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Entrevista
A: Buenos días. B: Buenos días. A: Venía por lo de la oferta. B: Ah sí, pase, pase. Estos limones son fresquísimos y sanísimos. Muerda, muerda... Y sólo un euro el quilo. A: No, quiero decir que venía por la entrevista. B: Ah, disculpe. Siéntese por favor. A: No puedo, no tengo culo. B: Vaya, lo siento. A: No, no se preocupe. B: ¿Lo perdió en un accidente? A: No, qué va. Nunca tuve. Mis padres eran humildes trabajadores y no les llegaba para todo. Tampoco pudieron pagarme la oreja izquierda. B: Vaya hombre. Pues recuéstese de lado en el triclinium. A: Gracias. Ay, qué cómodo. B: ¿Verdad? Es que esta empresa está pendiente de que sus empleados estén a gusto, tengan culo o no. Mire, yo tengo culo y me han dado un cojín. A: Qué bien. A mí los cojines no me acaban de... B: Ya me imagino. Al no tener culo. Empecemos con la entrevista, si le parece bien. Soy una persona ocupada. ¡Mire! ¡El sudoku está a medio hacer! A ver... Horizontal, cuatro letras, capital de Italia. A: Hum. ¿Ha usado el nueve? B: Sí, está aquí. A: Entonces es un tres. B: Oh, gracias. Pero pasemos a la entrevista. En su último disco se notan las influencias del blues más americano. ¿Por qué este giro desde sus anteriores trabajos? A: ¿Cómo? B: Vaya, un sordo sin culo. En su último disco se notan las... A: Pero que yo no soy músico. B: ¿No? A: No. B: Disculpe. Qué tontería. No sé dónde tengo la cabeza. A: Ahora que lo menciona, a mí me ha extrañado verla encima de esos papeles. B: Oh, vaya. Ahora mejor. Sobre los hombros y tal. A: Sí, desde luego. Está un poco torcida, por eso. B: Ya, es que me di un golpe de niño. Pero al menos me va bien para leer en diagonal. En fin. No es músico. Qué despiste el mío. ¿Hasta qué punto su última novela es autobiográfica? A: No, oiga, que tampoco soy escritor. B: ¿No? A: No. Venía por la entrevista de trabajo. B: ¿Entrevista de trabajo? Espere, que le imprimo mi currículum y lo comentamos. Estaba buscando un nuevo empleo porque... A: No, no. Soy yo el que viene a buscar trabajo. Usted me entrevista a mí. Vengo por la oferta que aparecía en Infojobs. B: Boh. Pues es la entrevista más aburrida de las que podía hacerle. ¿No prefiere que hablemos de su nuevo libro? ¿No? ¿En serio? ¿No? ¿No? ¿Seguro? Bueno, pues nada. ¿Y para qué puesto era? A: Jefe de Cosas. B: Ah, es un buen puesto. El sueldo está muy bien: dos cuencos de sopa al día. Uno de ellos se lo puede llevar a casa en tupper. El tupper lo pone usted. A: Bien. B: Tendría derecho a autobús de empresa. El billete lo paga usted. El horario es bueno: hay que estar aquí cuando salga el sol y salir cuando los barres bajen las persianas. El ambiente de trabajo es excepcional: los compañeros son todos muy buena gente. Eso sí, están todos en Rumanía. A: ¿Y cuáles serían mis funciones? B: Pues el jefe de cosas básicamente recibe instrucciones de dirección y luego las grita a sus subalternos, que harán caso omiso de sus órdenes. Claro, están en Rumanía y por muy fuerte que grite, no le oirán. A: ¿Por qué no se usa el teléfono? B: ¿El teléfono? ¿No será usted el clásico listillo que llega y pone en duda los procedimientos que llevan décadas aplicándose con éxito? A: Pero es que no funciona. Si no me van a oír... B: ¿Ah no? ¿No funciona? Y entonces explíqueme cómo es posible que la empresa no quebrara hasta hace dos años. A: ¿Ha quebrado? B: No haga preguntas estúpidas. Que si ha quebrado... ¿No ve la grieta que atraviesa el despacho de pared a pared? Eso sí, es una quiebra estructural. Del edificio. No financiera. ¡Me está haciendo perder el tiempo! ¿Le interesa el puesto o no? A: Buf. Ahora me da pereza. B: ¿Y eso? A: No sé. Casi prefiero hablar de mi disco. B: ¿Lo ve? Si ya se lo decía yo. Pero vayamos a una cafetería a comentarlo, que la grieta se está abriendo aún más y creo que el edificio va a derrumbarse. A: Igual no deberíamos usar el ascensor. B: ¿Qué ascensor? A: Yo he subido en ascensor. B: ¿Hay ascensor? Qué cosas. Nunca te acostarás sin saber una cosa más. Y menos mal, porque llevaba tres semanas despierto con la tontería. Lo peor es que me equivoqué y en vez de unas enormes ojeras, se me han puestos unas enormes orejas. Y mire qué negras están. A: Al menos tiene culo. B: Eso sí.
