena crisis de 2009. Había que espabilar para sacar adelante el país, a pesar de los sociatas. Una tarde, mientras oíamos el tump-tump de los trabajadores de France Telecom que se suicidaban ventana abajo, una amiga y yo montamos un plan perfecto para sacarnos un dinerillo que nos permitiera aguantar unos meses. La idea era sencilla: yo me hacía un seguro de vida por valor de un millón de euros, nos casábamos y luego planeábamos mi asesinato. Era importante que no pudieran inculparla a ella y que tampoco fuera un suicidio, porque si no, no cobraríamos. Pero todo plan tiene sus pequeñas imperfecciones. Y fueron esos pequeños detalles, porque el diablo está en los detalles, los que nos impidieron tener éxito en unas maquinaciones que sobre el papel parecían tan brillantes que las teníamos que leer con gafas de sol. Intentamos asesinarme ya en la luna de miel. Normal que nos pusiéramos manos a la obra en seguida: no practicábamos el sexo (o sea, que no follábamos) porque era un matrimonio de pura conveniencia y además ella decía que le daba asco tocarme, por culpa de una enfermedad que pasé de niño y que convirtió todos mis músculos en grasa líquida. Así, la segunda noche se disfrazó de ladrona, entró en la habitación y me disparó dos disparos en el pecho y uno en la cabeza. Pero los nervios y la inexperiencia le jugaron una mala pasada. En el hospital, mientras yo recobraba la conciencia, se enteró de que las balas en el pecho no habían sido mortales, ya que en realidad me había dado en los sobacos, que los tengo hipertrofiados, y el tiro en la cabeza había sido justo en la mitad derecha del cerebro, la que me extirparon de niño cuando los médicos vieron que no le iba a dar uso a tanto cerebro y que mejor donárselo a algún niño listo. Cuando me recuperé y mi mujercita aceptó mis disculpas por no haberme muerto y seguir siendo pobre, lo volvió a intentar en el mismo hospital. La idea era desenchufar las máquinas que me ayudaban a respirar y culpar al hospital de la negligencia, con lo que podríamos sacar el dinero del seguro y el de la demanda que le iba a caer al centro sanitario. Pero se equivocó y desenchufó la tele. Ojo, se lo dije. Pero es que mi ex mujer se ponía de muy mal humor cuando le llevaba la contraria y sólo conseguí que me tirara la tele encima. No le faltaba razón: yo tenía que morirme y sólo me preocupaba por la tele. Que si está apagada, que si me aburro, que si no puedo ver nada. Es que no estaba a lo que estaba. No tendría que haberla molestado con tonterías. Después de aquello pensamos que un accidente de tráfico era una buena forma de matarme y de cobrar. Por supuesto, había una pega: yo conduzco muy bien. ¿Cómo me voy a pegar un piño con lo bueno que soy al volante? Si no me he dedicado a la Fórmula 1 o a los rallies es sólo porque no he querido y además no me han dejado. En todo caso, mi pichoncito, que tenía una mente ágil como un colibrí, dio con una buena idea: me dejaría sin líquido de frenos por sorpresa. Maté a dos ancianas en un paso de cebra. Por desgracia yo salí ileso del accidente. Lo probamos de más formas: me dio a comer yogures caducados, me empujó por un barranco mientras yo gritaba "ay, qué resbalón más tonto", me puso un cedé de Extremoduro, incluso me volvió a disparar, con la mala suerte de que me pudieron trasplantar un corazón a tiempo. Era el corazón de un niño que había nacido muy malo y no necesitaba tanto corazón. Ay. Sí, el médico era un lector empedernido de El principito. Mató al niño y acabó en la cárcel. Pero salvó una vida: la mía. Que quería morirme para poder forrarme, pero bueno, son esas cosas que tiene la vida, que continúa cuando menos te lo esperas y, sobre todo, cuando menos a cuenta te sale. Al final vimos claro que no estábamos hechos para matarnos el uno al otro y de que jamás conseguiríamos estafar a la aseguradora. De hecho, en realidad resultó que la aseguradora nos había estafado a nosotros. El caso es que habíamos contratado un seguro de vida a un señor que los vendía por la calle y que no nos dejó ni su número de teléfono, pero que a cambio de dos mil euros en efectivo, nos hizo una póliza en un momento, en una libretita que llevaba encima. Todo muy práctico. Pero por sorprendente que parezca, era un timo. ¡Nos habían estafado! Es increíble cómo te engañan sin que te des ni cuenta. Aún conservo el papel que nos dio: está FIRMADO y todo. Y parece una firma auténtica. Pero no, no era su nombre. Y la empresa Seguros Del Todo se ve que no existe ni nada. En consecuencia, decidimos divorciarnos. De la rabia, me dio una paliza con un bate de béisbol. Pasé dos semanas en coma. Lo comprendo. Era un momento difícil y había que echarle las culpas a alguien. Y el que no se había muerto era yo. Luego le supo mal. Vino al hospital a disculparse y todo, pero justo cuando estaba llegando, la atropelló una ambulancia. Una pena. Murió en la flor de la vida, con apenas sesenta y dos años. Con la ilusión que le hacía tener niños o en su defecto varios perros a los que ponerles jerseicitos. En fin. Y aquí viene el toque irónico de la historia. Resulta que cuando nos casamos, sus padres le habían hecho a ella una póliza de seguros. ¡No hacía falta que hiciéramos otra! ¡Podríamos haberla matado a ella y cobrar! Supongo que no quería morirse, ya que era muy religiosa: incluso ponía e pesebre todos los años. El caso es que como todavía no estábamos divorciados, pude cobrar los nada menos que mil doscientos euros del seguro. Me compré varias grapadoras, que siempre vienen bien, y el resto me lo gasté en vinilos y cedés de coleccionista de Ramoncín. Es decir, no de música compuesta o interpretada por Ramoncín, sino que se los compré a Ramoncín. Con esto del pirateo, el pobre está viviendo debajo de un puente y no tiene más remedio que vender sus posesiones más preciadas. Dejad de robarle, malditos. Cada vez que os bajáis un episodio de House, le desaparecen siete euros y medio. Yo os maldigo.


