octubre 2011 | ||||||
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Vamos a morir todos: los riesgos de la cubertería
Creo que no sorprenderé a nadie si digo que los japoneses son un pueblo sabio. Quizás sí que sorprendería a más gente si lo dijera desnudo, así que procederé a quitarme la ropa. Un momento. A ver, que se me ha enganchado la pernera del pantalón. Los japoneses son un pueblo sabio. Exclamaciones de asombro entre el público. Oh. Ah. Lo ha dicho desnudo. Vestido no tendría tanta gracia. Etcétera. Recientemente y tal y como anuncié en mi cuenta de Twitter (ENLACE A MI CUENTA DE TWITTER: HAZ CLIC AQUÍ Y VISÍTALA; DE NADA), viajé a Japón para llevarle a ese gran país un gran regalo:
EL TENEDOR.
Yo pensaba que mi viaje iba a acabar con siglos de angustia y largas comidas, además de luchas interminables con los últimos fideos, esos que se resisten a ser agarrados y que al final se dejan en el fondo del cuenco por pereza y después de esfuerzos, lágrimas y calambres en los dedos. De hecho, se calcula que los restaurantes chinos y japoneses tiran a la basura cada año fideos y arroz suficientes para alimentar a varios países africanos o a la familia Ruiz Mateos. Así pues, me coloqué en el famoso cruce de Shibuya, alcé el tenedor, dije algo así como "japoneses, os traigo el ten..." y fui atropellado por un autobús. Muchos periodistas me visitaron en el hospital, donde pude mostrarles las ventajas que tiene el tenedor sobre los dos palillos y la cantidad de ataques de rabia que uno se puede ahorrar gracias a su uso. Yo creía que tenía a mi audiencia completamente a mi favor, pero un periodista ya casi anciano -tendría al menos 37 años- mostraba su desagrado con muecas de desagrado y tirándome cacahuetes con cierta rabia (además de desagrado). Le pregunté por los motivos de su animadversión y me explicó que "el tenedor es peligroso. Uno puede estar comiendo y sacarse un ojo sin querer". Y para ejemplificar su advertencia, me clavó sin querer el tenedor en un ojo. --Eso es cierto --confesé una vez dejé de gritar--. Los tenedores son peligrosos, pero los palillos, también. Y para ejemplificar mi advertencia, me clavé sin querer un palillo en el otro ojo. Juntos llegamos a la conclusión de que comer en general entraña muchos riesgos, y eso sin entrar a valorar lo que supone utilizar un cuchillo. Los cuchillos son ARMAS y sorprende por tanto que no haya más muertes en los restaurantes. Ah, y con las cucharas uno también se puede sacar un ojo accidentalmente. Hubiera ejemplificado esta última advertencia sin dudarlo, pero ya no me quedaban más ojos :( Total, que este periodista japonés (Juan García) y yo estamos escribiendo un libro sobre la necesidad de comer sólo bocadillos y sopa directamente de un bol para salvar la vida. Se titula Vamos a morir todos: los riesgos de la cubertería. Qué casualidad, igualito que este post. Dicho lo cual, me costó mucho volver a España porque cada vez que salía a la calle, cruzaba sin mirar, me volvían a atropellar y tenía que volver a la clínica. Me pusieron dos ojos de cristal, pero yo no veo nada bien con ellos. Creo que están estropeados. A ver si en Privalia salen algunos baratitos. Por si alguien se lo pregunta, le he dictado este texto a uno de mis monos redactores. Jaime está gordo. JAJAJAJA, ¡VENGANZA!