Unas oposiciones, o algo
Zapatero asegura que sólo dos personas conocen su decisión acerca de si se presentará a las elecciones de 2012: su mujer y "una persona del partido". La persona del partido soy yo. Porque la frase tiene trampa: no se refiere al Psoe, sino al partido de solteros contra casados que montamos unos cuantos amiguetes cada semana y en los que él juega de portero porque tampoco da más de sí. Me lo comentó hará ya casi un mes, tomando una cervecita después de que los solteros perdiéramos veintisiete a cero. Es que de solteros en el grupo ya sólo quedo yo, y juegan los trece contra mí. No me importa y creo que podría ganarles si no fuera por la guerra psicológica que emplean y que considero completamente innecesaria. Mientras lucho por conseguir el balón, no dejan de gritarme cosas como: -¡Feo! -¡Morirás solo! -¡Las chicas te odian! -¡Acabarás comprando una esposa rusa por internet! -¡Encima estás gordo de cenar cacahuetes! Y así hasta que me pongo a llorar agarrado a un poste, se disculpan, me arrastran hasta los vestuarios, insisten en que todo es broma y que seguro que llegará el día en que yo también pueda disfrutar de cosas como despertarme un sábado sin resaca a las siete de la mañana porque hay que ir al Ikea a comprar una manta para poner encima del sofá por si el bebé pota. Total, que después del partido tomamos unas cervezas, yo con el pulso aún tembloroso, resintiéndome de todo aquel daño emocional. Y al final nos quedamos solos Zapatero y yo: todos los demás habían quedado para cenar con sus mujeres a la luz de las velas y hacer el amor hasta quedar exhaustos y dormidos varias horas más tarde, empapados en sudor, como hacen todos los casados cada noche. José Luis estaba demasiado preocupado como para entregarse a una noche de amor y lujuria, y se le notaba. -¿Qué pasa, José Luis? ¿Por qué no estás en casa practicando el sexo de manera desaforada? -Estoy agobiado. Es que me he empezado a bajar los Soprano y no sé si me dará tiempo a verla antes de que aprueben la Ley Sinde. La Sinde esta es una fascista de mierda. Pero yo sabía que no era eso. Porque había comentado que pensaba comprarse los dvd para reyes. Así que insistí. -Insisto. -Oh, está bien, a ti no te puedo engañar. No quiero volver a presentarme a las elecciones para delegado de la clase. -Presidente. -Sí, eso, lo que sea. -¿Pero por qué? -Estoy harto ya de que la gente me critique porque no entiende que hay que trabajar hasta que uno tenga que usar pañales otra vez, o que a veces hay que asesinar a parados para reducir la tasa de desempleo. Por cierto, tú estabas en paro, ¿no? Con esta frase comenzó una divertida persecución a cámara rápida: el presidente me seguía blandiendo un hacha y yo corría con los brazos destartalados mientras de fondo sonaba Yackety Sax. Después de destrozar dos mesas y de que Zapatero le cortara un brazo a una señora que me vi obligado a usar como escudo, el dueño del bar le quitó el hacha al presidente, que entonces intentó estrangularme. Por suerte, le dieron unas rampas en los pulgares y tuvo que desistir. -Tío. Que