junio 2007 | ||||||
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Acerca de la perniciosa influencia de la literatura
La familia del joven de dieciséis años que mató a su amigo culpa a la literatura del crimen. "Si es que no podía ser bueno tanto leer --asegura la madre del joven asesino-- todo el día ahí en la cama leyendo a Hammett, Chandler, Thompson y otros clásicos de la novela negra. De ahí no podía salir nada bueno. No sé cómo se siguen publicando esos libros". "Y luego esas amistades que tenía --añade el padre--. Estuvo tonteando con una chica que leía a Poe. Eso no es sano". Las asociaciones de editores ya han afirmado que estas denuncias son exageradas y están fuera de lugar. "Sí que es cierto que la lectura puede promover la violencia --explica Ana Sánchez, portavoz del sector--, yo misma le corté la cabeza a uno de mis amantes tras la lectura apresurada de ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Pero... Er... Bueno... Ya me he perdido". Los estudios que relacionan literatura y violencia no son concluyentes, pero no se pueden olvidar casos famosos como los crímenes políticos del senador Sampedro, estudioso de Shakespeare que había interpretado a Macbeth en una compañía de teatro aficionado, o la devoción que ha reconocido sentir Michael Jackson por Lolita, de Nabokov. También está reciente en la memoria popular la ola de crímenes sangrientos --y nunca mejor dicho (ja)-- que se cometieron tras publicarse la nueva traducción revisada y ampliada de Drácula, de Bram Stoker. El sociólogo Alfredo Cortés es uno de los enemigos más radicales de los libros y propone un control estricto: "No puede ser --explica-- que los niños lean libros violentos como Crimen y castigo, o con alto contenido sexual, como Don Juan Tenorio. Hay que dejar fuera de su alcance esos libros perniciosos que pueden acabar con la familia, a veces en sentido literal, como es el caso de Edipo rey. Los libros, en especial las novelas, deberían permanecer en bibliotecas cuyo acceso estuviera limitado a los mayores de edad que hubieran pasado las necesarias pruebas psicológicas y que estuvieran inscritos en un censo de lectores". Según Cortés, estos controles reducirían la criminalidad en un porcentaje más que elevado, ya que los ciudadanos dejarían de tener como modelos a los delincuentes y criminales que protagonizan la mayor parte de las novelas, cuentos y obras de teatro. "Piense, piense --dice Cortés--: Mister Hyde, Alex, Aquiles, Hamlet, Pascual Duarte..."