junio 2007 | ||||||
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Éste es de pensar
He escrito el guión de una película que le da cien mil vueltas a Casablanca. Trata sobre un tipo que explica el argumento de Casablanca. Y se pregunta si es tan buena como dicen o no. Llega a la conclusión de que sí lo es y se pregunta por las características que la han convertido en una buena película: tiene un buen guión, es en blanco y negro, sale Ingrid Bergman, Bogart actúa tan mal como de costumbre, hay música, pasan algunas cosas, pero no tantas como para perderse. Luego habla sobre el final. Lo explica. Por si alguien no la había visto. Lo explica otra vez, por si alguno no atendía. Se pregunta si es bueno que el chico y la chica no acaben juntos. Y si los personajes de Bogart y el gendarme son algo más que amigos. Llega a la conclusión de que al menos es una forma original de terminar. Incluso deja la puerta abierta a una segunda parte, que por desgracia nunca se rodó. De todas formas, algo no es bueno por el mero hecho de ser original. Por ejemplo, no es necesariamente agradable tener dos narices, aunque sin duda resulta original y sirve para romper el hielo en una fiesta. Oh, así que usted tiene dos narices. Sí, mire, una aquí y la otra acá. Anda, qué cosas, debe resultarle práctico. Bueno, respiro lo mismo en la mitad de tiempo, lo que siempre viene bien para evitar muertes por asfixia. Y así durante una hora y tres cuartos, dándole vueltas y vueltas a Casablanca, hasta llegar a cien mil, más o menos.