somos colegas. -Ya, pero joder... ¡Vosotros los parados me estáis arruinando la vida! ¿No podríais trabajar? Vagos de mierda. -Coño, que no hay trabajo. -Claro que hay trabajo, lo que pasa es que os empeñáis en cobrar. Y las buenas épocas en las que se cobraba ya se están terminando. El futuro es trabajar por sopa. -Entonces, ¿qué vas a hacer? -dije, intentando volver al tema de su retirada de la política. -Había pensado en pillar el paro y prepararme unas oposiciones, o algo. -¿El paro? ¿En serio? -Sí, ¿qué pasa? -No, nada, aparte de que querías abrirme la cabeza por estar sin trabajo. -Pero no es lo mismo. -Ah. No es lo mismo. -Pues no, porque si me voy al paro, le jodo la vida a vete a saber quién. Pero tú me la estás jodiendo a mí. Y tú mismo lo has dicho: somos colegas. Pues vaya mierda de colega, ¿vale? Esto dejaba abierto el debate sucesorio: ¿a quién quería joderle la vida Zapatero? -Yo pensaba echarlo a suertes. El que pierda, se presenta. Le expliqué que esto de los sorteos es muy injusto y peligroso. Le recordé que una vez en otro bar uno comentó que se estaba sorteando una hostia y que yo tenía todos los números. Me rompió tres dientes. Aún sigo sin entender cómo hizo el sorteo ni cómo acabé yo con todos los números sólo por el hecho de haberme meado en sus zapatos. En todo caso la culpa no era mía. En aquel sitio había muy poca luz. Por supuesto, José Luis me pidió discreción. Y por eso he tardado en comentarlo. Pero es que ayer volvimos a jugar y se cebaron mucho conmigo. Me dijeron que nadie me iba a querer nunca. ¡Nunca! En todo caso, que todo el mundo lo sepa: José Luis Rodríguez Zapatero no se presentará a las elecciones y preparará unas oposiciones o algo.
Las tradiciones navideñas del rey
Todo el mundo conoce ya mi relación con la nobleza española. Si murieran doce mil trescientos treinta y nueve de los herederos al trono, yo sería el pinche de cocina de la residencia de verano de los condes de Orgaz. Ahí es nada. Así las cosas y como es natural, cuando voy por la Zarzuela, siempre me llaman de tú: -Tú, ¿qué haces? -Tú, ya estás saliendo de entre los árboles. -Tú, te estamos apuntando. -Tú, ¿por qué no llevas pantalones? En definitiva, que a nadie le habrá extrañado que la Casa Real se haya puesto en contacto conmigo para que escriba el discurso de Nochebuena de Juan Carlos I. -Tú, ¿qué haces escondido detrás de un árbol? -Estoy escribiendo el discurso de navidad del rey. -¿Y por qué no llevas pantalones? Obsérvese que el agente no dijo nada como "pues no deberías porque no es tu trabajo, que eso lo hace Gómez", sino que simplemente comentó el hecho de que necesito sentirme libre de cintura para abajo para poder CREAR. Es decir, el guardia civil en cuestión daba por sentado que tú, o sea, yo no estaba haciendo otra cosa que no fuera mi trabajo. Y ya lo tengo listo. Se lo acabo de enviar al rey para que tenga tiempo de memorizar las palabras difíciles. Lo reproduzco aquí por su interés y porque al fin y al cabo este blog no lo lee nadie. Ni siquiera el guardia civil obsesionado con mis pantalones. Bribón.