 
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jueves, 25. marzo 2010
Jaime, 25 de marzo de 2010, 7:55:27 CET

Jaime Mayor Oreja: "El PSOE está conspirando con Eta, al-Qaeda, Erc y la Sgae para dar un golpe de estado en septiembre, vamos, digo yo"


Nada más entrar en el despacho de Jaime Mayor Oreja, le agarro de las narices para evitar una molesta redundancia y le grito, procurando escupir un poquito. -Señor Oreja, ¿NO ES CIERTO QUE USTED EN REALIDAD ES TENIENTE? Y entonces empiezo a carcajearme, jaja, Teniente Oreja, jaja, en lugar de mayor. Porque es menos rango y eso. Y luego además que teniente significa sordo. Pasado el susto, Oreja también se ríe, con esa carcajadita tímida de niño al que no dejaban jugar en la calle. Charlamos tranquilamente durante unos minutejos, recordando los viejos tiempos en los que la vida entera nos parecía una trampa de la que sólo podríamos escapar yendo a Bruselas, y finalmente disparo. Con perdón. O sea, que pregunto. -En fin, don Jaime (don Jaime tú, no don Jaime yo), ya sabes para qué he venido. ¿Qué nuevas conspiraciones has descubierto? Mayor Oreja me explica que “el PSOE está conspirando con Eta, al-Qaeda, Erc y la Sgae para dar un golpe de estado en septiembre, vamos digo yo”, golpe que concluiría con Otegi como dictador de las Españas y la instauración “de un régimen del terror que se alternaría con treguas que Eta usaría para independizar las Vascongadas poco a poco y comenzando por Navalcarnero”.

El resto, gratis del todo, en Libro de notas.


 
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viernes, 19. marzo 2010
Jaime, 19 de marzo de 2010, 10:52:19 CET

¡Acabáramos!


Después de casi un año de duro trabajo (por parte de otras personas), sale a la luz el número 0 (porque nosotros no somos monjes medievales y sabemos que se empieza a contar por el cero. Ejemplo:

OOOO

Ahí hay tres redonditas:

0: O 1: O 2: O 3: O) del fanzine ¡Acabáramos!, concebido y dirigido de forma tiránica por los hermanos Alonso. Se puede descargar aquí:

¡Aquí!

