diciembre 2007 | ||||||
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noviembre | enero |
Eso es bueno
A: ¿En qué trabajas? B: Pues voy a una oficina, tomo nota de algunas palabras sueltas que oigo en conversaciones ajenas y leo en mails que me envían, y luego las voy usando en frases propias que digo o escribo, procurando que tengan sentido. Claro que no siempre funciona. A: Oh, yo hago más o menos lo mismo. B: Sí. Es un sector amplio. A: Y con futuro. B: Tiene muchas posibilidades. Lo malo es que hay mucha faena. A: Muchas horas, sí. B: Y mucha tensión. El otro día me despisté y usé las palabras balance, cuadrar y sinergia en la misma frase. Por suerte, nadie se dio cuenta, aunque creo que hubo uno que me miró raro. A: Yo tuve que dejar mi anterior trabajo porque me descubrieron. Una mañana vino una compañera cargada con unos papeles que yo le había preparado. Quería preguntarme unas cosas que no tenía claras. B: Joder, ¿y qué hiciste? A: Le di dos besos, corrí a por una caja, metí mis cosas, bajé a la panadería, compré unas pastitas y me despedí de todo el mundo. B: ¿Dimitiste? A: ¡Ah! Esa es la palabra que estaba buscando. Dimitir. Llevo tres años intentando saber qué hice. Pues eso, dimití. Sólo era cuestión de tiempo que aquella chica se diera cuenta de que aquellos papeles eran inventados, y en el expediente queda mejor un cese voluntario que un despido. B: Claro. A no ser que… A: ¿Que qué? B: Que esa chica también estuviera disimulando. Queda muy bien hacer preguntas para disimular. Y tiene la ventaja de que no hace falta escuchar las respuestas. A: ¿Tú crees que ella…? B: ¿Le dejaste preguntarte algo? A: No… Maldita sea. B: Imagina: a lo mejor ella trabajaba en lo mismo que tú… A: El noble y antiguo ejercicio de disimular detrás de una mesa… B: Y sólo hubierais tenido que intercambiar cuatro frases… A: Para darnos cuenta de que nos gustamos… B: La hubieras invitado a tomar café… A: Rehuyendo el trabajo como tema de conversación… B: Más que nada porque ninguno de los dos sabría qué decir al respecto… A: Y de ahí al matrimonio, nada, cuatro pasos. B: Ahora tendríamos hijos. A: No creas: no todos los matrimonios acaban mal. B: Y una hipoteca. A: O dos. ¿Era guapa? B: Muchísimo. Sus rizos dorados caían sobre el informe y sus ojos azules se clavaban en mis pupilas, mientras su voz que sonaba como un laúd me decía: "¿Tienes un minuto? Necesito hacerte unas preguntas sobre estos informes que me dejaste el otro día en la mesa" ¿Un minuto? ¡Tengo toda mi vida! ¡Te quiero, maldita sea, TE QUIERO! A: Ah, las oportunidades malgastadas. Una pena. B: Sí. Bueno, tengo que irme. Que ahora vuelvo a la oficina. A: Sí, yo también. Tengo una de trabajo. B: Eso no es nada: yo tengo una de trabajo. Pero no me quejo: eso es bueno. A: Sí, o eso dice todo el mundo. B: ¿Qué haríamos si no trabajáramos? A: ¿Aprender a tocar la guitarra? B: Y morirnos de hambre. A: A lo mejor tendríamos una exitosa banda de rock. B: ¿Perdona? A: No sé. He dormido poco. Tengo tanto trabajo. B: Sí, yo también. A: Eso es bueno. B: Eso es bueno.