Españoles, españolas, españoles y españolas por el mundo, feliz navidad a todos. Este ha sido un año sin duda muy difícil en lo económico y en lo ortográfico. Como podrán observar todos los españoles de pro que se estén fijando y lleven las gafas puestas, está chaqueta está desgastadísima por los codos y hoy me he afeitado regular porque la cuchilla está muy usada y ya no apura. A todos nos afecta la crisis. Yo mismo he actualizado mi currículum y no dejo de entrar en Infojobs porque nunca se sabe. Un día de estos me montan un Ere y a la calle. En mi caso la cosa está jodida porque a mi edad y sin estudios no sé quién me va a contratar. De hecho, ya han lanzado un aviso. Ahora la Rae, que parece haber olvidado que se llama REAL Academia Española, dice que mi título (rey) se escribe con erre (o Ere, no lo sé, igual es una amenaza) minúscula. Minúscula. Ahora resulta que tengo que ir en minúscula. Pues el día que me cabree le quito el Real a la Rae y pasa a ser la Academia Imaginaria Española. Y entonces a ver quién les hace caso. Huy, dicen que rey se escribe en minúscula... ¿Ah, sí? ¿Y quién lo dice? ¿La Rae, unos duendecillos, Supermán...? Por suerte, la navidad es un tiempo para dejar atrás estos problemas reales, los de la erre, los del Ere y los del dinero. Porque la navidad no se trata de dinero. Se trata de regalos. Sí, hay quien dice que las navidades son un invento del Corte Inglés, pero no es cierto, yo recuerdo haber celebrado estas fiestas tan entrañables en Galerías Preciados. Pero claro, alguno preguntará que si no hay dinero, ¿cómo compramos los regalos? ¿Acaso el rey de España, antes Rey de España, está insinuando que robemos y por eso nos está guiñando el ojo? Puede, pero además de eso digo yo que para algo están las tarjetas de crédito. Ya nos preocuparemos en enero de explicarle alguna tontería a los del banco. Precisamente el otro día fui al banco a actualizar la libreta y querían que lo hiciera en el cajero. Que soy el rey. Y me decían, sí, majestad, pero para actualizar la libreta y sacar menos de quinientos euros todo el mundo tiene que pasar por el cajero. Y le dije, ¿no será porque ahora rey se escribe con erre minúscula? Y me dijo, no, no, por favor, pero le noté esa media sonrisilla burlona. Claro, ahora rey se escribe en minúscula. Exactamente igual que puto cajero de mierda. Tuve que fusilar a ese maldito republicano ahí mismo. Suerte que en navidad siempre salgo de casa con mi pelotón de fusilamiento. Están ya mayores y se empeñan en usar unos trabucos de no sé cuál guerra carlista (la segunda, quizás), pero suelen acertar bastante, a pesar del mal pulso y la peor vista. A veces por casualidad, porque no creo yo que le acertaran a este hombre en el ojo simplemente por habilidad. No. No cuela. Y qué frío hacía. Había nevado y todo, e iba abriéndome paso a través de la nieve gracias a mi pelotón, cuyos miembros y nunca mejor dicho, se iban turnando para mear y así derretir la nieve antes de que yo pasara. La pena es que se me mojaron los bajos del uniforme y no sé bien de qué. La navidad también es la época del año en la que los niños buenos tienen regalos y los niños malos son castigados por mi pelotón de fusilamiento. Para eso fuimos al banco. Para actualizar la libreta y sacar algo de dinero para gasolina. Ahora toca recorrer España e ir ejecutando a los niños que han sido malos. Ya lo sabéis, padres y madres españoles y españolas y españolos y españolis, si veis venir a vuestra ciudad un camión del ejército con matrícula de los años cincuenta y ocho señores mayores sentados detrás, no dudéis en sacar a la calle a vuestros hijos más traviesos para que aprendan lo que vale un peine. Estos niños que no han hecho sus deberes, ni obedecido a sus padres, ni tratado con cariño a sus hermanos, aprenderán a portarse bien después de que les vendemos los ojos, les pongamos contra un muro y a mi orden, mi pelotón octogenario dispare sus trabucazos. Por norma general, yo me acerco al prácticamente cadáver, le pego una patada y se mueva o no, le doy el tiro de gracia a poder ser en la nuca, pero sin hacerle ascos a la frente. Porque en eso consiste la navidad: en que los niños sean felices, pero aprendan también lo que es la responsabilidad y que todos sus actos tienen una consecuencia. El bien y el mal están en una lucha cósmica constante y el bien iría perdiendo si no fuera por mis giras navideñas. Esta es una alegre tradición que mantengo desde que le descerrajé la cabeza a mi hermano de un tiro por darle una mala respuesta a mi padre.