La idea es que se lea EN PAPEL. Así que aprovechad que el jefe no mira para imprimirlo.

Ah sí, hay un cuento mío:

Durante el año en el que trabajé en France Telecom, me suicidé tres veces. Tres veces, maldita sea. ¿Y me sirvió para algo? No, claro que no. Para nada. Hazme caso, lo de los suicidios es la zanahoria colgada del palo, la forma de hacerte trabajar como un burro, de darte esperanzas, pero nada más. Unos cabrones. Unos putos cabrones es lo que son. Joder. Lo das todo y luego. Joder. Hijos de puta. Y el caso es que la primera vez hasta me gustó. Me había quedado trabajando hasta tarde y estaba solo en mi departamento. Ahí, acabando unas cosillas, lo normal. Quiero decir, lo de las ocho horas es para los débiles. Si realmente quieres algo, tienes que dar algo a cambio, tienes que demostrar que de verdad lo quieres. Los que tengan alma de funcionario, que hagan oposiciones. Coño, si no te esfuerzas un poco, no destacas y hay que destacar, hay que llamar la atención. Vale, no me enrollo, me centro.

Y sigue así durante cuatro páginas repletas de sexo, violencia, tacos, dinero e hilarantes saltos por la ventana.


 
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jueves, 18. marzo 2010
Jaime, 18 de marzo de 2010, 8:17:39 CET

Juan Carlos I: "¿Abdicar? ¿No me jubilé en 1998?"


Con el corazón compungido y los ojos abiertos como platos leo el siguiente estremecedor titular: La Casa del Rey confirma que Juan Carlos usa audífono. El subtítulo añade el siguiente dato: lo lleva desde hace diez años. Y al pueblo español se le informa ahora. Esto es una vergüenza. Si el rey está sordo no podrá oír las reclamaciones de los españoles. ¡Por eso estamos en crisis, maldita sea! No tengo más remedio que acudir al palacio de la Zarzuela, grabadora y megáfono en mano para pedir explicaciones. El rey don Juan Carlos I me recibe en su despacho, donde echa su cabezadita de las cuatro de la tarde, posterior a la de las doce del mediodía y anterior a la de las siete. Igual exagero al decir que me recibe. Lo cierto es que he conseguido colarme en palacio gracias a mi habilidad con los disfraces. Primero he pasado la seguridad con uno de guardia civil, con bigote incluido; después he entrado por la puerta de servicio con un uniforme de pinche de cocina y acarreando una caja de zanahorias; luego he conseguido pasar al interior de la residencia gracias a mi disfraz de señora de la limpieza; al despacho he llegado pasando inadvertido con un traje de chambelán del siglo XVIII, con peluca, bastón y una definición de la palabra chambelán escrita en la frente.

El resto, como siempre, en Libro de notas


 
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jueves, 11. marzo 2010
Jaime, 11 de marzo de 2010, 7:39:22 CET

Gerardo Díaz Ferrán: "Mucho vago es lo que hay"


El presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, me recibe en las oficinas de su nueva empresa, una galera con capacidad para más de doscientos galeotes, con turnos de remo de doce horas, que ejercen a cambio de pan no demasiado duro, agua no demasiado fresca y una onza de chocolate los domingos. “Yo soy un tradicionalista —explica—, a mí eso de los ordenadores, internet, la jornada de ocho horas y los sueldos, no me va. Yo creo más bien en el secuestro de indigentes y su estímulo gracias a este tambor que va marcando el ritmo”. Este galeote es el primer paso en su plan para reflotar Air Comet. “No necesito a esas sanguijuelas que se hacían llamar trabajadores. Ofreceremos viajes en barco low cost, que pueden ser aún más low cost si el viajero se anima a remar. Una nueva experiencia en turismo”. La empresa establecerá una primera línea llamada Classic Ferry que hará el trayecto Madrid-Barcelona por el alcantarillado navegable a lo largo de la ruta.

El resto, en Libro de notas


 
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