España se droga
Jaime Rubio fue conducido ayer ante el juez por las declaraciones hechas en la barra de un bar en las que aseguró que "todos los deportistas se dopan". Rubio puso así en tela de juicio los logros del deporte español de los últimos años, logros que se han conseguido a pesar de que los deportistas de otros países sí se drogan. Pero claro, los yonkis de la NBA o los ciclistas extranjeros adictos a su propia sangre no tendrían nada que hacer contra la FURIA ROJA si no usaran estas sustancias que mejoran su rendimiento. El abogado de Jaime Rubio, un mafioso ruso que ha estudiado Derecho en la cárcel y que está haciendo las prácticas en Cuatrecasas, explicó que había aceptado llevar a su cliente "a pesiar de que camariada Rubio tomar café esta mañana... ¿O eso no ser droga?" Ante las protestas de Rubio, el juez aseguró que no toleraría indirectas en su juicio, por lo que el letrado Karlov pasó directamente a llamar "gilipuertas" al acusado. El fiscal interrogó hábilmente al gilipuertas, preguntándole si pensaba que todos los españoles se drogan, a lo que Rubio intentó responder nadie sabe exactamente qué, porque todo el público pasó a corear el estribillo de España se droga, de Siniestro Total. El juez ordenó a los alguaciles que calmaran al público, cosa que se consiguió gracias a los siempre alegres porrazos y bombazos lacrimógenos. Una vez se hubo ventilado la sala, el fiscal aprovechó para explicar que los deportistas españoles no se drogan porque sería abusar "y cualquier insinuación de lo contrario no es más que antiespañolismo". Rubio contestó que la única diferencia entre los deportistas que pasaban los controles y los que no, era que los médicos que les llevaban sabían mejor lo que hacían. Ante esta respuesta, el juez no pudo evitar arrugar la nariz en señal de desagrado. La nariz del acusado. La arrugó con un hábil golpe de mazo. El fiscal dio las gracias al juez por el necesario arrugamiento y preguntó a Rubio si era cierto que antes del arresto había llegado a asegurar que había deportes "en los que los controles son ridículos o inexistentes, como en el fútbol" y si tenía pruebas que demostraran tal cosa. El acusado se limitó a balbucear, evidenciando su culpabilidad, aunque en declaraciones posteriores le echaría la culpa a la nariz rota y a la sangre que le resbalaba por la cara. Con esto concluyó la intervención del fiscal, que fue recibida con aplausos. Varias señoras del público le arrojaron claveles, que él recogió, besó y se llevó al corazón en un gesto de entregado agradecimiento. El abogado de Rubio se ajustó la corbata y el nomeolvides y explicó al juez que él venía de un país en el que los deportistas se dopaban porque eran comunistas. "¿Acaso es usted comunistia, senior Rubio?" El acusado contestó con una pregunta: "¿Pero usted no es mi abogado?", que llevó al juez a suspender el juicio, dado que quedaba claro que Jaime Rubio no estaba "en plena posesión de sus facultades mentales, dado que ni siquiera es capaz de reconocer a su propio letrado". Aun así y a modo preventivo, el juez condenó a Rubio a ir todos los lunes y miércoles durante seis meses a un gimnasio, "aunque sea a mirar, y así aprenderá de dónde nace realmente el pundonor y la entrega que han hecho de los españoles una raza superior en cuyo imperio todo son copas y medallas de oro". A pesar de la inicial confusión por el uso de la palabra "copas", la sentencia fue recibida por el acusado con llantos y gritos de dolor y horror. A la salida, Rubio explicaría que una vez pasó en taxi por delante de un gimnasio y que desde entonces tiene agujetas y se siente terriblemente cansado cuando no duerme sus trece horas diarias.
El secreto de mi éxito profesional
Me costó mucho llegar tan alto como he llegado (al paro). Años de esfuerzo, sacrificios y sufrimiento durante los que la idea de un futuro mejor (el paro) me consolaba y me animaba. Llegaba a casa casi de madrugada, arrastrando las ojeras, sabiendo que lo había dado todo durante mi larga jornada en un puesto de trabajo de gran utilidad social y satisfacción personal (hacía no sé qué para una empresa de no recuerdo qué). Y cuando me dejaba caer en la cama, aún con el traje puesto, me podía decir a mí mismo: --Jaime, no te preocupes que por mucho que hayas trabajado, tus jefes encontrarán la forma de que tarde o temprano la empresa se vea obligada a cerrar. Y así fue. De no haber sido por ellos, igual me hubiera visto obligado a trabajar hasta que me jubilara a los ochenta y dos. Eso sí, costó. Intentamos vender barcos al gobierno suizo, diseñamos unas cuchillas de afeitar para niños, comercializamos un innovador producto que tenía un lector de huellas digitales y distinguía si el dedo era de primate o de otra especie del reino animal. Y aún así la empresa funcionaba. Todo hasta que el presidente de la compañía tuvo LA IDEACA definitiva. Recuerdo que nos reunió en la sala de juntas. Estábamos todos los trabajadores de la empresa: comerciales, contables, publicistas, administrativos, el departamento de marketing y comunicación, logística, los abogados... Éramos casi cinco personas en total. --Señores, señoras --dijo el presidente--, ha sido un año muy difícil, yo incluso me he visto obligado a trabajar cada día de once a dos, pero creo que finalmente vamos a conseguirlo: gracias a mi nuevo plan de negocio, despegaremos. Sí, había sido un año lleno de decepciones. Cada vez que parecía que iba a quedarme en la calle después de una quiebra fulminante, aparecía un viejo borracho con dinero y financiaba por ejemplo el negocio de vino ecológico bajo en alcohol, que según el presidente "sólo fracasó porque la Unión Europea, en complot con la mafia corsa, nos obligó a etiquetarlo como 'zumo de uva'". --Está mal que lo diga yo --dijo él--, pero esta idea es fruto de una mente privilegiada, de un cerebro que no deja de maquinar y de darle vueltas a los temas, localizando oportunidades de negocio. Y esta idea es tan evidentemente buena que lo extraño es que nadie haya caído antes --hizo una pausa dramática antes de pasar a explicar su proyecto--. Si hay algo que todo el mundo quiere, es dinero. La gente hace cualquier cosa por dinero, incluso trabajar. ¿Y si todo el mundo quiere dinero, por qué no dárselo? La idea de mi jefe era la de ofrecer billetes a cambio de una comisión. Es decir, si un cliente quería diez euros, nosotros se los daríamos, pero cobraríamos un euro por nuestros servicios. Obviamente necesitábamos financiar esta operación con un crédito, cosa que no supuso ni mucho menos un problema: el experimentado responsable de nuestra cuenta en el banco estudió concienzudamente el plan de negocio y llegó a la conclusión de que era perfecto; nuestros clientes potenciales se contaban por millones, y no era en absoluto descartable que llegáramos a ofrecer servicios en otras divisas en unos pocos meses. No fue mal la cosa: en apenas seis semanas conseguimos trescientos clientes a los que dimos un total de cinco millones de euros, y eso porque el banco quería comenzar poco a poco, para comprobar los márgenes netos que quedaban después de todos los gastos fijos. Lo sorprendente fue comprobar que las pérdidas antes de gastos fueron de cuatro millones y medio. Una vez descontados los sueldos, quedaron en cuatro millones quinientos dos mil trescientos catorce euros. Nos vimos obligados a no aceptar nuevos clientes y a someternos a interminables reuniones con el banco, estudiando dónde estaba el problema. Pero todo parecía perfecto. Tendríamos que haber ingresado medio millón, pagar al banco lo acordado en concepto de intereses (en torno a los ciento veinte mil euros) y disfrutar del resto. Por muchas vueltas que le dábamos al asunto no acabábamos de ver dónde había fallado el plan. Hasta que nuestro amado presidente dio un puñetazo en la mesa. --El plan no ha fallado. El plan era perfecto. ¡Mirad! ¡Mirad todos! --Esgrimió el periódico, abierto por una página en la que se leía el siguiente titular: "Un nuevo estudio confirma los beneficios del vino"--. La Unión Europea no me ha perdonado mi incursión en el negocio del vino de bajo contenido en alcohol. Las presiones de los franceses han destruido este negocio. Me acosan desde que fui a París y comenté en voz alta que como en España no se come en ningún sitio. ¿O acaso alguien cree que es casual que este titular se publique justamente hoy que estamos reunidos? Los representantes del banco y algunos de mis compañeros no reprimieron sus exabruptos: --Malditos franceses. --¡Son unos chovinistas! --Putos comequesos. --¡Sarkozy! --¡Tendremos que volver a echarlos a patadas de nuestra tierra! Vale, el que exclamó "Sarkozy" fui yo. Total, que la empresa se vio obligada a declararse en concurso de acreedores y a mí me tocó una paletilla.